Especiales Críticas Discos

Su fórmula es sencilla aunque nadie la llevó con tal concreción y maestría como ellos, consagraron como pocos todos sus precedentes […] en definitiva dieron fundamento y carácter personal a un rock genuinamente americano.

Veinticinco años se dice pronto. Coincidiendo con la estandarización del formato cd y la muerte del vinilo, los 90 fueron los últimos años en que los mandamases mass-media consideraron que el rock y unas guitarras atronando por los altavoces podrían ser un buen reclamo para la juventud y para cumplir sus objetivos comerciales, cosa que no siempre estuvo reñido con la calidad. Así pues nunca me cansaré de afirmar que aquellos años tuvieron más de bueno que de malo y más si uno empieza a mirar tras la estela de las grandes corrientes y modas donde crecieron y se desarrollaron propuestas que escuchadas hoy en retrospectiva agrandan la susodicha década, no verlo así supondría tener una visión muy de brocha gorda.

Así pués y pese a quien pese fue una de las épocas más auténticas y diversas que nos ha dado la música con artistas de distinto pelaje con más o menos repercusión como The Black Crowes, Palace Brothers, Sparklehorse, Elliott Smith, Dinosaur Jr., Yo La Tengo, Pj Harvey, Radiohead, Jeff Buckley… pon el tuyo. Un sin fin de artistas que actualizaron el rock aportando una fuerza renovada e imaginativa. De aquellas bandas surgidas en el fragor del rock alternativo noventero y dejando de lado que el karma no siempre hace acto de presencia a los niveles que la calidad requiere, hacía tiempo que quería dedicar un especial a una de las bandas de rock más importantes de los últimos tiempos: CRACKER.

David Lowery llevaba a sus espaldas una discografía forjada en los años 80 con Camper Van Bethoven, rock alternativo que no hacía ascos a la experimentación, sólo tenéis que dar una cata a su debut Telephone Free Landslide Victory para entender que el grupo tenía grandes ideas y sabía cómo llevarlas a cabo, y si ya nos vamos a la genialidad de Our Beloved Revolutionary Sweetheart me parece que también debería hacerles un especial. Ya su último disco (de los 80) titulado Key Lime Pie, además de redondear un gran recorrido podría considerarse el precedente perfecto que mostraba ya alguna de las virtudes que Lowery desplegaría la década siguiente. Con la desbandada de CVB, que duraría 15 años, David Lowery se juntó con su amigo y socio Johnny Hickman y entonces nació Cracker. Disfrutó de cierto renombre en los años 90 al otro lado del charco, y a este lado al menos por los que sufrimos de ciertas inquietudes musicales más allá de los titulares, estar bajo el ala de una major también ayudó todo sea dicho.

Su fórmula es sencilla aunque nadie la llevó con tal concreción y maestría como ellos, consagraron como pocos todos sus precedentes underground de los 80 alternando la inmediatez del punk-rock, y filtrando el country en formato RockBand, en definitiva dieron fundamento y con un carácter muy personal a un rock genuinamente americano. Mi percepción en su día no fue ni mucho menos tan ajustada como ahora, para mí representaban más bien la imagen de un gran grupo de rock del que nunca entendí que no llenara estadios como hacían y aún hacen hoy en día los mismos globos mediáticos de turno, ínfulas de adolescente aquellas agrandadas por la magnífica interpretación vocal de David Lowery que además de muy buen compositor de canciones era y es todavía un gran cantante, añadiría que uno de los mejores timbres del rock americano sin distinguir escenas, ni estatus. Su socio Johnny Hickman que además co-escribió la mayor parte de este grandioso cancionero, además es un gran guitarra que aportó a su bagaje underground un lustre con sabor a rock clásico y sin tener que renunciar al volumen de la guitarra cuando la canción lo requirió, sus fraseos a las seis cuerdas son de auténtico júbilo.

El hecho, y subjetividades aparte, es que tuvieron un muy buen comienzo a la sombra de una mayor con su debut Cracker Brand que concentró suficiente atención por ser «el nuevo grupo de Lowery tras Camper Van Bethoven», las cosas como son. Aunque señoras y señores, pepinazos como «Teen Agsnt» o medios tiempos sentidos como «Can I take my gun up to heaven?» no pueden dejar indiferente a nadie. Tonadas que por lo general los dejaron ya de salida en aquel lejano 1992 en un muy buen lugar, suficiente para que bastantes jóvenes inquietos nos fijáramos en ellos, ayudado por una actitud que fue siempre más cercana a los Clash, salvando todas las distancias, que a la juventud desencantada que copaba las radios a golpe de amargura.
Un año después canciones como «Low» o «Euro-Trash Girl» llevaron a Cracker a la primera división del rock alternativo. Y es que con un disco como Kerosene Hat no hay para menos, la que para mí es su obra maestra y sin desmerecer una discografía que se extiende ya 25 años. Todavía no entiendo que canciones como «Get Off This» no petara las radios, en cualquier caso, favorita de la vida será siempre «Sick of Goodbyes» co-escrita con su amigo del alma Mark Linkous y que este metería en su disco «Good Morning Spider». En mis cábalas internas siempre imaginé que «Take me down to the infirmary» o «I Want Everything» podrían haber sido baladas descartadas del Exile On Main St. Quien haya crecido musicalmente en los 90 si no venera abiertamente este disco, cosa que dudo, al menos se habrá topado con él en algún momento, de todos modos nunca es tarde para recuperar una de las piedras angulares del rock americano, exagerado pero cierto. Un discarral.
El nuevo milenio no pareció empezar con muy buen pie para Cracker, Forever pasó sin pena ni gloria, y les perdí la pista o puede que su salida de Virgin les dejara, ahora sí, en una posición más underground que en sus inicios, apuntado queda. Ésto unido a un disco como «O’ Cracker Where Art Thou?» de 2003 a dúo entre el combo Lowery/Hickman y el grupo de bluegrass Leftover Salmon, que en su momento me resultó una mala decisión e incluso me cabreó por la falta de nuevas composiciones, ya que se trata de versiones de su propio repertorio. A posteriori y con la sabiduría que dan los años supe apreciar esta maravilla y hoy es el día que lo recomiendo y afirmo que es una de sus joyas ocultas sin dudas al respecto. Esta versión de «Euro-Trash Girl» o su conocida «Teen Angst» en clave acústica y con esta amalgama de instrumentación rural es simplemente buenísima. Ese mismo año editaron otro disco de versiones, esta vez de clásicos del country y que sin problemas y dependiendo del día hubiera metido entre los elegidos a cambio de éste. Siguieron tres años sin noticias y otro recopilatorio que fueron suficientes para perder la esperanza de una vuelta a sus inicios o de un volver a sentir el rigor de antaño.
Hasta que llegó el fantástico Greenland del año 2006 que me devolvió la fe y a los Cracker que me deslumbraron en la juventud, otro disco a considerar y una colección de canciones impecable, producción con unos arreglos cuidados al máximo, puede que ya sin la baza que supuso al principio el factor de la novedad en los alternativos noventa, pero que sitúo sin pudor como una de sus grandes obras. Con alicientes como «I Need Better Friends», una de mis tonadas favoritas de la banda, meter un teclado como éste en una canción como ésta es de putosamos, eso es así y ríete de Wilco. Eso por no hablar de «Night Falls» una canción que te mecerá y te acompañará, también hay rock marca de la casa «Where Have Those Days Gone» por ejemplo. Y la arriesgada «Better Times are Coming Our Way», contrapunto en clave reggae de tintes oscuros que podrá descolocar a más de uno, pero que ratificaba a Cracker como un grupo inquieto capaz de materializar todo lo que les pasara por la cabeza y sin perder su carácter.
La guinda a su recorrido es el disco doble Berkeley to Bakersfield de finales de 2014, que fuera del ruido de la novedad, se advierte como un referente del rock americano de los últimos años. Una obra premeditadamente conceptual planteada como un viaje sonoro entre el rock alternativo y el country rock, las dos caras de una misma moneda que describe y nos habla de lo que han sido y de lo que son capaces de hacer. Y confieso que en su momento no estuvieron en la parte alta de la cesta 2014, primero por mi rotunda negativa al acto de fe, y segundo por mi deseo de experimentar el espíritu de esta obra en su condición de largo recorrido fuera de onda y en tranquilidad. ¿Quién puede resistirse a la energía y las guitarras de «I Hate My Generation» o a un «Waiting My Whole Life» que ni Tom Petty? Incluso un country de taberna como «I’m Sorry Baby» o la gran canción de carretera polvorienta que es «Almond Grove» pedal steel y banjo mediante, añadamos la actitud que destilan estas letras y ya no me cabe más explicación.
Soy consciente que me dejo algunos grandes discos a considerar, no lo niego, pero éstos son mis cinco discos de Cracker, una de las grandes bandas de rock de nuestro tiempo ratificado por una discografía que aunque no se vea claramente favorecida por los medios musicales en algunos momentos determinados, quien sabe si por las corrientes magnéticas o subterráneos, tienen la profundidad suficiente como para tenerlos mucho más en cuenta al menos para los que guste el buen rock hecho con clase.

Por Chals Roig

* Escrito originalmente para:
NO SÉ VIURE SENSE ROCK entrar AQUÍ

* Gira española de Cracker entrar AQUÍ

* Otras reseñas de Cracker en el Exile:
Sunrise In The Land Of Milk And Honey (2009) entrar AQUÍ
Berkeley to Bakersfield (2014) entrar AQUÍ

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