Ya iba siendo hora. Setanta Records se ha percatado de las tres joyas de Richard Hawley que tenía olvidadas en el arcón, su EP debut versión Extended, Late Night Final y Lowedges, de las que practicó hace bien poco el correspondiente reissue en el formato rey, pues no son discos para posa-vasos. Y no voy a negar a estas alturas que Coles Corner es la obra maestra de Richard Hawley, también la que más favores de crítica y público ha recibido, y por algo será. Si algo tiene ese disco son de entrada unos arreglos monumentales y una canción llamada The Ocean que considero una de las grandes de su década sin discusión alguna. Aunque el disco al que más estima tengo sin objetivismos que valgan es Late Night Final. Lp que nunca obtuvo los favores de otros que vinieron después, pero que remite a toda su obra posterior, para mí es primordial y tan disfrutable como aquellos, incluso con cierta lógica sólo puedo razonar que Setanta no contaba con los mismos recursos que Mute (absorvida por EMI en el 2002), y por tanto se obvie este disco, de vez en cuando se nombra Lowedges, y no es justo pues este puñado de canciones pone los pelos de punta.
Este disco me atrapa desde la portada, la escena es demasiado real y bucólica, un Breakfast Bar cualquiera de un barrio obrero, jubilados con la mirada perdida, eternos desempleados en la barra y en mitad de todo un tipo solitario, con más o menos clase, vestido de negro y tomándose su menú del día, apostaría a que viene de una larga noche de farra, o quizás se escabulló a primera hora de la mañana de las sábanas de su última conquista para saborear en solitud la victoria, posible punto de partida para Something is…!, canción que de entrada marca la diferencia con su debut por sonido y producción, arpegios caen en círculos acentuados por arreglos de cuerda y una líneas de guitarra sencillas pero sugerentes, muy presentes en todo el disco. El romanticismo no es nada empalagoso cuando es Hawley el que canta Baby, you’re my light, canción de terciopelo azul, glockenspiel, cello, violines y lap steel la convierten en una delicatessen. Las escobillas marcan el tempo de Love of my life, suena a porche trasero, la voz grave y etérea susurra pensamientos de deseo de belleza suprema. En The nights are cold se manifiestan con clase rasgos cubanos en percusiones y línea de guitarra, algo lógico si hablamos del sonido Brill Building en su día tan influenciado por el latin beat.
Can you hear the rain, love? es para la noche, solitud sin acritud, más bien con añoranza, un punteo sencillo de guitarra y el colchón de un teclado, compañía perfecta para la vigilia. Lonely night lleva el swamp de Tony Joe White pasado por su filtro pausado, portentoso sin más. Precious sight se apoya en un colchón de teclado y piano jazz acompañando una voz tratada que sugiere un viejo transistor. No way home debió pertenecer a Buddy Holly, la lap steel es simplemente magistral y en Cry a tear for the man in the moon convierte el sentimiento de abandono en belleza contemplativa acompañado tan solo de unos acordes rascados y unas notas de bajo. Pienso en Cash cada vez que escucho Long black train, los versos encajan en una canción que parece más un standard americano, una child ballad con esa lap steel meciéndonos. Cierra la instrumental y embriagadora The light at the end of the tunnel (was a train coming the other way) tren que avanza como un vals de ensueño hacia un fundido a negro, muy cinematográfica.
Con el Love Me Tender tatuado en cada verso, teje canciones de cuna para adultos solitarios, melodías ya escuchadas y cantadas con anterioridad, pero que en décadas nadie las hizo sonar como aquí, cadencias espaciadas, vacíos sonoros, interpretadas para si mismo como si nadie en el mundo las fuera a escuchar nunca, parecen cazadas con el único fin de dar salida a esos razonamientos que nunca le cuentas a nadie porque quizás piensas que resultan insignificantes, pero que están ahí y pesan, no existe pretenciosidad en sus versos, ni autocompasión gratuita y depresiva, si rebosa carisma y personalidad, lo que aquí despliega el sr.Hawley es un decálogo sincero y a corazón abierto de un romántico empedernido de mediana edad, algo tan anacrónico en este siglo como la música que destila.
Late Night Final queda suspendido en una línea temporal paralela donde el arte crooner de Scott Walker y Roy Orbison suena etéreo, donde canta como un Elvis Presley reverberante de ultratumba con Mazzy Star de side-band, arpegiando los acordes eternos de un somnoliento y resacoso Buddy Holly, y donde más allá de una percepción mainstream o de easy listening, logra sin más y sin pretenderlo hacer sonar a todos los pioneros a relentí y con una pátina independiente y underground, un disco que no pierde un ápice del inicial factor sorpresa que me cautivó ya hace muchos años. Excelente.
Por Chals
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Nunca le he escuchado, pero me lo apunto y empiezo por este.
Gracias y un saludo.
Coles Corner me dejó en un estado celestial, luego fui siguiendo y repescando su carrera en solitario. Si bien ninguno llega a los niveles del mencionado disco este "Late night final" del que hablas también se convirtió en uno de mis favoritos. Un discón, bonico bonico…