
Reseña y crítica de ‘Spencer gets it lit’, álbum publicado en 2022 por Jon Spencer & The HITmakers.
…evolucionar en terrenos pantanosos, sin atascarse ni introducirse en callejones sin salida, con una estética muy freaky-monster y retorciéndose entre el punk, el garage, el noise, el blues, el hip-hop o el rock industrial y experimental…
La trayectoria de Jon Spencer es de aúpa, aunque no se le reconozca comercial o mayoritariamente. Es uno de esos casos que quedan reducidos a minorías selectas que saben apreciar productos que se agitan en las alcantarillas del underground y que no gozan del beneplácito generalizado debido a lo renovador o transgresor de su propuesta.
Desde el segundo lustro de los 80 con Pussy Galore, y mucho más durante los noventa con la Blues Explosion, el de Hanover ha sabido moverse y evolucionar en terrenos pantanosos, sin atascarse ni introducirse en callejones sin salida, con una estética muy freaky-monster y retorciéndose entre el punk, el garage, el noise, el blues, el hip-hop o el rock industrial y experimental. Por cierto, más de un fan de White Stripes o de Jack White debería agradecer esa enérgica fusión de estilos.

En “Spencer gets it lit” —con The HITmakers, junto a Sam Coomes (teclados), Bob Bert y M Sord (batería)— sorprende su terrorífica visión chatarrera y trash de “Junk man”, el tema que sirvió de primera avanzadilla, con alucinante videoclip incluido.
Con los siguientes adelantos “Worm town” y “Death Ray” no habría que tener temor de su profunda vileza y de la adictiva suciedad que destilan. En cuanto al resto destacaría principalmente la tremenda “The worst facts”, la que seguramente sea mi favorita “My hit parade”, o esa orgía sónica en que deriva “Get up & do it” y que sirve de colofón.
Entre zumbidos, entre densos y estremecedores efectos de fuzz, entre enseñanzas primarias del garage sixtie, de Birthday Party, Stooges, Cramps… sobresale una sensación liberadora, esa que no llegará a una masa social incapaz de entender este tipo de propuestas musicales porque está más pendiente de productos comerciales, a ser posible con muchas ventas, aunque algunos sean claramente de usar y de tirar. Indudablemente esto es un antídoto que contrarresta los efectos nocivos que nos rodean.
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