Críticas Discos

Por DON GUZZ
 
 
¿Y qué nos conviene esperar en 2016 de un nuevo disco de Dinosaur Jr?. ¿Será la fresca electricidad desmedida de «Beyond»?, ¿el desacomplejado viaje épico de «Farm»?, ¿la síntesis más pulida y pegada inmediata de «I bet on sky»?…  En ascuas que andábamos (hace ya unos meses) los fieles pues, a pesar de que -cómo no- al final siempre esto va  a ser «más o menos lo mismo», la magia recaería sin duda en los consabidos matices a integrar para la ocasión… A sumar, ojo, lo engañoso del single de adelanto a la hora de tomar posibles posturas precipitadas… «Tiny», como ocurrió con «Over it» en «Farm», es una alfombrilla liviana, agradable de primeras  y muy fácilmente asumible que, por contra, pertenece a un elepé que prescinde mayormente de la carta de «lo inmediato» al abarcarse en su conjunto. Y sí, el pálpito (sobretodo para el conocedor de la banda), es correcto. Ahí donde «Been there all the time» o «Watch the corners», sendos temazos/singles del copón superiores -a qué negarlo- al par inmediato anterior aquí mentados, nos «venden el disco» desde ya mismo, «Tiny» ejerce de chocolate del loro y zanahoria del asno. Esto es: te enseño un poco para que te toques un rato pero las fantasias, ya si eso, te las haces tu en casa… 
 
 
Y me parece fetén ello, claro: «dar una imagen de lo que no és», significa el título del disco y lo consecuente con ello queda servido de pura premisa-base… Eso sí, por si poco fuera a la hora de reafirmar ese punto de partida (ese «jugar con el título» como concepto primordial), resulta que la primera canción del disco, y la que antecede a «Tiny», es la otra píldora de más fácil y directa ingestión: «Goin down». Riffazo asesino sin contemplaciones sosteniendo el tema en «sopapo mode», que engancha de primeras sin remisión y que tiene, además, ese bridge saltarín entre partes o, igualmente, el breve y ya tan esperable momento de «magia guitarrero-jurásica» sobre el 2’43″… Y, en resumen, una fantástica manera de seguir esa tradición suya de que, vayan por donde vayan después los tiros, la primera del álbum tiene que ser un hostiazo en los morros sin negociación posible. La versión «feliciana» de su acostumbrado discurso (su vertiente más accesible -nos repetimos y en efecto-) queda dispuesta por la ya más que mencionada -y como bastante sobada a estas alturas… sin que por ello deba negársele panes y sales, ojo con eso- «Tiny». Aquí llegados, cabroncetes son estos señores, uno ya se pone en modo «auto pilot» dispuesto a meterse entre pecho y espalda, y tan ricamente, un «I bet on sky 2″… Pero no. El minutaje por lo general breve, al repasar previamente el tracklist, de las canciones y dicho inicio pueden invitar a ello, está claro (a vueltas con lo de las falsas impresiones precipitadas -y que te lo están diciendo en el nombre del disco, coño, ya te lo repito/reitero de nuevo, si-). Y son temas muy cohesionados (en el sentido de que Mascis no tira apenas de largas disgregaciones en «lo suyo») como en el anterior, si, y de la misma forma su producción más ligeramente asilvestrada nos pueden retrotraer a «Beyond»,- también ok-, pero al final… el espíritu es el de el otro, el de «Farm»,  que nos queda justo en medio. «Be a part» empieza con esa ensoñación de ténues cuerdas de medio minuto para acelerarse muy sutilmente y plantarnos un drama eléctrico en la mayor y mejor tradición de los temas más introspectivos de Mascis (que les recuerdo así de gratis, y por ser así de buena gente uno, que fuera de sus círculos de confianza la «c» es una «k» a fin de no hacer el «ridi» porqué si… que los yanquis no «cecean»). Bonita y enorme canción, con unas guitarras que dicen más cosas que todas las palabras habidas en incontables discografías enteras de otros (sobre el 2’30» y en adelante, deep fan, vas a notar una hinchazón importante en el bajo viente… y, ay, cuando entra la guitarra justo antes de que acabe ese minuto… y el solo de despedida… su puta madre…). Mas. Así, en general, «más», con «I told everyone»… Al puto calabozo los tres por no alargar esto más allá  !!. Y de nuevo esa sensación de descenso al vacio con los sentimientos desbordados que el conocedor de «Farm» abrazará sin reservas… Y qué bien suena el bajo de Barlow rebotando por todas partes… y qué maravilla el solo en el intermedio, justo antes de retomar el motivo principal (uno de los solos más cruelmente breves del melenudo y ya cincuentón skater). Turno para el primero de los dos temas de Lou: «Love is…». Mucho más que meramente «resultón» su concurso como siempre, por ser tan parecido en forma y distinto en ejecución -a la vez- del otro (al que, cómo no, le permite su breve «momento guitarril», faltaría). Sin alcanzar aquí los grandes temas de Sebadoh si que logra apaciguar la estática generada por su amigo/socio dando una lógica mayor presencia al bajo (y qué bajista, claro) que aminora el «efecto metralleta» habitual -y tan básico para seguir al chalao- por una mayor nitidez y fluidez más melódica (y plácida, ya puestos). Un poco, también, la lágrima por intuir uno que esto es lo que tendrían que venir haciendo un poco los puñeteros Posies (en vez de la mierdaca con la que han vuelto en esta misma añada… pero de más lejos que viene ese drama y ahora no toca ello, está claro). 
 
 
Tras el ecuador marcado por el primer tema de Barlow (conato de tradición ello también) y recordar ahora que, aunque no lo haya mencionado aún, entre las cabezas más visibles de J y Lou sigue habiendo como siempre un señor batería, Murph, que le arrea a los parches que se queda uno bizco, nos llega «Good to know». La otra canción, junto al single, que no supera los tres minutos y medio y que a priori tiene/tenía una pinta de  «45 rpm» importante… O quizá no. Porque no es tan evidente o pegadiza y tiene, además, un momento donde Mascis parece que va a entrar en el trance de turno pero que, por esta vez,  se queda finalmente en mera impresión para recogerse, tras la breve y esporádica aceleración guerrillera de rigor, en parajes más calmos. Esta canción, ciertamente, hubiera durado el doble (mínimo) en «Farm», si, pero (al tanto) nadie la mire de lado… Es más: de no haberse marchado Lou tras «Bug», hace unos cuantos mundos, es fácil suponer lo distinto que hubiera sonado «Green mind» (por lo menos en algunos momentos) tras echarle medio oido a esto. Y aunque el disco de la niña fumadora es irrepetible a distintos niveles, ok, lo que se dice «sonar mal» tampoco lo hubiera hecho del todo… Además, es la antesala ideal de «lo gordo» del disco… Ese lugar donde los más fanáticos retozaremos en barros como benditos, sacándole las entrañas a cada canción esperando el detallito, la genialidad de turno que, no se dude esto tampoco, nunca va a faltarnos… Lo de «I walk for miles» ya no es un riff asesino como con el tema inicial, no, es puro mármol el cabrón (atención al inicio, con tamaño ejercicio de contundencia a martillazo limpio fanes de Sabbath). Esconde algunos de los pasajes guitarriles más putámicos de la colección (atención fanes de Neil a lomos del horse en la conclusión) y va, sin remisión, de cabeza a la saca de los temas más queridos del lote desde ya… Aunque no tanto como «Lost all day», conviene matizar… Sentida agonía «mascisera» a la enésima. Melodía que te hace llorar lo mismo que sonreír, según te pille, pero que lo que es compañía va a hacer siempre y que se desdobla, a posteriori, en un pasaje instrumental en  crescendo eléctrico-melódico de esos que solo éste poeta de la jazzmaster, el hacedor de «Get me», me ha alcanzado en el rock de los últimos veinticinco años con remarcable, más que cierta, asiduidad. Pero, ojo, que llega la «quedada» del disco: «Knocked around»… Que empieza en un -aquí recuperado- falseto y que si bien deja claro de primeras que, en dichas formas, no esconde en su interior la épica fatalidad de «not the same» o el descenso infernal de «alone» (para los followers ambas legendarias, que lo de meramente «buenas» es un insulto aquí), si genera un cierto sentir de «a ver por dónde tira el cabrito…». Y sí, claro, te/nos la clava de nuevo. A media canción se acelera, de repente y a traición, a lo burro para acabar cuadrando la guitarra con la que uno seguramente, de ser manager o promotor (o algo del estilo) para la banda, utilizaría para venderles la nueva rodaja a los fans de siempre… Más densidad sónica para «Mirror», el penúltimo puerto, con más melodrama y ese curioso intermezzo bluesie «pega-partes» que aunque funcional casi parece una coña marinera en sus manos (aunque, desde cierta perspectiva, se agradece por la frescura y ligereza destila en contrapunto a la fatalidad de J al relatar)… En cualquier caso, trompetas y vítores, la despedida con Lou y su «Left/right», para mi (lo digo desde ya) el mejor tema que ha escrito para la banda desde la reunificación original, aparca del todo el asunto en su correspondiente y muy alto pedestal. El que procede. La melodía, ese segundo estribillo, ese breve momento de acústica inesperado, ese bajo más limpio de nuevo, la guitarra que se deshace… Aquí sí está, de frente y sin cortapisas, el genio-ente creador (o co-creador, si nos ponemos puntillistas) de «Bakesale». Mucho se lo ha currado con ésta, Sr. Barlow. Bravos a mansalvas.
 
 
Y hasta aquí el mejor disco de rock del año… Y, en verdad, para mi el mejor de nadie desde 2012 (el de «I bet on sky», si). Solo un pero… Siguiendo su progresión numérica de aparición de discos el siguiente llega, si no lo dejan antes, sobre el 2021… Y esto no se puede permitir. No se compren el disco, que no les contraten para conciertos, háganles tod@s reseñas horribles en sus espacios… Qué fracase mucho éste álbum, joder… Para que tengan que volver con más a la mayor premura  (ayer de ser posible). Yo no puedo estar un lustro esperando más temas de esta banda. «Mi banda». Es un hecho y punto jurásico.
 
*Post aparecido originalmente en IGWT, aquí en su versión director’s cut. Por DON GUZZ.

 
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