The Boys with the perpetual nervousess - Dead Calm (2019)

Críticas Discos

Un nuevo proyecto formado por Andrew Taylor y Gonzalo Marcos llamado The boys with the perpetual nervousness.

una compilación de hermosas y sugestivas canciones pop, con referentes claros en los omnipresentes Teenage Fanclub o The Byrds, por citar algún referente claro…

Un viejo y querido conocido de esta congregación como Andrew Taylor, cantante y alma de la banda escocesa Dropkick y el componente de la formación madrileña El Palacio de Linares, Gonzalo Marcos, han unido sus fuerzas para grabar un disco titulado «Dead Calm», que presentan bajo la kilométrica nomenclatura: The boys with the perpetual nervousness a través del sello alicantino al que ambos pertenecen: Pretty Olivia Records.

Cierto que tras escuchar las diez canciones que han escogido para hacer audible este proyecto, es complicado entender el por qué de este nombre, pues la música que exhala el disco no indica que la exaltación nerviosa sea la sensación que ha guiado al dúo a la hora de engendrar y facturar estas canciones.

Imagino más bien que la fuente de inspiración debe hallarse en la primera canción del «Crazy rhythms», el álbum de debut de The Feelies en 1980, o quizás en el libro del periodista y crítico británico Graham Caveney donde narra apasionadamente las vivencias de un adolescente entre libros de Kafka y música de Buzzcocks o Joy Division.  

Sea como fuere, el disco, que verá la luz oficialmente el próximo uno de marzo, pero que en el Exile ya venimos degustado desde hace varios días, se graba apenas en una sesión oficiada entre Madrid y Edimburgo, y cuenta con la lírica e identificable voz de Andrew Taylor como primer elemento clarificador, también toca guitarras y bajo; además de la aportación de Gonzalo Marcos en baterías.  

The Boys with the perpetual nervousness
The Boys with the perpetual nervousness

Las canciones fueron escritas horas antes de entrar en el estudio y se reparten las tareas entre los dos protagonistas, encargándose Andrew de las melodías y Gonzalo de los textos. Podemos decir por tanto, y después de dar más de una docena de escuchas al álbum, que estamos ante un milagro de la improvisación y el instinto.  

Confieso que conozco la discografía de Dropkick al dedillo, no así la del grupo de Gonzalo Marcos, cosa que entiendo que debo remediar a la mayor brevedad, pero el estilo de los escoceses es claramente identificable a la hora de escuchar estos temas.  

Se trata de una compilación de hermosas y sugestivas canciones pop, con referentes claros en los omnipresentes Teenage Fanclub

 o The Byrds por citar algún referente claro. Aparecen guitarras cristalinas y radiantes, incluidas aquella tan byrdianas de doce cuerdas en algún momento.

Únicamente dos canciones superan los tres minutos de duración: la briosa y pegadiza «Close the doors» que a su vez oficia de tema de lanzamiento del elepé y una copla en la onda del Gene Clark más íntimo titulada «Sparkle».

El resto del tracklist se degusta con placer e inmediatez, pues ningún otro tema alcanza los ciento ochenta segundos, llegando a no superar los dos minutos algunas canciones como la suculenta «Anything at all» y la desnuda «Dead calm» que cierra el trabajo.

Dejo para el final una preciosa balada acústica, un bucólico tema de deliciosa arquitectura titulado «Need you to know».

Precioso disco, compendio de dos talentos y auspiciado por la inspiración y la sencillez, que desde aquí recomendamos como útil de sensibilidad melódica.


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