Críticas Discos

Me consta que me toca en el espacio defender el orgullo metalero (intentarlo al menos, ni que sea). No problem… Aunque pido disculpas ante todo por lo paradójico de ello. Ya he explicado en alguna ocasión que en cuanto a bandas deudoras 100% del subgénero,  con todo su millar de matizaciones a cuestas (y no extrapolables a la etiqueta «hard-rockera» en modo alguno), mi pleitesía se limita básicamente a Maiden -salvo el breve periplo Baley-, en mucha menor medida la banda de Hetfield (por sus 80’s sobretodo) y poco más… Pero, ojo atención, pues hoy le toca el turno precisamente a ese «poco más». Con, en efecto (y permiso de Slayer a los que emplazo para otro día), los muy  cachondos Anthrax y su destilación de sonido y estilo definitiva: el muy ilustre  y puñetero «Persistence» de 1990 (para quien suscribe su masterpiece de la mano con, faltaría, el anterior y también cojonástico «Among the living» del 87). Así y sin más, sincronicemos pelucos y…
La historia nos suena… Tras un algo de picar piedra (con los consabidos bailes de personal) la formación alcanza su identidad y plenitud durante un determinado tiempo que queda, finalmente y para sus fieles, escrito en mármol y ya hasta el fin de los tiempos. Al tratarse de Anthrax tenemos, lógico, la etapa 84-92 y su line-up más clásico formado por: el carisma de su eterno lider Scott Ian (rítmica y coros), la pericia de Dan Spitz (lead guitar del copón), la atronadora simpatía del mucho más que cumplidor Frank Bello (bajo y coros), esa apisonadora baquetera sin cuartel que fue, és y será Charlie Benante y, cómo no, el inconfundible registro de un Joey Belladona que (amén de parecerme de siempre en lo físico un clon de Manolo García  con exagerado pelucón de carnaval) será siempre «la voz de Anthrax», sin más y aún a pesar del tan meritorio bagaje de John Bush en el seno de la banda (cuyo reconocimiento se me antoja necesario y más que justo a la par… de hecho, no son pocos los que le prefieren al otro pero, y guste o no de ver, es Joey al fin el que figura en los mayores y mejores clásicos del combo… Esto és así). Tocaría ahora, sigamos, el tratar de explicar al «profano» (con perdón) qué tienen de especial estos pirados neoyorquinos, qué les distancia o qué les hace tan estimables a «unos cuantos»… En síntesis: la irreverencia galopante que se traían. Que aunque sin duda ayudaron también a hacer patria metalera, Anthrax huía con denuedo (y buen tino si se me permite) de las poses y maneras habituales del machote alfa mega-hard  llevadas al extremo y del que tantos hicieron santo y seña en aquellos 80’s… y que tanto incita al inevitable cachondeo a su costa a día presente, en verdad y puestos a todo decirlo. Abrazaban sin problema sus influencias punk/hard core, grabaron aquel famoso rapeo con los enormes Public Enemy, el tema de las bermudas y hacer el ganso ante cámara siempre que fuera posible… Y sí, ok, como ocurre con los también admirados Faith No More (y aún siendo tan distintos entre si ambos combos), se les atribuye hoy un peso específico importante en la gestación de algo posterior y tan repugnante (o eso nos resulta a muchos) como eso que se vino a conocer como el nu metal noventero (y/o similares) de los huevos. Muy injusto ello (el que conste ello como algo reseñable o trascendente en la bio de la formación), ni qué decir y a mi entender… Que tú puedes pintar un cuadro cojonudo pero si después viene un berraco al uso y se caga en él (y además, -qué manda lo suyo-, le rien muchos la gracia) no es culpa tuya, no jodamos… Ya, finalmente y antes de cambiar párrafo con lo que sería el contenido del disco que toca, lo de dilucidar si lo de este personal es speed, trash, o «cuarto y mitad de cada» metal, se lo dejo para los furibundos maestros de la «etiquetación» o, sencillamente, para quien disfrute con estas cosas.
Un cuarto de siglo contempla ya a «Persistence of Time»… Y, en efecto, qué acertado y pleno de sentido resulta hoy dicho encabezamiento… Escuchamos acelerar el segundero y el tema titular, «Time» -cómo no-, te arrea en toda la jeta sin compasión medie. Todo un ícono para los seguidores clásicos del combo. Con algunos buenos cambios putámicos por en medio, el solo de narices (lo mejor con diferencia que ya podría durar bastante más)  y un arrojo que te salta al cuello siempre será, para mi y curiosa/lamentablemente, el momento menos tremendo del disco… Buen tema de arranque en cualquier caso (sin perder la cabeza pero bueno al fin), claro qué sí, que sirve para fijar tono ya de salida aunque, y que ahí le encuentra uno el drama, pierde como bastante comba al compararse con todo lo que sigue… Fijémonos en la inmediata «Blood«, mismamente… Enorme, descomunal, trallazo a la yugular y sin anestesia ni leches. Y, ok, mi tema fetiche de la banda en toda su ya tan dilatada trayectoria (lo admito, si). El acelerado rapeo, el marchamo brutal (cacho bajista eres Frank), los  brother on , brother on… Demasié. «Keep it in the family» es  otro «greatest hit» de manual de los de Ian. Otra incontestable andanada que desmonta lo marcial del tono inicial a base de los acelerones/desacelerones que esta gente sabe bordar como bien pocos (y es que esa base rítmica -clásica- es la que és, claro… y al tanto de nuevo con el soleo guitarril que por ahí se cruza que también es cosa fina). Con ello llegamos al single «In my world» que es más de lo mismo en formas y aciertos, y con un Benante que ya parece, directamente, vaya a levitar por momentos con bombos y platillos incluidos. Más áspera de primeras se aparece «Gridlock» pero, al tanto, que esos cambios compaseros (a toda leña cómo no) que integra son del morirse mucho, amén de hacer regresar a la guarde de una colleja burrera  a los Alice y primeros Soundgarden juntos de la manita hasta que les salgan pelillos ahí donde la panza pierde su nombre.
Cómo me gusta de siempre la instrumental «Intro to reality» que nos abre el segundo acto del folletín… Es cierto que Anthrax se deben mucho al estilo que acabaron por consolidar (Scott no dejaría que fuera de otra forma, o no mucho, vaya, que lo suyo les costó), pero cuando de muy en mucho se abren a posibilidades más melódicas y dejan al descubierto sus bondades como músicos, no solo como virtuosistas o adalides del alto octanaje eléctrico, la cosa (su reconocimiento e impronta musical -que se quiera ver o no no importa demasiado porque está ahí y punto-) se torna diáfana del todo. Y ese final dando la bienvenida, poniéndole la alfombra en la puerta a la descomunal «Belly of the beast«, otro de los torreones más evidentes del álbum. invencible es poco: «you walk this earth without a heart…», carne de gallina metalera, ni qué decir, con ese preceder al chorus que es más grande que el mismo chorus… Buena de cojones y a qué añadir más. El as en la manga, aunque tanto haya llovido y sea más que famosa a día presente (hasta clásica si me apuran), de «Persistence» llega ahora, y por si fuera poco todo lo que precede, de la mano de la inesperada cover del «Got the time» de (el por mi muy admirado) Joe Jackson… Escándalo de relectura en clave metalera de un ícono new wave (tanto canción como artista) que los canallas hace suya con una facilidad que asusta (además, el registro de Joey en esta canción es casi clavado al de su homónimo sin la «y» y aunque pueda sorprender)… Ah, y de nuevo Frank arreándole a las cuatro cuerdas de antología, insaltable esto aquí.  La recta final se empieza a encarar con la menos inmediata y más tortuosa de primeras «H8 Red» con la que, atención, acabaremos claudicando igualmente. Y lo haremos ello, aunque no acabe de alcanzar del todo el nivel de lo mejor del resto del disco, tras las oportunas escuchas y gracias, mayormente, a una parte instrumental en el último tercio de agarrarse bien y su marchamo que te acaba horadando sin remisión. «One man stands» es el single adictivo y tremebundo de la hostia que nunca se hizo y que tantos buenos/grandes/maestros discos integran si en verdad lo son. Para mi es el gancho evidente y definitivo, y no solo del disco sino de la banda, así en general y a lo burro si me apuran. La despedida con la atronadora y prácticamente  hard-core a ratos «Discharge» con sus coreos, fraseo incesante, momento guitarrero y demás, acaba ya con todo y, dejando de lado que resulta otro de los momentos más celebrados por quien suscribe, remacha este tan rotundo, sólido y siempre reivindicable/recuperable «Persistence of time» de los tan peculiares, y cojonudos a la par, Anthrax. Gran trabajo que aguanta sin pesares su ya cuarto de siglo y que, me gusta de recordarlo ni que sea,  además hacía justicia para con tan tremendo personal tras un elepé anterior que fue algo ninguneado a la ligera por «la especializada» aún a pesar de contener uno de sus hits más recurrentes («Antisocial»)… A ver, cabrones (que ya insulto en flashback, qué és lo último !), que lo de «Among the living» era muy jodido de repetir… En fin, por suerte acudió al poco y al rescate esto tan cojonástico de la entrada de hoy… Y aquí paz, gloria y también fin.

 


Anthrax – «Persistence of time» (1990)
: 8’5 / 10

01. Time/ 02. Blood/ 03. Keep it in the family/ 04. In my world/ 05. Gridlock/ 06. Intro to reality/ 07. Belly of the beast/ 08. Got the time/ 09. H8 Red/ 10. One man stands/ 11. Discharge.

Por Guzz.

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2 comentarios

  1. Yo casi prefiero los Anthrax de John Bush pero, vamos, como para hacerle ascos a Among The Living o éste. Qué soplo de aire fresco supusieron como dices: sus bermudas, su actitud payasil, sus referencias comiqueras,… y su ecléctico gusto musical reflejado en versiones de Kiss, Pistols, Radiohead, Thin Lizzy, Police, Cheap Trick, The Smiths,…
    Abrazos.

  2. No me desagrada, no se crea Agente, la labor de Bush (la virgen qué frase ! -espero nadie la descontextualice-). Pero me quedo de todas con estos Anthrax asilvestrados de la primera década con Belladonna, menos pulcros sin duda pero, para mi, más diferenciables… "más ellos" que se dice. Un atronador y necesario cachondeo lo de esta gente, está claro… Y lo de Public Enemy ya fue la leche !
    Abrazo, Coops.

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