Discos Críticas

Hoy, 21 de octubre, se cumplen los veinte años justos del óbito de Shannon Hoon y aunque, por supuesto, el «tema aniversarios» pueda resultar el colmo de lo oportunista, tópico y manido, nos pasamos ello (tan ricamente) por el arco del triunfo y allá que vamos con este segundo trabajo, y último que viera el vocalista editado en vida (que casi ni lo ve, en verdad), de los Blind Melon.
Hoon nos dejaba por su adicción a la cocaine (de la mano con la presión del entorno por tener que salir de gira con el disco nuevo) y, con ello, dejaba también descompuesta y sin norte a una banda que lo tenía todo para reinar en esto del rocanrol por allá los mid 90’s (y en adelante) … y con la boina, visto hoy en perspectiva. La cadencia y estilo del músico son algo demasiado icónico a lo que el resto de la formación, para resumir, jamás podrá vencer. Y tampoco lo han intentado, ojo (o siempre se han llamado de la misma forma, para entendernos). Lo que les honra como músicos y amigos, o les convierte  en meros comparsas del desaparecido según quien los mire por la mirilla. Aunque, al tanto, la prueba definitiva de la importancia de Shannon y de la pericia como músicos del resto lo tenemos, a la vez y todo revuelto, en ese disco del 2008 ,»For my friends», que consta como el tercer y hasta la fecha último elepé de la banda como tal (entiéndase aquí «elepé de estudio y de la discografía oficial», claro ello)… Álbum ese que, para quien suscribe al menos, sorprende, gusta fácil y nos deja claro que Blind Melon no era sólo, ni mucho menos, el añorado voceras. Travis Warren que tampoco es ningún pintamonas, y aún sin la mística ni magia del cabronazo tocado por una varita al nacer del otro, hizo un muy buen trabajo y el cómputo global de ese disco no esta nada, nada, mal. Justo lo contrario. Pasa que, ay, cómo no comparar, claro… El disco pasó del «no está mal» al puro olvido en un chasquido para casi todo dios. Los media le abandonaron a morir en un callejón antes siquiera de terminar la primera escucha y ahí, tan cruelmente, que se acaba el cuento con las oportunas matizaciones quieran darse. La culpa, ni qué decir y al 3000%, es lo insaltablemente alargado de la sombra del llorado cantante original… sin más. Shannon, en su ascenso a la fama, se nos va agilipollando a pasos agigantados y aunque alcanza ciertos momentos de serenidad, las poses y posturitas, varios documentos audiovisuales controvertidos, ocasionales problemas con la ley y demás, dejan testimonio, casi en directo, de lo que le puede ocurrir a un alma sensible -y disoluta a la par- a la que le dan todos los bienes y privilegios posibles… O, más fácil, lo que ocurre cuando se cambia (en los baremos industriales que se movia este personal) hierba por cocaína sin medidas ni brújulas que valgan. Nada nuevo, vaya y a la postre… Eso sí, y que aquí se quería llegar, con y sin excesos, Hoon «lo tenía» (volvamos al toque de varita cabrón). Y «lo tenía» en cada poro, por lo que la palabra «insustituible»  es tan certera como sangrante aquí . Y sea ello en la perspectiva del fan o la del resto de los propios miembros del combo.
Y ahora, recordando brevemente que ya comenté en la casa hace unos meses el tan cojonástico estreno de la banda con la niña abejorra en la cover, vámonos ya a por esta soup… Que tan difícil lo tenía tras el multiplatino primer álbum, tras tres años de esperaza (aumentando la espera que no dejándonos la «n») nada menos, que es mas oscuro, que es más denso y que es menos inmediato… Y que, por supuesto y en síntesis, es igual de magnífico y recomendable que el otro.  Y puede que prefiera a los «infinito-nano-centesimales» el primero, pero (obvio) la diferencia es tan irrisoria que ni me importa ni me trasciende ello. A por los dos siempre y punto, sin descuidar los outtakes del disco «Nico» (así llamado por la hija que dejara huérfana Shannon con unos cuatro meses de vida), con el cantante ya finado y de 1996.
«Soup» se arranca con la arrastrada serenata trompetera, y no acreditada, «Hello goodbye» a modo alfombrilla de entrada para esa siempre cojonuda y bienvenida  «Galaxie» que es a la vez el single más famoso del disco y un himno de su década por derecho propio (y aunque no goce de la popularidad de los singles estrella del estreno, con «No rain» en cabeza). No fue poco lo que se machacó con el video del aprendiz de brujo (claro guiño a la «Fantasia» de Mickey) y el coche con la banda haciendo el capullo… Y más cuando Shannon nos dejara, ni qué decir y claro ello. Continua el cocido con «2×4»  que es más revisionismo de rock yanqui añejo en las formas habituales del grupo… Y 2 de 2, vaya (la potencia de la banda, el dominio melódico del puto crack al micro, los cambios constantes con bajazo como hilo conductor… buenísimo todo). «Vernie» es la leche con esa parte final donde uno se hace feligrés vitalicio de la iglesia hoonera a poco azuce un algo medio oido… Pero dejémonos de cortapisas ya: qué bueno era éste pedazo de hijo de puta y punto !. Por su parte, sigamos, la tan cachonda como acústica «Skinned«, con su reclamo de patos y demás, es el himno definitivo del país Perro-flauta que se ve, a su vez, sucedido por una «Toes across the floor» que junta el ser todavía más hippie por momentos (algo así como el par de la Incredible String Band secuestrados en el sótano de Zep) con la leche eléctrica acostumbrada sin problema alguno que medie. En pie y gracias infinitas a quien toque por «Walk«, que es maravilla de maravillas y se lo juro pertenece a un disco editado en 1995, no es ningún outtake o single perdido en el tiempo de ningún tótem del primer lustro setentero, o anterior a eso incluso, de la american music. Tras dicha pieza, con la que pido prudencia a todos los fans youngeros (que se ve te puedes quedar ciego y tal…), más leña con la menos obvia pero igualmente necesaria (ni una cerda el cepillo menos) «Dump truck«… Hasta virajes pseudo-jazzeros que hay por ahí en medio y, de nuevo, cambio dramático hacia el final donde el cabrito te puede hacer llorar de plena emoción si te pilla de improvisto… y si te lo esperas pues también, qué narices. Tal era su poder… o lo era -y és- para mi al menos ya que , y antes de cambiar de párrafo, les confieso aquí llegados que Shannon y Elliott son las dos muertes prematuras/inesperadas que más me duelen en el rock del último cuarto de siglo. Con abusiva diferencia y siempre en base a los gustos propios, obviamente.  (inciso: Elliott Smith, curiosa fatalidad, murió igualmente un 21 de octubre -de 2003 en este caso- y quede para él también hoy, como siempre, el recuerdo)
El segundo acto se inicia con la díscola «Car seat (God’s presents)» que resulta, abiertamente, la pieza más experimental del lote con sus aires de paso doble cósmico y su radiofónica parte final y tal… Simpático ello, que funciona a su manera y no lo negaré. Como tampoco negaré, eso si, que me parece el momento menos memorable de un disco donde para nada chirría pero en el que, honestamente, cuya falta u ausencia sería la menos llorada. Injusto ello, probablemente, pues de alguna manera nos sirve para remarcar el ecuador del viaje, justo antes de abordar la nueva batería de temones del caerse… Como, ya mismamente, esa inmediata, extraña y vacilona a la par «Wilt«, a la que si algo se le puede reprochar es su final, tan cruelmente abrupto y súbito, que nos da en los morros justo cuando, con tanto acelerón construido, la cosa olía jam lisérgica de treinta tenedores y otras tantas estrellitas michelin… Pero, claro, nadie se preocupe. A partir de aquí los muchachos entran en una especie de trance descuajaringante para el quinteto de despedida donde, por ser así de majetes, nos envuelven el puro notable del antepenúltimo corte con cuatro excelencias (dos por delante y otras tantas por el otro lado) como soles igualmente cuatro. La canción de cuna lunera «The duke» es más que bonita de por si (de alguna manera la «sleepyhouse» de éste sopero trabajo) hasta que, además, se desdobla en un invencible y rockero estribillo que de tan emblemático no hay cochino dinero lo pague… y el final con los oh-ohs y tal, claro… Tremendo es nada antes que poco. «St. Andrew’s fall«, que tras el breve rasgar de cuerdas se arranca sin prolegómenos de más a valer, es un nuevo compendio de arreglos y armonías (seguramente, el ya desmedido y tan magnífico uso de ello, el mayor cambio en relación al estreno de este disco)  embutidos entre la melodía hasta que llegamos a ese circense e inesperado intermedio, donde Graham le da a los bombos lo suyo cosa fina, y hasta la bonita voz doblada  que nos lleva de la mano, con los violines y demás, hasta la orilla final… La «notable» , cómo si poca cosa fuera, «New life» con su dinámica slow-fast a traición en ambos sentidos (en la mayor tradición de buena parte de los temas más «cañeros» de la banda), corre el serio riesgo de ser cruelmente obviada como «buena sin más» ya que la que sigue, «Mouthful of cavities«, es posiblemente uno de los mejores temas de Blind Melon… Ahí dejado, como quien no quiere la cosa y al descuido. Con las segundas voces de Jena Kraus subrayando, su crescendo continuo, el piano que se suma a la fiesta, su melódica tristeza y, de nuevo, su encomiable ejercicio de síntesis que la hace perfecta como és pero que, egoístamente, uno quisiera que durara el doble, sino el triple, de lo que dura. Además, que por si poco resultara ello y para cerrar el chiringuito, los tíos nos tenían aquí reservado el momento de gamberrismo eléctrico  por antonomasia de la colección con ésta «Lemonade«… que parece una invencible cantinela borrachuza (entre lisergias psicodélicas por doquier), hasta ese casi apunkarrado acelerón de despedida… «too much, too much lemonade»… Y las trompetas mariachis de despedida ya definitiva y enlazando, cerrando el círculo, con aquel ya tan lejano inicio del «Hello goodbye», cómo no… Nada, nada: a sus pies forever y qué viva la sopa, claro qué si.
Y es que, ya al cierre y seguramente, el único y principal secreto de esta gente y los Robinson en aquellos años es que, en las últimas, eran las dos únicas bandas -de las más o menos populares y realmente buenas de cojones- que no se esforzaban en absoluto en  «disfrazar» su sonido y discurso en pos de «modernizar a los clásicos» y tal… ¿Por qué modificar a los Dead, Allman, Young o incluso Zep (etc) para adaptarlos a los new times?… Ya estaban bien como estaban, joder y claro qué sí. Pasa, que aquí es lo que debe puntuar, que solo algunos muy selectos pueden jugar a eso sin pillarse los dedos (por la desbordante dificultad que entraña) pasados los gloriosos 70’s…  Y, ojo, no digo que «Soup» y «Amorica» sean mejores que «American beauty» y «Brothers and sisters» ni mucho menos, solo afirmo (y me reafirmo en ello) que son discos que pueden cargarse con pleno derecho, sin miramientos y con toda la barbaridad que acarrea ello, en la misma mochila… que se soporta el peso sin escucharse para nada el crujir de las costuras. Dicho de otra manera: nada de encerrar el material apuntado (sean estos melones de hoy o los ilustres señores cuervos) en la reduccionista y limitada label del «rock 90’s», que nos queda ello muy corto aquí ya que, en definitiva y resumen, son muchísimo más que eso. Y me coman mucha sopa también este invierno, ni qué decir. Que siempre es sana y da candor al alma.
 
Blind Melon – «Soup» (1995) : 9’4 / 10
01. Galaxie/ 02. 2×4/ 03. Vernie/ 04. Skinned/ 05. Toes across the floor/ 06. Walk/ 07. Dump truck/ 08. Car seat (God’s presents)/ 09. Wilt/ 10. The Duke/ 11. St. Andrew’s fall/ 12. New life/ 13. Mouthful of cavities/ 14. Lemonade.

Por Guzz.

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3 comentarios

  1. Desde luego los tres primeros de los cuervos y este soup pueden formar vecindad mochilera con cualquier inquilino, por muy célebre y ensortijados que se presenten sus falanges. Discazo y punto, ¿quien no se desgasto los tímpanos de tanto escucharlo hace 21 castañas?
    Un abrazo.

    1. Y no olvidemos el estreno melonero Addison que por ahí gravita también. Sí señor, por mucho que "lo de antes era mejor" (por genuino y porque la falta de medios azuza el ingenio -y con ello el talento-… que hasta Jamiroquai lo decía) cuando, con cada paso del Halley o poco menos, alguien se acerca a ello con enjundia real no debe dejar de reconocerse/agradecerse el asunto sin reservas. Blind Melon fueron grandes de verdad, sobretodo por Hoon y sobretodo a pesar de él de la misma forma, y eso es lo que a nosotros nos vale e importa.
      Abrazo Mr. De Witt !

  2. Aunque me gusta mucho el disco y el grupo, no lo veo a la altura de las obras maestras que citas de Grateful Dead y Allman Brothers. Dicho esto, "Soup" es un trabajo excelente y muy personal, y es posible que el grupo, al igual que los Crowes, hubiera seguido creciendo con Shannon Hoon.

    Un abrazo, Guzz.

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