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Críticas Discos

Eels cuadra un disco con entidad propia. Un lugar reconocible al que ir. Su mejor disco desde el 2014 y el mejor con proliferación eléctrica desde 2009.

Vuelve a la carga, discográficamente hablando, Mr. Everett en este 2022. Y le quede peor, mejor o lo del medio nos alegramos en la casa. Como siempre. Pocas cosas más rijosas que esas críticas y/o análisis (o «intentos de», en ambos casos) que tiran de «¿Y qué tiene que aportar «x» a estas alturas?» (con las mil y un variantes a encaber), al abarcar nuevas referencias de músicos y/o creadores de ya una trayectoria importante y tirando a mínimamente longeva. La cosa, y con el pasar de los años más claro me va quedando, es abarcar las novedades como si estuviéramos en el 2500… directamente. Ahí se diluye todo. 1968 o 2014… ¿Qué más da?, es historia.

Ya descubrirán la enorme diferencia nuestros sucesores a poco que rasquen, pero de entrada, como «novedad», a sus ojos y oídos no será demasiada… de primeras al menos (que media hincapié en ello, si). Después, con mayor estudio y denuedo en el afán de conocimiento, detectarán que, por ejemplo, la obra de Mark Oliver Everett tiene un fulgor especial y altamente apreciable, dentro del segmento pop-rock que abarca desde la última década del siglo XX y, de momento, en el par de arranque (de paso ya) del que le va detrás. Más atinado o menos, siempre ofrece calidad. Eso no se lo podrán quitar a nuestro amigo el barbas.

Eels cuadra un disco con entidad propia. Un lugar reconocible al que ir. Su mejor disco desde el 2014 y el mejor con proliferación eléctrica desde 2009

Tras atender a todo lo que precede, queda ahora enfrentarnos a este «Extreme Witchcraft» y… «¿Souljacker 2.0?». Qué importará ello, en el 2500. Son dos buenos discos con obvias concomitancias en tipo de propuesta y elección de sonidos. Uno de 2001 y otro de 2022. Con picos concretos más elevados el uno y con mayor puntuación de valoración media el otro. Tampoco entran, ni sobornando a los jueces, ninguno de los dos en un hipotético top-5 de Eels. Por descontado. Pero, en esta ocasión, sí se detecta la mejora que muchos echamos en falta en aquel «sí, pero no al nivel que se esperaba» que nos supuso «Earth to Dora» del 2020.

Veníamos del pollo descabezado de «The deconstruction» (para servidor,-y a pesar de las consabidas piezas contadas rescatables-, su peor trabajo de estudio de no existir «Tomorrow morning», con el sangrado añadido de suceder a aquellos «cautionary tales» maravillosos y que no paran de crecer según van pasando los años) y «Earth to Dora», sencillamente, se nos quedó a medio camino para una «resurrección» plena. ¿Qué nos hubiera gustado más que dicha «resurrección» se diera con un disco más reposado que «Extreme Witchcraft»? Más emocionante y abierto claramente a su discurso menos ruidoso y más sentimental… Pues seguramente.

Eels cuadra un disco con entidad propia. Un lugar reconocible al que ir. Su mejor disco desde el 2014 y el mejor con proliferación eléctrica desde 2009

Eels es/son bien resultones y entretenidos en la verbena. Un valor fiable que se dice. Pero es que en «lo otro», si el canalla está inspirado, te puede matar directamente («The medication’s wearing off, gonna hurt not a little, a lot…», recordemos). Pero sí, definitivamente. «Extreme Witchcraft» recupera la vertiente más «cañera» de Eels con estratégicos puntos de recogimiento muy bien implementados y, por ejemplo, supera claramente a aquel «Wonderful, glorious» que, aunque satisfactorio en distancias cortas, siempre intuí como una especie de «Hombre lobo» venido un algo a menos.

Ciñéndonos ya al contenido duro y puro del álbum es de recibo incidir en el octanaje medio del mismo. En verdad estamos, más que posiblemente, ante el disco más rockero de Eels. Directamente. Se arranca sin concesiones en dicha dirección con «Amateur hour» y la ya conocida «Good night on earth», que ejerció ya hace bastantes semanas como uno de los adelantos.

A partir de ahí, Mr.E se nos ventila el primer acto con una sucesión de bases bluesies matizadas por los ya esperables matices pop. Más genérico y planote en «Steam engine» y más experimental, pero algo chorras quizá, para «Grandfather clock strikes twelve». Funcionales ambas; sin molestar en la lectura positiva, pero sin ofertar verdadero valor proteico en la inversa. Por suerte, son el par restantes, «Strawberries & popcorn» (más cercana a los desarrollos del disco licántropo que a la cacharrería industrial de «Wonderful») y «Stumbling bee» (suerte de paseo por la «sunday afternoon» versión Eels) las que hacen subir la nota, claramente además, para esta primera mitad.

Eels cuadra un disco con entidad propia. Un lugar reconocible al que ir. Su mejor disco desde el 2014 y el mejor con proliferación eléctrica desde 2009

Y, ya en el segundo tiempo, aunque sin duda esta inicial «The magic» me resulte el gran petardo -para mal- del lote, me complace afirmar que es ahí donde realmente encontraremos lo más memorable… Las también vivarachas «Better living through desperation» y la coda con «I know you’re right» aupan significantemente la media y representan, cada una en lo suyo, los aspectos positivos de su «maravilla gloriosa»; a la que hoy le he pegado algún palo pero que cuando lograba acertar en la diana se quedaba más ancha que todo (a cada cosa lo suyo, si).

Y sin más, tiempo ya para esa magnífica y variopinta tripleta que se marca el tío, como quien la cosa no quiere, en plena b side y que, para quien suscribe, representa sin duda el momento álgido de «Extreme witchcraft»…»So anyway» es la frágil pieza de porcelana melódica, y fundida entre arreglos mil, que logra brillar especialmente entre tanto ritmo trotón; la irreverencia de «What it isn’t», que me supuso y supone un flechazo inmediato con ese inesperado cambio kamikaze a traición.

Eels cuadra un disco con entidad propia. Un lugar reconocible al que ir. Su mejor disco desde el 2014 y el mejor con proliferación eléctrica desde 2009

Por supuesto, «Learning while i lose», la gema absoluta del álbum y de la que, personalmente opino, representa la mejor versión animada del músico (o banda, para quien se lo crea), fuera de sus registros más agónicos y que, además, tiene toda la pinta de acabar en cualquier soundtrack de un film de Wes Anderson más pronto que tarde.

Y ya estaríamos. En resumen, por fin Eels vuelve a cuadrar un disco con entidad propia. Un lugar reconocible al que ir. Que ese fue el gran problema del par de discos precedentes (por mucho que el ahora penúltimo le quedara indudablemente mejor que la «deconstruction» de las narices): un montón de cosas metidas en un saco y despedidas contra la pared más cercana sin cuidado ni medida.

En cualquier caso, su mejor disco desde el 2014 y el mejor con proliferación eléctrica desde 2009 este «Extreme witchcraft». No es un mal bagaje. Gustará mañana y sospecho que incluso un poquito más en el 2500. Vamos bien, Mark.

Eels – Extreme Witchcraft (2022)

Eels cuadra un disco con entidad propia. Un lugar reconocible al que ir. Su mejor disco desde el 2014 y el mejor con proliferación eléctrica desde 2009

01.- Amateur Hour/ 02.- Good Night On Earth/ 03.- Strawberries & Popcorn/ 04.- Steam Engine/ 05.- Grandfather Clock Strikes Twelve/ 06.- Stumbling Bee/ 07.- The Magic/ 08.- Better Living Through Desperation/ 09.- So Anyway/ 10.- What It Isn’t/ 11.- Learning While I Lose/ 12.- I Know You’re Right.

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