…el giro de los de Atalanta hacia sus raíces, hacia el country más desinhibido, no decepciona, suena moderno, espontáneo y sincero, alejado de cualquier refrito aburrido, cual si Dylan se hubiese confabulado con los Violent Femmes…
Cuando leí casi a principios del año en curso que los Black Lips habían sacado un nuevo disco donde cambiaban sustancialmente la orientación de su estilo me entraron ciertas dudas, prejuicios que me llevaron incluso a negarles esa primera oportunidad. Por fortuna el que suscribe tiene un ángel musical. La insistencia de mi gran amigo Jesús me abrió ojos y oídos. Visto, agenciado el formato físico incluso (porque se lo merece), y escuchado suficientemente es de mucho, de muchísimo agradecer a mi kamarada de allí donde sopla el Cierzo.
El giro de los de Atalanta hacia sus raíces, hacia el country más desinhibido, no decepciona, suena moderno, espontáneo y sincero, alejado de cualquier refrito aburrido, cual si Dylan se hubiese confabulado con los Violent Femmes. Me atrevería a decir incluso que con su noveno álbum «Sing in word that’s a falling apart» han grabado su mejor disco, su masterpiece, muy apropiado hasta en el título para un mundo que parece desmoronarse día tras día.
Tan marihuanera como tabernera es «Rumble«, la historia de Bobby Earl que sirvió de anticipo al disco. En esa tendencia también destaca «Holding me, holding you« y «Odelia«. Con mayor énfasis de la melodía se inicia el álbum con «Hooker Jon«, ideal para conducir día y noche intentando hallar la Route 66 aunque según nos cuentan «solamente encontraron una pareja de adolescentes tratando de vender sus pollas». O también la delicatessen «Chainsaw» con el recuerdo de una despedida.
A modo de himno ese estribillo de estar cansado de ser grosero, molesto y borracho en «Gentleman«, con un crescendo final turbador, la convierte en una de las mejores piezas del álbum antes de la extraordinaria versión de la rareza velvetiana «Get it on time«, otra de las escogidas para promocionar este trabajo.
Vuelven las raíces emulando al cowboy Cadillac Jack en «Angola rodeo« o en ese anhelo de encontrarla porque cada camino conduce a «Georgia«. A gusto personal las tres piezas de la recta final «Dishonest men«, «Locust« y «Live fast die slow« son las menos relevantes aunque, por supuesto, no desmerecen en uno de los más brillantes y cohesionados artefactos discográficos de lo que llevamos de año, ideal para oir y escuchar en un mundo decadente.
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Lo estoy escuchando estos días y ciertamente el disco funciona muy bien, de lo mejor de este año. Buscaré formato físico en cuanto todo esto termine y haremos reseña en un futuro, como dices lo merece.
Abrazos-