Críticas Discos

Topo es una de las grandes formaciones de la historia del Rock Español. Hay cosas que cuanto antes se digan, mejor. También han sido uno de los grupos más ninguneados y con más mala suerte del negocio, algo que ha sido moneda común de la inmensa mayoría de las bandas de este país, pero Topo pertenece además al reducido grupo de los perseverantes, los tozudos y los seguros de sus capacidades… Como Burning, como Sex Museum, como… (sigan ustedes mismos). El problema con Topo es cómo se les considera cuando se les tiene en cuenta y en que categoría se les ubica.

 
Surgieron en 1978 como una escisión de Asfalto y durante un breve periodo de tiempo volaron muy alto, aunque nadie pareció darse cuenta. Topo es un gran grupo, con diferentes etapas, con altibajos, con éxitos y fracasos, con muchas de las miserias y con muchas más glorias (en forma de canciones) de eso del rock, pero sin duda es una banda merecedora de ser considerada de primer nivel y, por qué no decirlo, histórica. Sin embargo, si hay algo con lo que cargan sobre sus espaldas José Luís Jiménez y Lele Laina a la hora de observar su biografía musical son prejuicios. Se les englobó bajo esa indeterminada y maliciosa etiqueta del Rock Urbano, vaya uno a saber qué sea eso, e incluso ellos mismos en más de una canción han usado el adjetivo con convicción, pero también es cierto que, a la hora de acercarse a su trabajo, quizá esa denominación haya sido más una losa que una aclaración. Y si no tenían suficiente con la viciada forma de hacer las cosas del que fue su primer sello, Chapa Discos (un sello prototípico de la visión carpetovetónica del negocio del rock en este país, con más sombras que luces), se “apropió” de ellos todo un “capo” como Vicente Romero (ejemplo de integridad más entendida como cabezonería que como defensora de ciertos principios).
 



Básicamente Topo son José Luís Jiménez (1948) y Lele Laina (1952), aunque haya habido momentos en los que la nave la ha dirigido solamente Jiménez y por mucho que la llamada “formación clásica” sean ellos dos más los desaparecidos Terry Barrios (1952-1992) y Víctor Ruíz (1952-2005). Como se ha apuntado antes, Topo surgió en 1978 como una escisión de la mítica formación Asfalto, los cuales, en ese mismo año, habían publicado su disco debut tras un reseñable número de años pateándose escenarios y siendo grupo de apoyo de muchos otros como Vainica Doble, una obra con la que nadie del grupo quedó satisfecho y que Chapa ninguneo hasta que la canción “Capitán Trueno” comenzó a sonar en la radio. Para cuando esto último sucedió, Asfalto ya había roto peras; por un lado estaban los citados Jiménez y Laina y por otro Enrique Cajide (batería) y Julio Castejón (guitarra y voz). Ese primer disco de Asfalto, a pesar de la insatisfacción que provocó a sus autores, sigue siendo una obra más que disfrutable, conteniendo un conjunto de canciones sumamente memorables, tanto en composición como en ejecución. En él se conjugan como pocas veces en este país luminosas influencias beatlelianas, psicodelia, rock progresivo de altura y una lírica tan naif como preclara (en la, quizá, ficticia e ingenua distinción entre compositores con carga política o no, el caso de Laina y Jiménez aparece como totalmente banal, pues en su ADN siempre ha estado impreso cantar sobre y para la gente de dónde vienen). Entre toda esa mixtura, sobresalen ciertos aspectos que seguirán siendo señas de identidad posteriormente en Topo: una conjunción y arreglos vocales muy a tener en cuenta, y por los que nunca han sido suficientemente reconocidos, una destreza instrumental notabilísima y unas ambiciones compositivas tan clásicas como valiosas.

 



Presiones de la compañía hacen que Cajide y Castejón continúen bajo la nomenclatura original a pesar de tener nuevo nombre y nuevos compañeros. Por su lado, Jiménez y Laina, intérpretes vocales principales de las canciones más recordadas de dicho LP, deciden formar otro grupo y permiten el uso por parte de aquellos del nombre de Asfalto. Así pues, José Luis Jiménez (bajo y voz) y Lele Laina (guitarra y voz) se embarcan en la creación de Topo junto a Terry Barrios (Batería y voz) y Víctor Ruiz (Teclados). Rápidamente graban su primer plástico, de titulo homónimo, el cual, comparado con la obra seminal del que fuese su primer grupo, se muestra como una gloriosa evolución lógica. La inclusión del teclado de Ruiz hace que las nuevas composiciones adquieran músculo y fluyan densas, muy acordes con el rock progresivo de la época. Dicho álbum, producido brillantemente por Teddy Bautista en los estudios Kirios, incluye composiciones ilustres como «Vallekas 1996» o «Mis amigos dónde estarán». Es un disco difícil y a la vez naif. Difícil porque es progresivo, enrevesado y complejo, y naif por unas letras directas, cargadas de una marcada y sencilla pátina social, pero también con enjundia. Ecos de Traffic, Moot the Hoople (de Brain Capers) o Humble Pie resuenan en cada surco, aunque siempre primando su marcada personalidad. Abre el disco «Autorretrato», trepidante gema de riff con olor a clásico, un teclado llenándolo todo que parece robado directamente de Vanilla Fugde y un interludio acústico que muestra a unos compositores tan seguros como ambiciosos; le sigue «Abélica», otra joya progresiva con un nuevo juego de voces inmenso, y, cerrando la cara A, «La catedral», cuya lírica parece extraída de un guión de Moebius y que musicalmente es como si Pink Floyd estuviesen tocando un descarte del primer disco de King Crimson, esta vez bajo la voz principal de Terry Barrios, secundado por unos Jiménez y Laina poseídos por Crosby, Stills y Nash. Y si la cara A era asombrosa, la cara B es ya para llorar de placer; «Mis amigos dónde estarán» es uno de esos himnos sencillos y emotivos por los que no pasa el tiempo, y «Qué es esta vida» siempre me ha parecido el «Because» beatleliano patrio. «El periódico» es una composición tan sencilla como emotiva, antesala perfecta para que cierre el disco de nuevo un pletórico Terry Barrios a la voz principal con «Vallekas 1996» (o cómo incitar a la lectura de Orwell y Bradbury desde una canción). No sólo eran unos músicos arriesgados y virtuosos, sino que posiblemente hayan sido uno de los poquísimos grupos que en este país han cuidado las voces y las armonías vocales de una manera tan exquisita. Terry, José Luis y Lele se compenetraban de manera emocionante, y las armonías que se sacaban de la manga son de lo mejor que nunca nadie se ha dignado a reivindicar en este país. 

 
Un disco como ese hoy debería estar reseñado como la maravilla que es dentro de cualquier historia decente del rock español, y no como un Wally que nadie sabe dónde está, ninguneado por modernos y gafapastas cuyas carnes se abren ante productos contemporáneos de dicho disco que son presentadas como epítomes de lo más de lo más. Sin embargo Topo sufrió lo que sufrieron las otras bandas de su compañía, Chapa, que, lejos de apoyar incondicionalmente la música de su escudería, mostró con el tiempo que sólo buscaba formas de enriquecerse rápida y fácilmente, maltratado sin ningún problema cantera y catálogo, dando al traste con bandas mientras su propia ineptitud interna provocaba situaciones kafkianas tales como la grabación de discos claves que no eran mínimamente apoyados (como el de Mezquita, Mermelada o Cucharada) o cambios de imagen tan descorazonadoras como el que hicieron los propios Topo para su segundo disco. 

Por Juan M. Contreras
Parte II; Parte III


4 respuestas

  1. Vaya lujo que contéis en el Exile con el querido Contreras. Pues, mira, Juanmi, Topo es asignatura pendiente de un servidor, pero tu texto ya me ha animado. Espero el resto con ganas.

    Un abrazo.

    1. Gonzalo, gracias por el afectuoso adjetivo que me dedicas. Espero que Topo no te defrauden, yo muchos años fluctué entre considerarlos un placer culposo o una maravilla, dilema que dirimí cuando me reencontré con ellos en directo; para mí, históricos y con un peso nunca bien ponderado. Faltan dos partes del artículo… hablaremos pues, en persona, espero.
      Un abrazo grande.

  2. Yo, como creo que muchos, conoció a Topo en el Rock & Rios, la reseña es estupenda, hay datos que desconocía y ademas se refleja en esta historia algo mas que la propia historia de una banda, casi de una época historia de un país desde la perspectiva de la industria musical.
    saludos.

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