Reseña y crítica de ‘Cobra poems’, álbum de Daniel Romano y su banda The Outfit.
…un auténtico portento de renovación camaleónica, con momentos estelares que, a buen seguro, serán mejor valorados cuando transcurra suficiente tiempo…
He observado últimamente que, debido a la incontinente fertilidad discográfica de Daniel Romano en los últimos años, se han generado dispares corrientes de opinión sobre las recientes andanzas del canadiense. A destacar entre las más exageradas aquellos que están absolutamente radiantes con todo el material de este rara avis rocanrolero y aquellos que optan por ningunearle debido a tanto exceso.
Respecto al párrafo anterior, a juicio del que suscribe ni tanto y ni (mucho menos) tan calvo. Dependiendo de la obra en cuestión el geniecillo posee mayor o menor concentración de enjundia y de buen sustrato, dejando claro que, sin entrar en sus poderosos directos, nos hallamos ante un auténtico portento de renovación camaleónica, con momentos estelares que, a buen seguro, serán mejor valorados cuando transcurra suficiente tiempo.
Justamente hace ahora un año culminaba con la que considero su gran obra maestra «How ill thy word is ordered» una obstinada e insistente campaña de lanzamientos discográficos, acaso motivada por hallarse recluido sin sus giras debido a la pandemia del Coronavirus. Después, la edición de «White flag» a finales del 2020 y dos álbumes durante el año en curso como «Kissing the foe» (en estudio) y «Fully plugged in» (en vivo) han servido para mantener en la brecha su incansable talento.
Y es ahora, en plena conmemoración de dicho aniversario cuando se presenta un «Cobra poems» donde nuevamente eleva el listón, empezando por aquella primera avanzadilla «Nocturne child» en la que enseñaba los colmillos de un regenerador rock de escuela stoniana para cantar, bailar y hallar la luz en algún oscuro callejón.
De forma más camuflada pero sin perder el academicismo de Sus Majestades nos sorprendería después con la gratificante balada «The motions», en la que cedía el protagonismo vocal a su compi Julianna Riolino para revitalizar el influjo de «Wild horses» o «Sister Morphine» como fuentes crespusculares de luz, y antes de volvernos a hechizar con su femenina y pulcra dicción en «Tears throug a sunrise».
Dedicada al niño diferente, al que no guarda sintonía con el resto, se inicia el álbum entre guitarrazos muy Keef con «Tragic head». De profundidades místicas «Even in the loom of a caress» y de esencia dylaniana con ofrenda incluida es «Holy trumpeteer».
Si en «Animals above our town» exhibe la cara más fiera e indómita, en «Baby if we stick it out» ofrece una vertiente más ensoñadora, incluida cierta simpatía por el diablo (acaso rollingstoniano) en el paraíso. Pero es en «Still dreaming» donde se muestra más capaz de conquistar cualquier corazón antes de rematar al unísono con «Camera varda» y su certero estribillo de amor incondicional para tiempos convulsos, repitiendo una y otra vez ese «Love is the bond, between time and everyone».
Sí, el de Ontario se erige como el antídoto, el revulsivo, la respuesta… ante los negacionistas o talibanes del rock actual, ante aquellos ultraconservadores que solamente viven de música del pasado, ante los que siempre están con la máxima de que el rock ha muerto, ante los que afirman que ya nada es como fue… ¡Ante ellos, Daniel Romano!
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