El disco es largo pero no te preocupes, dale su tiempo y el tuyo, entrégate y olvida las pantallas, escucha susurrar sus lamentos en un fría tarde dando un paseo con el plumas puesto, dale tiempo a que te hable como el amigo que es, deja que te haga el amor lentamente buscándote tu punto G y que te tape la tripa en la siesta para que no te resfríes.
“I’m not writing about cancer. I wouldn’t and I wouldn’t know how. This is the black earth out of which these songs have grown. But like any living thing, they’re reaching toward light.” Joe Henry
Quince discos como soles (desde 1986) y una carrera sumamente original, sólida aunque con sus cotas y valles y sin embargo, a Joe Henry no le conoce ni el tato. En fin, son secretos del corazón, artistas íntimos que te susurran, intercambios entre fans y sorpresas como este maravilloso disco producto de unas circunstancias personales muy duras. Un recuerdo para el The Wind de Warren Zevon, parecida situación, esa en la que te dan dos meses justos para poder respirar de la noche a la mañana.
El caso es que estaba uno el otro día en el rato del soffing tras el almuerzo preparando un taller de la Escuela Emocional del Rock sobre los discos confesionales , esos que te parten en dos y me pongo este «Gospel según el Agua» y sufro de una epifanía mística: a la vez de llevarme a sus mejores momentos de la época en que compartía grabaciones y colaboraciones con los Jayhawks, me trae la jondura de sus obras maestras Scars y Civilians pero lo hace con una nota propia: una desnudez que si bien había practicado antes, lo había hecho de manera más aburrida, densa o por lo menos menos sostenible como larga duración de esos que te pones y lo acabas del tirón.
Para servidor, si bien he sido fiel a su obra y es de notable en su peor clasificación, desde el Civilians no me había pellizcado de tal manera. Hay muchos camaradas musiqueros que se dedican a esto de la crítica musical pirata como nosotros que no les gustan nunca las comparaciones por considerarlas odiosas pero yo no las puedo evitar y encuentro este disco, como me ha pasado, digno de una diapositiva en mi Taller y , sin embargo no al Ghosteen de Nick Cave y eso que es un gran disco y también refleja una tragedia o una noticia que te hace replantearte la vida aunque en otros registros más sintéticos y directos.
Llama la atención la sinceridad y el rajo en la voz del cuñado de Madonna porque gracias a la medicina y una confusión, su cáncer se está en remisión pero tengamos en cuenta que el disco lo compuso con el diagnóstico más letal de la temida enfermedad tan ya habitual como variable.
El planteamiento de esta maravilla es un discurso inarticulado de cómo se siente su corazón por culpa de un órgano menos necesario como es la próstata dentro de su característico jazz-folk, suyo y personal, que le ha convertido en uno de los artistas más interesantes del circuito, aparte de su prestigio, grammys y buen hacer como productor, sobre todo de la bella arruga del country y del soul. Pero no este Gospel no es fácil, tienes que dejarte llevar, tampoco tuvo que ser sencillo escuchar en 1968 Astral Weeks.
Su hijo Levon (ojo con el nombre-homenaje) toca el clarinete y el saxo en algunas de las canciones.
J T Nero y Allison Russell (The Birds Of Chicago) cantan algún precioso coro y hay alguna que otra guitarra además del bajo de David Piltch y el piano de Patrick Warren, lo cual siempre es bienvenido pero básicamente son su acústica y un espíritu muy demo, de primera toma es lo que imperan en este ambicioso y valiente trabajo. Joe Henry llena sus versos de inflexiones vocales que se sufren para sanar.
Honestidad brutal podría titularse este disco que puede convertirse con el tiempo (ese dios tan poderoso que todo lo pone en su lugar) en un clásico dentro de esos discos que te rompen el corazón para reconstruirlo y reforzarlo. Lista en la que hay muchos y bien intencionados pero pocos que lleguen a ser referentes.
Lo curioso del caso es que es un disco que mira la vida de manera positiva y el propio autor ha dicho que «de donde proviene una canción no tiene por qué ser del lugar al que pertenece» negando a la mayor, como en su día Van The Man con el Astrals o Bob con Blood On The Tracks, que sea autobiográfico; es decir, que para nada narra el momento de angustia vital que supuso acudir a saber los resultados a la consulta del médico pero sí que trabaja con elementos parecidos a los del Cowboy de Belfast: agua y más agua para realizar una depuración de su alma y mediante efecto reflejo el de la nuestra.
Sus letras tienen la característica hermosa de ser crípticas pero a la vez abiertas a interpretaciones, bellas imagenes y versos que se suceden a la Time Out Of Mind con un concepto de humanismo muy poético y literario. Es un superclase, fino como pocos y si hubiera hecho su carrera en los setenta hoy le veneraríamos como a nuestros ídolos de la década de los singer-songwriters: Randy, Warren, Joni, you know.
A veces le veo más como el Paul Buchanan (The Blue Nile) americano, esa categoría, esa delicadeza entre el jazz estrellado, las calles mojadas y la canción clásica noctámbula tan Tin Pan Alley.
El disco es largo pero no te preocupes, date tu tiempo y olvida las pantallas, escucha susurrar sus lamentos en un fría tarde dando un paseo con el plumas puesto, dale tiempo a que te hable como el amigo que es, deja que te haga el amor lentamente buscándote tu punto G y que te tape la tripa en la siesta para que no te resfríes.
The Gospel According To Water de Joe Henry no es un disco cualquiera, es todo un acontecimiento. Desde el Carrie & Lowell de Sufjan Stevens no había experimentado esa clase de verdad, de verdad de la buena, la que te pone los pelos como escarpias y con la que empatizas de tal manera que pasa a pertenecer a tu forma de sentir las cosas.
Hablar de canciones concretas y pararse en comentar detalles de algo tan esencial en su conjunto, tan bello, me parece una absoluta pérdida de tiempo. Esto va del tirón porque el amigo Joe «no está escribiendo sobre su cáncer (ahora controlado) porque eso no sabe cómo hacerlo, solo es que su enfermedad es la zona negra desde donde han surgido estas canciones. Pero como todo lo que tiene vida, ellas están buscando la luz» Nosotros también estamos vivos y te damos las gracias por ésta linterna y por ser tan generoso querido Joe.
Por Joserra.
Para que veáis todos los ilustres que lo recomiendan os pongo este enlace.
Aunque a nadie le importe, porque nadie lo conoce −ni lo quiere conocer− tú y yo sabemos que hablas de un artista (compositor, interprete y productor) sin un mal disco (en ninguna de sus facetas), los primeros una delicia para los amantes del country rock, los últimos más introspectivos (sigo reivindicando INVISIBLE HOUR, aunque a nadie le importe), en medio, como nos señalas, dos putas obras maestras: SCAR y CIVILIANS, a la altura de intocables.
¿En qué cojones piensan los músicos que cuando les dan unos pocos meses de vida lo único que les preocupa es dejar acabado, bien acabado, su próximo, su último disco? Me asustó, de veras, cuando comencé a leer tu artículo, cuando hacías referencia a The Wind, me tranquilizaste después y me pusiste los dientes largos al terminar. Confío en tu criterio "casi" tanto como en el mío. Si está a la altura de Civilians, si puede mirar de tú a tú a Astral Weeks o Blood on the tracks, no hay margen para el error. Es uno de los nuestros y el tiempo, el mismo que hizo justicia con The Velvet Underground, por poner un ejemplo sin ninguna otra similitud, hará que sea también referencia para todos a quienes no les importa.
UN ABRAZO
Magnífico texto sobre un extraordinario músico, de esos que no captan los radares del mercado. Uno de los grandísimos a los que siempre faltará reconocimiento.
Aunque a nadie le importe, porque nadie lo conoce −ni lo quiere conocer− tú y yo sabemos que hablas de un artista (compositor, interprete y productor) sin un mal disco (en ninguna de sus facetas), los primeros una delicia para los amantes del country rock, los últimos más introspectivos (sigo reivindicando INVISIBLE HOUR, aunque a nadie le importe), en medio, como nos señalas, dos putas obras maestras: SCAR y CIVILIANS, a la altura de intocables.
¿En qué cojones piensan los músicos que cuando les dan unos pocos meses de vida lo único que les preocupa es dejar acabado, bien acabado, su próximo, su último disco? Me asustó, de veras, cuando comencé a leer tu artículo, cuando hacías referencia a The Wind, me tranquilizaste después y me pusiste los dientes largos al terminar. Confío en tu criterio "casi" tanto como en el mío. Si está a la altura de Civilians, si puede mirar de tú a tú a Astral Weeks o Blood on the tracks, no hay margen para el error. Es uno de los nuestros y el tiempo, el mismo que hizo justicia con The Velvet Underground, por poner un ejemplo sin ninguna otra similitud, hará que sea también referencia para todos a quienes no les importa.
UN ABRAZO
Magnífico texto sobre un extraordinario músico, de esos que no captan los radares del mercado. Uno de los grandísimos a los que siempre faltará reconocimiento.