Críticas Discos

Aunque ya he dejado plasmada en alguna ocasión mi devoción definitiva por el estreno y «Trust», creo que también he hecho lo propio a la hora de remarcar que los seis primeros discos de estudio (con material original) de Elvis Costello son puras «masterpieces» en la historia del medio. Mayormente porque son (que no me lo parece a mi meramente, no, LO SON), al fin, obligatorios so pena tortura china… Y, de acuerdo, soy muy «fans» suyo y tal, pero aún y así… A partir de ese sexteto solo queda sumar al gusto hasta completar la decena, docena -o lo que se quiera-, pero (se insiste machete en ristre), desde la «bienvenida a la semana laboral» que abre sus sinceras intenciones  hasta la «ciudad llorona» que cierra el dormitorio imperial, el discurso del rey gafas newwaver es totalmente insaltable. Y hoy, para más inris, toca «This year’s model» su segundo estudio.  El consenso crítica-público más admitido y reconocido en el largo opus del músico.  Costello escupe ahí sus composiciones con una bilis más propia del punk (en aquél máximo apogeo de los últimos setenta), que otra cosa cambiando, para el evento, guitarras tetracórdicas por la infernal e innegociable cacharra diabólica de Nieve bien afirmada sobre los vivarachos ritmos de los Thomas (que recordemos, para los puntillistas de pro, comparten apellido por pura casualidad). Pues este, además, es el primer punto de encuentro en estudio con sus Attractions y la energía, obvio, salpica suelo, techo y paredes. Explicaba Costello que tomó como premisa de arranque «los primeros discos de los Who y alguno de los Kinks»… Pero claro lo que no explicaba (cabroncete) es que, al mismo tiempo, el fullero era un melómano colgado de, por ejemplo, Gene Vincent o Gram Parsons. Así que si sumamos al caldo la actitud combativa y patea-culos que se estilaba en 1978, tenemos a un tipo con una formación rockera exquisita  (de hecho hay alguna biografía por ahí que describe el sonido de «model» como un punto de encuentro imposible entre Berry y Reed -toma esa-) echándole un morro y descaro punkie al asunto que a ver quién le dice algo… Además, en contra de lo que se pueda presuponer (a no ser que se conozca un poco al tipo y tal -que entonces es de obvio para arriba-),  estamos ante un disco que se alimenta de la rabia, del descontento total, la desconfianza, el reproche y demás lindeces a juego… Y por completo, al tanto, que aún entre sus pasajes más amables hay algún que otro significado altamente ácido/cínico. Son canciones escritas antes de «petarlo», donde Costello aún no sabe de convencionalismos sociales y señala con dedo láser aquellas cosas que, de un u otro modo, más le joden y molestan (sea para con el comportamiento humano o la sociedad envolvente). Además, sumemos que el mundo se movía muy deprisa para Elvis y cia en aquellos días: mientras sus (ilustres) compañeros de viaje rondaban las oficinias de Stiff para saber que iba a ser de su carrera, ellos tocaban en el Saturday Night Live en prime time, se giraban ya las «usas»  y, por si fuera poco, al recibir un premio de turno como «músico del año» el mismísimo Elton John afirmaba en el discurso de entrega que: «gracias pero todos sabemos que Elvis Costello es el mejor músico británico en la actualidad».  El «modelo de éste año», vaya qué sí. Y de bastantes otros también.
Al centrarnos en el tracklist, aclaro de entrada, me ciño a la edición analógica original (la inglesa, vaya). Esto és: la trotona y cojonuda «radio, radio» se queda para la ocasión en dique seco. Y aunque sea una pena no hay pánico a cundir, claro, que la docena restante tampoco están «del todo mal»… La cosa arranca pues cual alegría huertera con el mítico «no quiero besarte, no quiero tocarte ni verte porque ya no te hecho de menos» a -muy breve- capella para dar paso a unos Attractions centrifugando a toda castaña durante los dos escasos y barbitúricos minutos de «No action» en los que al tipo le da tiempo, además, de torturarse todo lo que le viene en gana (cómo no). La sigue «This year’s girl» que bajo su aparente, y atrayente, ligereza esconde un significado no poco desalentador: «ahora soy joven y soy la leche pero me haré vieja y otras me apartarán», viene a significar el folletín que lejos de refugiarse en un tontorrón carpe diem gratuito (y vanalmente positivista) se zambulle en la agonía con todas las de la ley. Bravo y sigamos. La bonita melodía de «The beat» encierra por sus partes una juventud falsamente idealizada que se desmorona al darse de morros con la consabida cruda realidad que aguarda de inefable y fatal forma (que Costello siempre introduce contenido en sus letras, por sencillo pueda parecer las veces el embalaje musical, no sería el mayor secreto del reino). Y así llegamos a la tan conocida y «fiestera» «Pump it up» con su marchamo rompesuelas. Y me detengo en el entrecomillado de «fiestera» porque no parece del todo atinado definir así una denuncia de un estilo de vida entero y tan puramente británico (me levanto-voy al curro-voy al bar-hasta mañana) en el que se nos explica que para seguir así, la verdad… «Little triggers«, bonita como ella sola y la primera subida del pie del acelerador, es a su vez un relato de una relación que se va fragmentado hasta romperse por culpa del demonio de la indeferencia… La puta «fiesta» de nuevo, en efecto.  Y a estas alturas supongo que la magia de este pedazo de historia rocanrolera ya va calando seriamente… ¿cómo algo tan alegre y vivaz en su exterior sonoro puede integrar tanta mala hostia sin cortarse en lo más mínimo?. En cualquier caso cerrando la A side encontramos «You belong to me«, que rompe lanzas y sables por la autodeterminación del individuo. Otra bonita melodía -de obvios ecos beateleros en su inicio- supurando veneno por todos los poros («no quiero estar con nadie que me pueda decir: me perteneces»).
Y, desde luego no se dude, no encontraremos el paraíso perdido en la otra cara precisamente… «Hand in hand»  va un paso más allá y se adentra, sin disimule que valga, en una historia de venganzas hasta alcanzar, parece, la pura violencia (ese final repitiendo el título tiene unas acepciones altamente acongojantes)… Y con lo bonita qué suena (como todo el disco bien mirado y claro qué sí). La pericia como letrista de Costello es legendaria, en cualquier caso, y para la descomunal «(I don’t want to go to) Chelsea«, además de meterle lo suyo a las clases pudientes tipo jet set, es fácil pensar que hemos reencontrado a la modelo del año de la pista dos… años más tarde y reconvertida en meretriz pues és ahí precisamente donde le ha llevado la/aquella  vida… Saltarín y endiablado ritmo con guitarra costellera, inolvidable y carismática hasta el berreo (no en vano es uno de sus mayores hits), que nos hace llegar a esa vivaz (de nuevo y en las formas) fuga de un estilo grisáceo y conformista de vida (el reflejado, por ejemplo, en «pump it up», adivinaron bien) de «Lip service«. La traca final empieza con una de mis grandes debilidades como és «Living paradise«, que tras una muy sencilla estructura de inicio (parece música de videojuego ochentero según cómo) se va rearmando de narigos hasta alcanzar un segundo estribillo de incontables quilates (la letra añade, además y en primicia, toques vouyeurs a los celos y venganzas acostumbrados). Y sin tregua a por la también cojonuda «Lipstick vogue» que ya vamos… Aquí parece que por momentos, y directamente, el tipo se nos vaya a ahogar (atención especial al bajo de Bruce Thomas). Enorme canción, vaya («el amor es un tumor que hay que extirpar» que se marca el canalla y se queda tan fresco), que nos deja en las tranquilas orillas del cierre con «Night rally«. Aunque, claro, esa tranquilidad es solo de primeras (cómo no) pues el tipo arremete contra los peligros del totalitarismo de los nacionalismos y el peligro ulterior que ello representa para el hombre/mujer de a pie, preparando ya ahí (sin duda) los parámetros que nutrirán en buena medida la estampida de elefantes del «Armed forces» del siguiente año. Masterpiece total, irredenta e irrepetible, finalmente, que (para no alargar más) solo requiere de un saco de huevos podridos y salir presto/a a la calle para buscar al anónimo  pontífice que dijo no sé qué memez sobre «segundas partes» y tal. Por cierto, antes de echar persianas, este elepé (con el señor Lowe produciendo, cómo no) es más que comúnmente citado como la obra más importante de todo un subgénero del rocanrol: la new wave británica… Que personalmente me sorprende less than zero pero, desde luego, por algo será también. Historia, básicamente y sin más, vaya.
Elvis Costello & The Attractions – «This year’s model» (1978)
10 / 10
01. No action/ 02. This year’s girl/ 03. The beat/ 04. Pump it up/ 05. Little triggers/ 06. You belong to me/ 07. Hand in hand/ 08. (I don’t want to go to) Chelsea/ 09. Lip service/ 10. Living paradise/ 11. Lipstick vogue/ 12. Night rally.

Por Guzz.
Este texto fue sustraído (y muy concienzudamente remaquillado) desde el espacio Citizen Guzz.

Pd.

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2 comentarios

  1. Introducido en mi vida por el gran Mansion, me estoy tomando con mucha calma el conocimiento de la discografia de este tio, este fue el tercero que conocí y me gusta mucho, pero después de King of America y Armed Forces me sono diferente, no mal, ni mucho menos, pero distinto, me gustaron mas los otros dos, igual por ser los primeros, pero este es un discazo terrible como muy bien nos cuentas.
    Abrazo master

    1. Esa cualidad para llevarse a su patio de recreo particular todo lo que le gusta es una de sus grandes virtudes, desde luego… Desde el rocanrol yanqui 50's-old scholl, pasando por Parsons, los Kinks y Beatles, la soul music y tantas cosas más, sin olvidar donde está y pisa en aquellos primeros pasos, todo queda absorbido y regurgitado después a la manera costellera. Pasa que este de hoy es seguramente el más deudor de un concepto (lo de la new wave de las islands en los últimos 70's) y el que mejor encajó a todos los niveles. Un incunable en cualquier caso… como el de antes, los tres o cuatro que siguen, los dos del 86, brutal, delivery y momofuku ya en el nuevo milenio, su intrusismo en la clásica con las Brodsky, el rollo crooner de North, … Lo que sería un monstruo, vaya.
      Abrazo Addison.

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