
El hombre de la pinza en la nariz. El eterno alumno de Dylan al que Young le vuelve loco. Ese terrícola algo locuelo y con un talento descomunal ha vuelto a sus treinta y pocos años con su cuarto trabajo bajo el brazo, un discazo. Langhorne Slim nos entregó hace unos días “The way we move” que si no es su mejor disco hasta la fecha por ahí va la cosa. Sus discos siempre han contenido temas impresionantes pero faltaba poner la guinda al asunto y creo sinceramente que esta vez lo ha conseguido, claro que lo dice un fiel seguidor que tiene todos sus discos y se conoce al dedillo todas sus canciones, así que tampoco es que sea el más indicado para juzgar al de Pennsylvania. Langhorne se ha ido arropando poco a poco de un grupo de músicos acojonantes fieles a su forma de entender la música y han ido engrasando la máquina poco a poco hasta conseguir un ensamblaje casi perfecto. Con aquel “When the sun’s gone down” (05) uno ya intuía que aquí había artista para no acabárselo y no ha defraudado, aquel “Langhorne Slim” (08) resultó cojonudo y “Be set free” (09) una puta maravilla. Pero vamos ya con la banda sonora de mis recién finalizadas vacaciones que es un verdadero lujo para los oídos.

Se escuchan los primeros acordes, entra la batería y la voz desgarrada de Langhorne para entregar inmediatamente el estribillo mágico que te deja con la sonrisilla en la cara para todo el día, el pianito juguetón se mete en tu cabeza y uno se anima sin pudor a pecho palomo a gritar el estribillo: and here we are extending into shooting stars, in our houses in our cars, you didn’t know it, now you do, this is the way, we move!. Zasca! Tremendidad absoluta, delicia, placer. Gracias Langhorne. Luego llega inmediatamente y sin dejar respiro “Bad luck” que es una de esas marca de la casa, dos minutos de excelencia y perfección, crochet de derechas. Victoria por KO. Simple pero efectivo. “Fire” es una de mis piezas preferidas del paquete, lo tiene todo para ser escuchada una vez tras otra por este marcianito al que soléis visitar, canción in crescendo con estribillo acojonante, desgarre vocal impagable y un final musicado con trompetas y trombones. Qué más puedo pedir? Pues la delicadeza y belleza de “Salvation”, un lujo, un regalo. Sí Joserra, a mí también me pone mimosín. Ese banjo…


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