El ¿primer? disco en solitario de Greg Dulli se titula ‘Random Desire’.
…nos habla de pérdida, soledad, arrepentimiento, fantasmas y amargura, para ello utiliza su carnosa y personal voz…
«Random desire», el nuevo disco en solitario (en realidad es el primero, aunque tampoco) de Greg Dulli, era uno de los lanzamientos discográficos más esperados por mí para todo 2020, lo bueno es que ha llegado al principio.
Con Afghan Whigs de nuevo en stand by, y tras la muerte en 2017 del guitarrista Dave Rosser, Dulli se encierra a grabar y seguramente a hacer un ejercicio de catarsis por medio de la música y de las canciones que encierran emociones, y que pueden ser curativas tanto para el oyente como para el autor.
En este trabajo el líder de The Twilight Singers nos habla de pérdida, soledad, arrepentimiento, fantasmas y amargura, para ello utiliza su carnosa y personal voz, como siempre sobresaliente en cuanto a la belleza del timbre y la uniformidad de su proyección.
Pero se cuida mucho de no dejar desamparado a su instrumento vocal, lo abriga de suntuosos sonidos – para ello toca todos los instrumentos – y la hace circular por delicadas líneas melódicas.
Como es habitual, Dulli no transita la vereda más obvia y simple, se introduce en complejos caminos sonoros, busca estados climáticos y atmósferas que puedan empastar con el germen de sus composiciones, tratando de que el resultado global sea coherente y bello, que se retuerza en la hoguera formada por la amalgama de estilos que suele utilizar para crear sonidos y que se produzca ese efecto envolvente y absorbente que suelen tener los conceptos creados por el genio de Ohio.
Resulta en cambio, identificable, con la estela del grunge acariciando su sonido, pero sin abordarlo jamás, con el soul agarrado al espíritu de las composiciones, viajando de polizón en el Caballo de Troya que en muchos casos son las canciones de Greg Dulli y con esa sensación de periplo por un mundo sonoro cerrado y circular, del que nunca se sabe si existirá puerta de salida, el disco se introduce en el oyente de manera sutil, serena y dulce, para expandir su conglomerado de sentimientos, profundidades y valores musicales, que nuevamente son de enjundia, alcanzando la excelencia y la lágrima en más de una ocasión, como en la devastada «Marry me» o en la fulgurante «It falls apart».
Ambiente victoriano y nocturno, como el asolado aspecto de un salón palaciego tras una fiesta de aristócratas capitulados, con la luz tenue del amanecer entrando por debajo de los cortinones de paño y el silencio que termina venciendo al bullicio, así me imagino el óleo que podría pintarse de muchas de las canciones de «Random desire».
El adelanto «Pantomima» con sus furiosas guitarras, el piano golpeteante, como un remordimiento, de «Scorpio», la infecciosa «A ghost», la electrónica y expansiva «Lockless» o la balada que hace de colofón, «Slow pan» son algunos momentos que me atacan y afectan de manera especial.
Dulli vuelve a utilizar la varita mágica y se saca de la chistera un disco de los que solo él es capaz de registrar, por libertad creadora, por intensidad compositiva y por la ausencia total de tabús estilísticos, y deja un catálogo que para algunos (como yo) marcará el listón de la excelencia para el presente año.
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