Discos Críticas

Reseña y crítica sobre Deaf Devils y su álbum homónimo, publicado en 2025.

… son poca broma, representan la quintaesencia juvenil del rock de casta, apasionado, lleno de actitud y garra, sin nada impostado aunque existan elementos escénicos y efectistas como presentarse ataviados con el icónico vestuario de los drugos en la transgresora “Naranja Mecánica” de Kubrick…

No me resulta nada extraño que cada vez se hable más del joven cuarteto valenciano Deaf Devils. En primer lugar porque no son moco de ningún pavo y, en segundo, porque seguramente sean nuestros mejores representantes actuales en la renovación generacional del rock.

El que los ha visto en directo seguramente entienda y comparta totalmente lo anteriormente manifestado. En mi caso, recuerdo que había oído hablar de ellos, pero realmente los descubrí hace casi dos años como teloneros del legendario combo garagero sueco The Nomads. Aquello fue tremendo, asombroso, todo carisma, crudeza, peligro… Tan cerca de los Stooges como de los primeros Damned, los Hellacopters o Motorhead.

deaf devils

Desde entonces, no son pocos los pollaviejas y coñoviejos con los que he coincidido en una máxima que sobrevuela mentalmente en sus conciertos, la de “juventud, divino tesoro”, eterna y legendaria frase del poeta nicaragüense Rubén Darío, extraída de la “Canción de otoño en primavera”. Y es que Lucyfer como cantante y frontwoman, Pipe con la guitarra, Kuba con el bajo y Erik Von con la batería, son poca broma, representan la quintaesencia juvenil del rock de casta, apasionado, lleno de actitud y garra, sin nada impostado aunque existan elementos escénicos y efectistas como presentarse ataviados con el icónico vestuario de los drugos en la transgresora “Naranja Mecánica” de Kubrick.

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Ahora, estos endemoniados chavales que, por cierto, también se han granjeado reconocimiento en Europa con sus giras, han trasladado su ritmo frenético y desenfrenado a un ansiado álbum de estudio. Digo lo de ansiado porque me consta que se retrasó excesivamente. En su contenido aparecen canciones como “Lucyfer”, en una revisión más arrolladora respecto con la que, digitalmente, ya vendieron su alma al rock en 2021, o dos de las que aparecieron en el EP “Boom” del pasado año, como la enfurecida y enloquecida canción que dio título al mismo y “Tonite”, demoledora llamada para destruir el mundo, acabar con el aburrimiento y liberarse de cadenas.

Otra que conocimos su inclusión hace unos meses como adelanto del álbum que nos ocupa fue “Gates of Hell”, de mis favoritas esa incendiaria pieza que transita entre el odio incontrolable y el dolor eterno en las puertas del infierno. Pero para puerta endiablada que se abre la que da inicio al disco, “Parental Control”, descomunal trallazo donde Lucyfer se desgañita con eso de que no hay paraíso, de no ser una esclava de un dios que no existe y de que prefiere arder en el infierno como una bruja antes que ser una oveja.

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Del resto, “Dancing with the devil” es excitación y sexo, “Getaway” es necesidad de escapar, “Lost Control” es confusión y miedo, “The Offer” es la pérdida de control, “The Deal” es el hacha afilada para destruir y “Deaf” es el colofón satánico, la más extensa de disco y que deambula entre ríos de azufre y lagrimas de sangre para aliviar el dolor.

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Al final, con su velocidad de vértigo, nos percatamos que ha transcurrido el álbum en un santiamén, concretamente algo menos de treinta minutos. Se dice que lo suyo es Death Punk, pero yo veo punk rock, hard rock, speed metal y mucha high energy, todo sin tregua, cual si fuera un orgasmo satánico donde parece resonar la legendaria frase de Anthony Burguess acerca del dilema moral entre libertad y responsabilidad, la de que “el hombre que no puede elegir, ha perdido la condición humana”. Deaf Devils han escogido un camino que nos puede deparar bastantes alegrías, se verá con el tiempo.


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