…es muy posible que estas diez composiciones todavía resulten mucho mejores en directo por el magnetismo que desprenden…
En el 2014 dejaba el pabellón bastante alto con un destacable “All or nothing”. Tres años después ha vuelto con un disco cuyo título probablemente le adjudique la permanente acreditación de ser la soberana de esas largas carreteras con varios carriles donde se circula a gran velocidad.
Si con el mencionado trabajo precedente se puso en manos de Dan Auerbach, el de los Black Keys, es en “Highway Queen” donde la producción a cargo de Collin Dupuis consigue dotar de una admirable madurez e intensidad a todas sus composiciones.
Parece claro que Nikki Lane ha explotado definitivamente a sus 34 años o, cuánto menos, ha conseguido mantener cierta regularidad discográfica, complicado aspecto dentro de un estilo que en muchos artistas parece encorsetado. La compararán con nombres como Wanda Jackson, Lucinda Williams, Neko Case,… pero el caso es que resulta bastante obvio que actualmente no tiene muchos rivales femeninos que reúnan tan brillante coctel de country, blues, pop y rock & roll clásico. Es más, su talento y su potencial permite imaginar que todavía puede darnos otras tantas alegrías discográficas en el futuro.
Con el grito de “Oh yippee ki yay” comienza a hilvanar un trabajo altamente homogéneo y coherente, evocando sonidos que se podrían aproximar a aquella especie de folk-rock que en los setenta practicaba el grupo escocés Stealers Wheel. Por supuesto las raíces del country también se constatan en un himno sobre trabajadores rurales sureños como es “700,000 Rednecks”, en esas millas y más millas con innumerables corazones rotos que por el camino va dejando esta “Highway Queen”, o en esa última noche, esa despedida a modo de cántico de amor que es “Lay you down”.
Llegamos a “Jackpot”, bombazo de canción con una especie de máxima, la de «nos jugamos toda la pasta por el gran premio». Hay honky tonk, hay rockabilly, y con ese estribillo de “Viva Las Vegas, Atlantic City rendez-vous” tiene, a buen seguro, la bendición de Martin Scorsese y de Elvis Presley.
Los corazones rotos sanarán con “Companion”. Resulta extraordinaria la conjunción instrumental mientras la voz se muestra más desgarrada, más tabernera.
Si “Big mouth” tiene el punto exacto de actitud provocadora, en “Foolish heart” o en “Send the sun” prevalece un ardiente deseo.
Por su parte “Muddy waters” es el corte más doloroso y desgarrador antes de rematar la faena con “Forever lasts forever”, de las canciones con más sentimiento que un servidor ha escuchado sobre una separación. Con ella Nikki cierra el círculo, el de un anillo que forma el tono más claro de una parte de la piel a la que durante un tiempo no le llegaban los rayos de sol.
Es muy posible que estas diez composiciones todavía resulten mucho mejores en directo por el magnetismo que desprenden. Asimismo se puede intuir que a esta dama del rock le espera mayor éxito y popularidad. Quizás sean ahora los mejores tiempos para disfrutarla. Estoy convencido de que “hasta que la muerte nos separe” me gustará este disco de la “reina de la autopista”.