La Banda Trapera del Rio fue, muy seguramente , la banda más caótica, quinqui y avezada a la autodestrucción que nunca asolara (que pónganle acento a la última «a» si quieren sin problema) nuestra vieja península. Institución a la que abanderaron en no se cuántas cosas sin reconocerse ellos mismos con nada ni nadie (o no de lleno, al menos), fuera a nivel de estilos, tendencias o lo que se quiera. Mediaría, eso sí, cierta explicación de entrada para con los fanes añejos (por si, casualidad de la vida, cae alguno por aquí), los que vivieron «aquello» de primerísima mano y en los primerísimos años de transición… Y es que con La Trapera, se intuye (y hasta queda obvio según cómo) cierto adoctrinamiento o pedigrí marcado y orgulloso -aunque también autoendilgado y…¿sectario?- por parte de los mentados fanes (espoleado ello por ciertas declaraciones de los propios músicos, aún con la banda ya mucho más que extinta). Esa especie de «si no estuviste ahí no sabes de que hablas» (como si fueran veteranos del Vietnam o similar). Pues vale… pero, al tanto… Por un lado están los fans-críticos y gente del negocio musical (así a granel) varios que participaron de ello de alguna manera y que se enrocarán con esto, o pueden hacerlo, para después hablar/escribir sin rubor que medie (y en esta era de información desmedida a la que todos accedemos para más inri) de la Velvet o The Band como si hubieran tenido asiento reservado cada noche en la Factory por allá el 66 o, también, como si hubieran ayudado a pintar de rosa la casa aquella, directamente… Y por otro lado esta el «factor groupie», claro. El de «no me los toques -a la banda en este caso- que son míos»… A ver, se siente, pero esta gente (todo un milagro, y en más de un aspecto, según se vea para el caso hoy ocupante) bien que sacó discos, se les logró documentar mal que bien pasajes audiovisuales y, por ende, pasaron a formar parte del acervo cultural. Que se puede opinar y punto, vaya. Y si alguien se pica, celador de su experiencia y conocimiento hasta el fin y más allá, pues 2×1 y se arrasca por el mismo precio. Estaríamos buenos. ¿Y a qué tanta inquina?, podría inquirir alguien justo ahora… Pues, sin problema, que se lo resumo mucho más rápido esto en concreto: la puta, vieja y mezquina envidia de siempre. La que me dan todas esas gentes y gentuzas varias que disfrutaron esta barbaridad en rotundo y pandemónico real time. Tal cual.
Momento ahora de dar al César lo suyo… Y el César aquí sería el escritor y periodista Jaime Gonzalo. Entre otras cosas, el 50% de la jefatura del Ruta 66. Aquella revista que encontró un equilibrio imposible entre el fanzine y lo profesional, y que aunque llevara ya varios años en liza -desde a mediados de los 80- fue en algún momento de los muy últimos 80’s o muy primeros 90’s y durante varias temporadas (de imposible repetir) que alcanzó su putoamismo más exacerbado y que tanto nos marcara a algunos… Los que ya la conocistéis mucho después, en color o poco antes, no podéis opinar porque no estuvistéis ahí y… en fin… Volvamos, que me pierdo. Gonzalo, por lo general y desde la perspectiva del lector era «el poli más malo» de los dos al compararse con su socio (el también ilustre Ignacio Julià -y que también podía ejercer de muy ilustre señor cabrón cuando se terciaba-) y, aunque parta ello de una impresión completamente gratuita, siempre me generó cierta sensación de que (más allá de su debilidad tantas veces evidenciada por los Stooges) si algo lograba cierto renombre, si vendía mil discos ni que fueran, ya la cosa no iba con él o, cuánto menos, no era digno de mención… No pasa nada, a alguien a quien (por rápido ejemplo de tantos posibles) le debo el descubrir a los TMGE se le perdona lo que haga falta y más. Nos jodió. Además, y vamos ya centrando el asunto, Gonzalo es también «algo así» (que no se por qué coño he puesto las comillas, pero bueno) como el cronista absoluto de La Trapera y, en verdad, su biógrafo oficial o -al menos- lo más similar posible a ello. Sea por su libro «La Banda Trapera del Rio: Escupidos de la Boca de Dios» (2007), por sus reseñas varias en la mencionada revista o, mismamente, por este video del youtube (solo audio) donde explica un montón de datos y detalles de la formación de Cornellà tras una presentación del aclamado (indispensable en mis cuentas) rockumental «Venid a las Cloacas» del 2010 (donde, obviamente, se da buena cuenta de la singladura Trapera), sea por todo eso pues e insisto, Jaime es la persona, ajena al grupo (o puede que incluso contando a los del grupo ya a estas alturas atendiendo a que la mayoría de sus fundadores ya hace que no están entre nosotros), a la que conviene leer y escuchar cuando de este personal se trata/trate. Por su culpa, influencia si prefieren, dí la murga a un familliar de un amigo (otro routier, cómo no, aunque bastante más viejuno que el menda) hasta que por puro agotamiento me grabó en cinta aquel «Directo a los cojones» del 95 que envolvió físicamente el retorno noventero del grupo a los tablaos (chapa Munster, mediante). Aquello estuvo bien. No me cambio la vida pero estuvo (realmente) bien. Aunque, eso sí, la guitarraza del Tio Modes (fenómeno comparable a lo que quieran en lo suyo) acaparaba toda mi atención por entero, relativizando (demasiado) el resto de activos del ya entonces histórico combo. Es normal, por otro lado, siempre me ocurre (en mayor o menor grado) cuando les escucho pero, claro, así en directo el tema es ya como bastante definitivo… Sea como fuere, una serie importante de años se cuelan de por medio y ya bien entrada la primera década neomilenaria veo un anuncio con el libro en cuestión… Y, claro, «si le gustan tanto a éste tio por algo será… y ahora hay interné… y me aburro…». Bueno, que me hice con todo el material audible de la banda, así en formato bucanero, y sanseacabó. Y ahora agilizo mucho… El primer single incendiario aquel de la menstruación y la ciutat cremada; el primer disco (icónico) mezcla de denuncia social y choriceo por doquier; el segundo disco… que me parece la hostia, del que quería hoy tratar mayormente, que tiene una historia propia detrás del caerse y que, sin duda, me parece y merece debe formar parte de éste, su exilio amigo.
Llegados a este punto, y como todavía queda bastante, les conmino a todos nuevamente a ver/repasar el documental arriba apuntado (que si no esto no se va a acabar nunca e insisto: de verdad que está tremendo)… Ahí tienen la realidad de la banda en el transcurrir de los años, su enfrentamiento (o veto) en los inicios con el rock layetano y el jazz fusión pijo centro-barcelonés (opuesto al combativo rocanrol de extra-radio obrero -y quinqui- que ellos pregonaban y del que tanto se enorgullecían), sus bailes de miembros, algunas de sus movidas «extrañas» en conciertos y demás o, entre bastante más donde elegir, sus tratos tan peculiares y jodientes con las industrias discográficas. Y ya en el penúltimo escalón, antes de centrarnos de una vez por todas en este «Guante de guillotina», si alguien conoce a Gonzalo le pregunte por favor si el bajista que entró a grabarlo fue «El Subidas» (como uno presume), o éste estaba todavía en la mili y lo hicieron con Alberto Chazarra… Eso sí, los otros tres son el núcleo fuerte y ya histórico, cómo no. Pues más allá de que para unos el inicial Rayban sea insustituible por espíritu o que para otros hasta que no llega Jordi Pujadas para estabilizar del todo su sonido la cosa no cuaja como debiera (sin olvidar, por ejemplo también, la rítmica de Emilio Hita «Rockhita» -que en paz descansa también desde ya hace unos años- en los primeros pasos), La Trapera siempre será, sobre cualquier otra consideración, esa indomesticable bestia tricéfala con Morfi Grei («El Morfi»), «Tio Modes» (Modesto Agriarte) y Juan «Raf» Pulido (batería). Ellos… y sus circunstancias. Y que en paz descansen segundo y tercero con la tan generosa gratitud que se les debe, ya puestos y por supuesto.
«Guante de guillotina» se graba en la primavera de 1982 (aunque algunos testimonios/documentos lo ubican un año antes) pero por hechos, que explica y aclara Jaime Gonzalo en ese debate/charla del youtube que mencioné, no se edita hasta 1993… Casi ná. Y gracias, mayormente, a una cinta que conserva Raf pues el master (que de tan puta madre sonaba según todo el que le echó medio oido) desaparece del mapa en algún momento de la saga y para siempre. En cualquier caso el propio Raf alucinó bastante, -volvamos a los primeros 80’s-, con las letras del Morfi y esa casi apología drogota que ha construido y que no acaba de ver muy clara… Sigue la provocación y mala hostia innegociable y vigente (eso que tanto alimentó al radikal vasco -lugar donde se abrazo especialmente el discurso trapero- ulterior a ellos), pero poca denuncia social se encuentra en relación al estreno y esa negativa del cantante a intentar «afinar» un poco como le pedían los de la CBS, y que quizá hubiera ayudado a dar un «salto mayor» al combo, pues como que medra entre cero y nada a la vez (faltaría)… En fin, que estos dos -Raf y El Morfi-, y por diversos motivos, estuvieron a la greña ora sí ora lo otro y con Modesto, que tenía también lo suyo, haciendo de imposible mediador de partes cuando le apetecía. Ya el tema de las drogas y tal lo pasamos rápido pero tampoco me parece mal reseñar que, en cierto momento de su singladura, esta gente son más traficantes que otra cosa (entrañable cuando Raf explica que por el concierto que fuese no veía un duro pero, después al terminar, se ponía a repartir onzas de lo suyo a machetazos detrás la batería y de ahí se sacaba unas perras). Como de puntillas pasamos también por el asunto de las peleas y batallas campales a lechuza limpia que por ahí se dieron… Y que fueron más de dos y cuarenta, por lo visto. Y, ahora ya sí, el disco.
«En el saco» abre a degüello (cómo si esta gente conociera alternativa alguna, si), ciertamente, aunque deja ya de entrada un par de cinrcunstancias palpables: la sensación de que las maneras son, en efecto, algo menos incendiarias de base que en el estreno (aunque El Morfi «berrea» sin complejos como siempre y que cante Pavarotti si eso) y, por otro lado, las acuciantes ganas de cagarse en la familia entera del que perdío el mentado «master» durante no pocas horas seguidas… Las guitarras del por siempre honorable Tio Modes aún en esta «grabación-rescate», que por momentos se acerca peligrosamente a la demo, brillan en diversidad e intensidad a un nivel de imposible olvidar (y adivinaron ya a estas alturas supongo el que, desde la visión del lego que conoce mayormente a la banda por su obra y a ello se ciñe en las impresiones, ésta barbaridad de guitarrista es mi «trapero» predilecto de largo -cuestión de talento evidentemente superior, no tiene más secreto-). Tras la primera andanada, con su parar por ahí en medio que ya es la repolla com está pero que con un mínimo de producción ya sería el tocamiento absouto (y aunque ahora pueda aparecer alguien diciendo que entonces «no sería lo mismo» -pos vale-), llega «No me mola tu pistola» que es la segunda leche en la morrera de esta gente que «era demasiado punk para los heavys y al revés» (aunque cuan difícil resulta siempre al escucharles no pensar siquiera un momento en Thunders o los Asheton, claro ello) y unos nuevos juegos guitarriles por parte de su eminente hacha del caerse, intercalados con el arrojo punk de manual (lo admitieran o no por entonces) de la base rítmica, más los exabruptos acostumbrados del Sr. Grei que para el estribillo se limita a repetir el título en activa y pasiva y con eso va que jode y ya le funciona sin problema medie. «A mi dosis» tampoco pide ni da cuartel, y -está claro- la letra del voceras (por mucho que hubiera leído a Rimbaud o a su tía la bizca) tampoco deja mucho lugar a dudas más allá del mismo titular de la pieza… «te acosaré en tu cama para enseñarte mis llagas…». Fetén, sin duda. Aunque me quedo antes incluso con esa «Vulgaridad» donde se pone de manifiesto lo demoledor de esta formación en lo instrumental y el acojonante descaro que rige. Lo segundo es, se insiste, lo que hace que incluyamos a La Trapera en el submundo punkie (sobretodo al sumar la voz y maneras del Morfi) pero lo primero és, o me resulta a mi al menos, su factor diferencial… Directamente. Tras tanto rollo quinqui, folklores sensacionalistas de orinas y cloacas o retratos de realismo callejero de la época y demás, tenemos a unos músicos que dieron con algo muy, MUY, tremendo (y no solo a nuestra escena me refiero necesariamente, ojo ahí). Y aquí llegados, faltaría, no creo que nadie espere ya que se levante pie de acelerador alguno. «Monopatín», que nos continua la travesía, queda en la cara oculta de plutón en relación a ello, mismamente… Aquí están «con su helado de fresa deshecho» » mientras te patean nuevamente el culo sin compasión ni nada se le asemeje. «No te entiendo» es más de lo mismo pero incluyendo un bajo (asumo -recuerdo- del «Subidas») que es la repera sin más y que se las apaña para brillar de narices aún a pesar de lo escueto del metraje (dos minutos y poco más) del pasaje. Llega ya mi favorita del lote (y de banda, se admite sin problema y a pesar de su horrible título y controvertida letra -que por mucho sea presumiblemente un «al revés te lo cuento» no deja de ser como és-), «Misógino», ya que es en ella donde Modesto alcanza ya la beatificación vitalicia y se consigue, de paso, un marchamo que es el vacileo padre intercalado entre soleos y punteos quilateros por doquier. Sulfúrica también «Juventud tatuada», por cierto y ni qué decir. Y es que, en verdad, ese estirón (rush que lo llaman en algunos sitios) con el trío final es, al humilde entender personal, la perdición definitiva para con este trabajo. Y de verdad que no debe dejar de apreciarse esa pista por nadie y aunque tan jodido lo tenga a tenor del par que la envuelven… Pues ahora ya al final, a modo brochero, tenemos estos «Comics y cigarrillos» que son lo más parecido a un medio tiempo (si si, de verdad que se lo juro) que este disco nos oferta y donde más allá del enésimo subidón que se destila por el innegable e indomesticable putoamismo sónico, puede quedar (o a mi me pasa, al menos) cierta tristeza al pensar un segundo en que hubiera pasado si esta gente hubiera tenido pasta para endrogarse mejor o un manager -o alguien- con sentido y capaz de controlar a las fieras (y sí, pido imposibles, pero puestos a tirar supuestos ya que más da)… Porque, ya para rematar, vale, ok, el primero es para un sindios «el disco», un directo (en efecto y ahí sobretodo) a los cojones, o donde toque, del que todavía hay algunas pocas gentes que no se han recuperado plenamente, pero… Joder (con perdón pero «joder» al fin), la evolución del sonido en «Guante de guillotina», pasando de letras yonkas y demás cacharrería rendida a los tópicos de fábrica, esta ahí. Y muy claramente, además. ¿Qué entonces -con esa parihuela del «manager» que me he marcado by la curra- no hubieran sido realmente ellos?… De acuerdo, también. Me parece perfecto y hasta coincido sin reservas… Pero, oh querid@s se lo aseguro, me hubiera gustado mucho verlo y escucharlo igualmente. No les quepa duda.
La Banda Trapera del Rio – «Guante de guillotina» (1993 -grabado en 1982-) : 8’5 / 10
01. El saco/ 02. No me mola tu pistola/ 03. A mi dosis/ 04. Vulgaridad/ 05. Monopatín/ 06. No te entiendo/ 07. Misógino/ 08. Juventud tatuada/ 09. Comics y cigarrillos.
Por Guzz.
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Yo creo que a día de hoy "Guante" es simplemente uno de los mejores discos que el rock patrio haya conocido. Llevando al máximo sus capacidades y en plena forma, La Trapera parió un segundo disco sensacional que tuvo que esperar una década para dar a conocer sus bondades. Muy bien que cites a Jaime Gonzalo y su fundamental libro sobre el grupo catalán, a Gonzalo hay que ponerle entre los mejores escritores españoles, no solo entre los especializados en rock y similares. Comparto pasión, por último, por Tío Modes, el Ross The Boss de aquí. Fenomenal reivindicación, Guzz.
Un abrazo.
Y lo que derrota ya del todo con el Tío Modes es verle en acción en directo en alguno de esos documentos audiovisuales que existen… Genial lo de este hombre a la guitarra. Con "Guante", insisto, de haber algún problema solo se me ocurre la desgracia del "master" perdido pues aunque para muchos ya esté perfeto como está pienso que con un trabajo superior, mínimo, en estudio sería un 10 de manual… Si el primero (que trataste en tu Ragged Glory) fue como nuestro estreno ramonero o "rocket", este -a pesar de su insboronable octanaje- es como nuestro "leave" y "road" aunque, por supuesto, la entidad y sonido propio de La Trapera se defiende y disfruta plenamente sin comparación a valer, si… Que pocas veces se puede tirar del término"auténtico" mejor y con más sentido que con ellos en esto rocanrol.
Abrazo, Gonzalo.