Críticas Discos Especiales

EL MAMUT

…a bucketsful of clear, cool, country soul…the kind of album that will have to open it´s own door to a new category…the search of a calmer new ethic…a redefined morality, by the thirst for simple touchstones
Alfred G. Aronowisz, Rolling Stone

En la cultura del rocanrol -tan extinguida como el sapo dorado- el envoltorio ha sido igual de importante que el caramelo y ha generado un arte por si mismo. De la estética surgía la ética y entre ambas conseguían, en alguna ocasión, parar las agujas del reloj. Este es el caso. Oh esas divinas portadas de los cuentos de acordes…sugieren.  Con su dibujo al pastel escolar, Bob Dylan hizo una labor de diez. No se si le pagaste por ello Robbie pero menudo favor os hizo, aparte de tantos, en aquel simple giro del destino.
Ayer vi un cartel en una biblioteca de mi ciudad donde una bilbaina famosa decía eso de que «un libro es diferente según cada lector», afirmación perfectamente aplicable a los discos y más a los discos-cuento como del que vamos a hablar un rato.
Con este debut, quizás el debut más revolucionario y moderno-si he dicho moderno- con el banana álbum de la Velvet Underground de la década fundacional, todavía tan vigente en nuestra pequeña Reserva del Sapo Dorado del Rock, a mi me ha pasado de todo y lo tengo que reconocer. Ha transcurrido mucho tiempo desde que me lo agencie en una copia con el sello económico Green Label de Capitol Records, a primeros de los ochenta junto a otros discos seguramente de los Pretenders o Graham Parker. Es decir, entonces Music From Big Pink no llegaba ni a su mayoría de edad pero ya era un disco de culto y fuera de tiempo, difícil de tragar en la efervescencia powerpopera en la que estaba uno sumido aunque ya adorara The Last Waltz. A mi me resultó de buenas a primeras un disco raro. Y es que lo es.
Me costó mucho entenderlo ya que con el transcurso de los años me he dado cuenta de que encierra el misterio del bosque animado y que requiere de más experiencia vital de la que tenía cuando lo compré para que te ilumine el camino; además de la escucha reposada y vivida  de cientos de discos, anteriores y posteriores, para contextualizarlo y valorarlo como merece. En realidad, MFBP es una república independiente, invisible según Greil Marcus, de la historia del rock de raíces y dentro de la propia obra de la mítica banda. Nacido de la experiencia en un sótano de una casa escondida entre pinos y de una camaradería extraordinaria en esa perita dulce temporal que combina la amistad fraterna entre músicos -contar con el apoyo de un Bob Dylan en paz consigo mismo y generoso no es moco de pavo- y donde se expande la hermosa sonrisa de la musa. Y esa independencia rabiosa de este debut tan antológico como raro, ha producido dos efectos: que se le ponga siempre de manera oficial, en guías y biografías, un pasito y/o estrellita por debajo del Brown Album-su segundo y por otro lado y con el paso de las décadas, poder detectar su influencia desde Bob Iver a Midlake, de Hiss Golden Messenger a Bantastic Fand, de Brinsley Schwarz a Band of Horses y que se reivindique, ahora sin parar y con cierta histeria por el lado más folk-hipster de este negocio como la primera huella en un planeta-etiqueta entonces desconocido llamado Americana. En ambos efectos nunca estaré del todo de acuerdo. Es tan obra maestra como el Brown Album, es un planeta al que nadie puede osar llegar porque es imposible. Quizás en ese sentido Deserter´s Songs de Mercury Rev sea la versión que trata de ponerlo en fecha con un resultado sobresaliente pero nada facsímil; o también el The Trials of Van Occupanther de Midlake que quizás sin quererlo tiene ese espíritu de bosque animado aunque sus columnas sean algo más románicas.
Ni MFBP es un disco de menor categoría que el marrón ni crea un estilo llamado Americana que ya éste existía desde los años treinta que ya sé que suena bonito y panorámico pero que no es del todo preciso para describirlo, a no ser que te bases en su hit eterno, The Weight, que parece querer ser más la simiente de lo que luego desarrollaron a pleno pulmón y de manera exquisita en su segunda POM estos inquilinos de la Gran Rosa y de la que si no te coscas de su buñuelesca letra te puede parecer un precioso western-country gospel que tampoco lo es porque lleva encriptada en su eterna letra las mística de las Basement  Tapes y del John Wesley Hardin, repúblicas hermanas pero independientes.

Todo es único e irrepetible en MFBP: el sonido, la producción, el tratamiento de las voces, los efectos, los arreglos, los ecos, el paisaje y si es curioso observar las influencias ( la troncal es todo lo tocado en lo que son las Basement Tapes de la caja Bootleg Series completa) y también que es un disco atemporal pero de su tiempo ( yo ahora escucho pinceladas de Cream en muchos de sus pasajes y la paradoja es que Eric Clapton decidió disolver el power trío por culpa de este disco) También, y eso está en las hemerotecas pero sobre todo en la escucha con auriculares buenos, mucho Curtis Mayfield, las cosas como son y los méritos a quién corresponden y diciendo esto estamos reivindicando una forma soulera de cocinar los arreglos de guitarra de Robbie Robertson que sirvieron para influir en los legendarios coletazos finales de los Beatles y en el desarrollo más roots de bandas como Traffic, cuyo debut – del año anterior- también fue un poco semejante en planteamiento pero a la inglesa y, por lo tanto, más cortado a la moda Carnaby.
Ahora me gusta más la etiqueta de psicodélico porque lo es y no solo por su speaker Leslie, por el particular sonido del Lowrey organ, o esos metales Marine Band, es decir, el sello personal del gran Hudson, genio absoluto y crucial en este milagro sonoro que es MFBP sino porque este obra maestra absoluta suena, como he disco, a bosque animado y la psicodelía no es más que es una distorsión de la realidad que la vuelve más dulce y llevadera.
Cuando creemos que ya no hay rastro humano en la foresta pero sus fantasmas salen de paseo como la santa compaña; en este caso compuesto de almas de colonos europeos instalados en un lugar del Mundo llamado América del Norte… a eso suena MFBP. Y eso le hace moderno porque no hay nada tangible, todo son fantasmas rabiosos, suplicantes, heridos de amor pero que no dicen gilipolleces.
Acabo de conocer La Dordoña y allí hay un valle, el de su afluente el río Vézère, también llamado el Valle del Hombre por todos los yacimientos prehistóricos y asentamientos trogloditas que tiene y también ahora, entiendo mejor esta colección de canciones. Al final América está hecha en buena parte de Europa. Allí, en ese paraíso francés los pueblos son de cuento y un cuento es este LP, un cuento onírico lleno de libertad pura. Me bañe en el río y también sentí el latido del disco, además coincidió todo con la lectura de la extraordinaria biografía de Robbie Robertson. El mamut de su portada no apareció pero sentí su paso o quizás fuera un trueno lejano. Y fantaseé con esta hilarante comparativa ya que por mucho que quiera no reúno la pasta suficiente para visitar las Catskills Mountains y su casita de chocolate rosa en la Sierra de Nueva York. Pero a su manera imagino que allá resuenan, en el Valle del Hudson, los fantasmas de los indios que la poblaron y de los artistas, escritores, poetas y músicos que hicieron de aquello un edén semejante al Perigord negro. El bosque y el mamut, la santa compaña norteamericana.
En la noche fría dejan sus moradas,
viniendo a este mundo a expiar las culpas.
Mas después de las nueve y en lontananza
multitud de luces caminan sin rumbo.
German Copini/Teo Cardalla
Junto a los trucos de Garth, John Simon, el productor, es esencial para su sonido a cuento y su mérito es conseguir refinar a una banda de rythm&roll de carretera y darles otro rollo; además a todo hay que añadir el aire bíblico dentro del absurdo en el que estaban inmersos por el tipo de fábulas y textos que llegaban en los cuadernos que traía Bobby cuando quería probar rimas y nombres imposibles, botellas de pan y «demasiado de nada», fábulas sobre perdedores al ritmo de rudas polkas con ecos de cemento armado.
Se proclamó esa República Invisible que tan bien definió Greil Marcus, salieron en procesión los ancestros mientras en la radio sonaban los éxitos del nuevo sueño californiano; se grabaron, eso si ya fuera de la casita rosa, las cacofonías de toda la ouija musical que allí se preparó y el vaso dio tantas vueltas sobre la posición circular en la que ensayaban que estalló en mil pedazos y se incrustó en una bendición de espíritus y voces, de ángeles y dulces demonios; como el Camino de Santiago, se debería realizar, aunque solo sea una vez en la vida, el peregrinaje a West Saugerties, Woodstock, NY.
Nada más comenzar Tears of  Rage te sumerges en una fantasía y se te cae alguna lágrima acordándote de que las relaciones con tu hijo «van de mal en peor» y hasta que no termina el falsete divino de I Shall Be Released, le das la manita, como ese niño con abriguito que da la mano a su tío para que le lleve por una ruta diferente a la de sus padres y así conocer otros misterios de la vida.
Y es todo gospel blanco, si es el gospel blanco lo que inventa este contrarrevolucionario disco, surcando todas sus pistas y aquí están presentes más los Staples que los Louvin Brothers que también, y podríamos considerar las voces entrelazadas de Richard, Rick y Levon como los white Impressions. Le veo ese poso pero con una gracia transformadora que lo combina con la música americana más country o ancestral colona y con la inevitable explosión sixties de amplificar con efectos las voces y los instrumentos para generar un escenario, el del bosque animado. Y es entonces cuando caes en la cuenta de que en ese año, el 1968, se formaron varias repúblicas invisibles como Astral Weeks, Village Green Preservation Society, el White Album,  Beggars Banquet o Notorious Byrd Brothers. Y ahí continúan y nadie ha querido meter preso a nadie por proclamarlas. Cincuenta años para tratar de entenderlas y según crees las vas dominando   más incógnitas te generan. Menos mal que el disfrute cada vez es mayor.
Y en 2018 y con 54 años, me pongo la nueva mezcla del 50 aniversario realizada por Bob Clearmountain – uno acudía a ella con reservas harto de tantas  burras viejas que nos venden con otro cascabel- y me lleva a ilusiones nuevas y a luces que antes no vi, diamantes que se quedaron en la cuatro pistas en el proceso de mezcla y masterización. Incluso hasta las ganas de tratar de escribir sobre ellas y reflotar este blog.
Conclusiones: es un delirio lo que destacan ahora las voces de los three angels -incluso four- cuando se atreve Robbie al micro. Es de absoluta carne de gallina sumergirse en el sonido de los parches de Levon, pura piel de animal en la que late un corazón noble. Los imaginativos órganos de Hudson, el aire barrelhouse de Richard hasta haciendo chiscar sus desordenados dientes, la acertada inclusión del one , two, three, four inicial de Lonesome Suzie que la hace real cuando hasta ahora uno dudaba de que esta hermosura la hubiera grabado el común de los mortales. El aire Traffic y Cream de algunos giros (esa melange inmensa que es Chest Fever) que uno quiere pensar que son más producto del sonido de una época, de la moda imperante porque le extraña mucho que en la Big Pink se escucharan sus discos, pero vaya usted a saber…Y qué decir de los licks de Robertson tan Mayfield y Cropper y a la vez tan nuevos, suyos e insuperables, besando en el centro de la boca de las canciones. O de ese In A Station que me hace llorar o de un This Wheel´s On Fire más ácido que nunca.
Y es que MFBP es un musical del drama humano de sentirse solo y acompañado. Las voces arañan el alma, los instrumentos también porque parecen voces humanas. Todo se amplía hasta límites insospechados. Esta remezcla de Clearmountain (chapeau!) me recuerda a la que se realizó con Street Legal o a la rehabilitación de la Sixtina, se les quitó mucha confusión para parecer recién pintadas. Ahora todo suena con espacios, con alientos, con alma, es muy alucinante.
Todas estas novedades y muchas más, que no puedo verbalizar, te hacen amarlo más y que no me parezca nada mal el planteamiento de la nueva mezcla aunque no debemos dejar de lado la original de John Simon, con esa capa de polvo fina que les sienta tan bien a los cuentos, ya con fue con ella con la que abrimos los ojos como niños.Y ahora que soy demasiado mayor para unas cosas pero todavía tan niño para algunas como Music From Big Pink…eureka!, lo he podido entender todo. Ese mamut de trazo bisoño dibujado en la cover es la perfecta descripción de esta obra de arte.
La bestia ha cumplido 50 años pero que ahí sigue criogenizada en su pubertad y ya no me asusta, es más,  me siento tan bien en su regazo….Y el Mamut me vuelve a susurrar y yo a él en call and response y con la voz soulful de Richard:
Once upon a time they used me indeed
Tomorrow never came
I could sing the sound of your laughter
Still I don’t know your name
Must be some way to repay you
Out of all the good you gave
If a rumor should delay you
Love seems so little to say
Erase un vez en que me usaron de verdad
el mañana nunca llegó
pude cantar el sonido de tu carcajada
Todavía no sé cómo te llamas
y si hay manera de compensarte
todo lo bueno que me has dado
Si un rumor pudiera retrasarte
«Amor» es tan poco con lo que llamarte
Y uno entonces, vuelve a soñar y a la calmada ética de Music From Big Pink. Porque la unión hace la fuerza y cinco amigos músicos tan geniales como humildes, dieron sonido al bosque desde su propio epicentro y bajo las condiciones más extraordinarias.
*Este texto fue publicado previamente en rockandrodriland donde se hizo un especial tras la reseña,canción por canción. Si pinchas en cada canción seguirás la saga.
Tears Of Rage
To Kingdom Come
In A Station
Caledonia Mission
The Weight
We Can Talk
Long Black Veil
Chest Fever
Lonesome Suzie
This Wheel’s On Fire
I Shall Be Released


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