«Lo generacional», así como concepto y de quien toque (que soy yo para el caso), suele ser un guía controvertido. Es fácil pillarse los dedos, por aquello del plus de estima que puede desdibujar lo estricto (o justo) a la hora de valorar lo que proceda. Dicho y admitido ello solo queda confesar, ya de entrada, que he considerado bajar este disco de la cuasi excelencia que me sigue mereciendo pero, lo siento (bueno, en verdad no pero es lo tópico), me ha resultado imposible hasta intentándolo con la mano mala… Soy y seré un irredento defensor de este trabajo y su incaducable y mal lechosa validez. Y no me refiero únicamente al ámbito estatal, ojo. En un contexto, aquellos mid 90’s y con veinte añitos, donde algo tan cursi y, con perdón, moñas como el segundo de Oasis era considerado el acabose, donde algo para mi tan aborrecible como la banda de Bono era ensalzado por los amiguetes (pijos o con afán de serlo, cómo no) de aquella época hasta lo indecible y/o, también, cosas tan absurdas u artificiales (siempre para mi, no se me ofenda nadie y aunque lo ponga difícil -sí, y sorry de proceder-) como Marilyn Manson o NIN era lo que se tenía que tener controlado para no estar «out», en un contexto como aquel -digo y sigo-, las furibundas guitarrazas sin compasión del «Su» de los granadinos Lagartija Nick me resultaron un asidero al que agarrarse prácticamente in extremis y hasta a las que lo de impagable les queda pequeño.
Vamos con la octavilla informativa… Es la banda de Antonio Arias, el bajista original de los 091; el propio Lapido ayuda en los inicios hasta el punto de participar en los primeros bolos del grupo; el nombre -Lagartija Nick- está sacado de una canción de Bauhaus; y, finalmente y pasando de puntillas (es una cosa que tiene su innnegable importancia en la historia pero con la que uno no comulga, sin ademán de ningunear que valga) son los autores del disco -inmediato posterior a este- «Omega», junto a Morente, que supuso todo un hito a cualquier nivel por la ruptura estilística que supuso y, eso cuentan los eruditos, mirando el paisaje desde los dos lados del cuadro. Y fíjense, yendo ya a un plano más abiertamente personal, si me parecerá cojonudo este disco de hoy que, atención, me lo resulta aunque tampoco es que sea uno un incondicional de la banda: «Su» cierra la «trilogía inicial» de la formación y aunque, es de cajón, me agradan los dos que preceden, ninguno de ellos me parece realmente comparable en calidad media (y entidad) de composiciones, ni tampoco en subidones concretos y/o determinados. Lo del episodio con Morente para el cuarto disco ya se ha dejado apuntado y, a continuación, se meterán en unas verbenas neo-heavy-industriales que, para resumir, no son para mi… Debe aclararse, es de recibo, que todo parece indicar que desde mediados de la pasada década en adelante el tema vuelve a ser «digno» (las comillas por reincidir en que parto siempre de una perspectiva egoista y propia) pero debo también decir, no sin cierto resquemor, que me persiste ello en la «carpeta de pendientes» desde ya hace largo tiempo… Que iré a ello alguna vez, no albergo duda, pero tal es el recelo que lo «neo-heavy-industrial» (y aunque el trauma ya esté superado) me genera, mire ud.
En cualquier caso, a mediados de los 90 (y aún con unos Enemigos y unos 091 en plena forma), el boom de «lo alternativo» estalla por doquier y, cómo no, también lo acaba por hacer a nivel estatal. Una lista interesante de discográficas empieza a apostar por bandas locales espoleadas, seguramente, por cuestiones concretas como, por ejemplo, la buena acogida del primer disco de los Planetas o que el «chup-chup» de las narices de Australian Blonde, reforzados estos por un segundo disco la mar de resultón, sonara hasta en la carta de ajuste turca… Ambos trabajos del 94 («Super 8» y «Aftershave»), en el 96 saldrá el imprescindible «¿Quién puede…?» de los Penelope Trip, antes el estreno del Niño Gusano y, de mientras, muchos amalgábamos audiciones de cosas hoy tan perdidas, o poco menos, en el olvido como Parkinson DC, Vancouver, Childhood, Corn Flakes o Maddening Flames (etc) con las andanadas habituales de allende de los mares… Muchas y muy variadas cosas en síntesis, vaya. Y es en ese contexto cuando llegaba el tercer álbum de la banda de Antonio Arias… disco altamente recomendado desde las páginas del Ruta 66 (cuando esa revista era lo que jamás debería haber dejado de ser en un mundo mucho mejor) y que servidor se agenció en cassette en una pequeña tienda de la calle Condal llamada 7″, ya hace largo tiempo extinta. Cosa rara este «Su» de primeras, aún recuerdo ese sentir y prudencia al respective… Ya tenían candela previa como formación, amén de un líder que había tocado en una banda de renombre, estaban en una «major» pero a la vez tenían una vitola de «escandalosos» a considerar y, punto importante, llegaba este trabajo con unas etiquetas como «sombrío», «difícil» o/y hasta «críptico» embutidas bajo el sobaco que clamaban precaución… Pero, claro, ¿quién dijo miedo?. Y al final, nada de todo eso (quizá solo algo de lo de «sombrío», vale, ok), por supuesto. Está la manida comparación, por la innegable influencia, de los Sonic Youth del segundo lustro ochentero, sí, pero también hay un mucho de Stooges y Mc5 por ahí en medio, de los Hüsker Dü de a partir del «Zen Arcade», algo del rollo de Ian MacKaye ya en Fugazi, algo de psychobilly ochentero también, de la reverberación de techo alto de los Reid, y de muchas otras cosas (todas de buen gusto, o no sospechosas al menos, en el mercado en que algunos compramos)… ¿Grunge?, más bien poco en realidad (que se trató de usar para vender la burra un algo y en algunos sitios -algo así como «nuestro seattle particular» que parecía tenía que ser este trabajo-) aunque, no se dude, bien puta la falta y aunque a la postre algún guiño puntual se pueda considerar como tal.
Primera canción: «Estratosfera«… «Bueno, no es tan oscuro y, coño… !»… Empieza Arias acompañado por Eric Jiménez (futuro planetero) a las baquetas marcando ritmo y entonces, oh baby, se arrancan sin previo aviso Codorniu y Pareja a lo suyo y… Qué poderío, qué hostiaza. Esta gente va en serio. «No permanecen, no se dirigen, no pertenecen…» y las guitarrazas de salida de chorus… Joder, si es que me vengo arriba solo con el recuerdo. Cabalgando llega, y sin respiro que medie, «Mi chófer psicodélico» tomando relevo que es más «estuchi» que la madre que la parió y unas guitars intermedias y cambios de ritmo sin perder comba que son la decibélica panacea. Quizá algo inferior, sí -apenas, pero sí-, a la inicial pero es tan criminal que no te das cuenta hasta recuperar el aliento (y, ojo, sin dejar de molar cosa evidente) pero, ay, que llega el singlelazo «El próximo lunes«… «Necesaria» es bailar con la perogrullada para quien suscribe. Temón. Adrenalina pura esa aceleración de estribillo, de pasarles factura del osteópata por el inevitable headbanging de los cojones. Quien no se sienta vivo con esto que se compre una docena ovejas y ancho es el prado… Y a su eterna sombra, cómo no, «Visiones de Cody» que es, como mínimo, igual de tremenda. Muy putámica y sulfúrica melodía es la mejor muleta para la ocasión, así como en la anterior fue lo icónico del chorus. Y, está claro, es en «Úsame» donde más obviamente encontramos a la lozana familia sónica de la big apple como evidente punto de partida (puro «Evol» o «Sister») pero esa nueva deceleración con su oscura épica es beyond del grunge (esto sí, mezquino el negarlo) y nos acerca a los tan fetén Lanegan y cia de «Sweet oblivion» o «Dust». Lo de que es de putísima madre, con perdón pero es lo que había y hay, ya lo doy por evidente. Pero, caray, es que «El amor es la víctima» todavía me parece más descomunal… «nada que ver con dios»… Recojonuda. Y que el rock patrio necesitaba una burrada así, como «Su», y por todo (por tono, espíritu y calidad), me resultaba entonces tan diáfano como hoy. Porque, como con muy buen tino leí en algún lugar en dicha dirección, no es por lo «estruendoso» o por generar bronca voltaica porque si y sin más… No es el volumen, en definitiva: es la violencia, lo inmediato y la mala leche que desprende sin ambages y sin, vital, prescindir un ápice de una propuesta limpia, entendible, elegante a su manera, y que (sobretodo) se percibe como algo genuino sin retranca posible y que huele a sano y ventanas abiertas (todo ello sin caer en la «tontuna indie» que ya entonces empezaba a resultar algo abusiva por sus tan ubicables y recurrentes tics)… Y lo mejor, para el caso -y adivinaron-, es que recien pasamos el ecuador…
«La curva de las cosas» es el otro single del álbum y como en «El próximo lunes» tenemos una estructura tipo loud-quiet-loud de esas que Cobain les «tomara prestada» a los Pixies, remachada por más guitarrazos del averno que suenan a cielo noisy y que no le permiten el menor atisbo de «bajón» al discazo de marras. Otro pepinazo intachable más que, oh my god, se ve superado en las preferencias personales por cualquiera de los tres que le siguen. Así de cabrón es este disco, miren (y no es culpa mía, vayan a por Antonio y cia a pedir explicaciones). Aunque para «guitarrazos noisies» lo del final de «Conmigo crece el caos» ya es de jubilación anticipada de los Mudhoney más encabronados ever… Menudo par de hachas que tenía esta banda en su formación original (que recuerdo que los dos que preceden al disco de hoy lo que es la mera visita, al menos, se estima como algo altamente recomendable)… Y otro tomahawk al occipucio y sin piedad en definitiva que, para más inri, es sucedido por una «Demasiado rápido para mi» que se mueve por los mismos senderos creando así un muy atrayente e indivisible díptico hijoputesco de tres pares… Sin embargo, póngamonos serios, llegado ha el momento de ponernos en pie… «Su«, la canción, es tan desproporcionadamente superior que intimida… Y voy a tirar de tópico, sí: «esto te lo traen de fuera y se hacen camisetas de colores que aún ni existen». Tal cual. Y mira que es un guitarrear reverberante con apenas acompañamiento, qué cosas, pero es tanta su majestuosidad y tanto su desgarro que funde lo perdurable y lo emblemático con absoluta y acojonante plenitud. Y tras lo tan icónico del tema titular toca cerrar el disco claro, no nos olvidemos, y de ello se encarga una trilítica «Doble imagen» que nos retorna a cadencias aceleradas (y mucho) , a base de hipervitaminados «oh yeahs» y tentetieso. Es un muy buen tema, of course, y aunque no te das cuentas hasta la vez dos mil de haber escuchado la animalada que le precede y que, para mi, eclipsa lo ineclipsable. En resumen: «Su» de los Lagartija Nick, un disco poderoso, cabrón (más que denso como vendía alguna propaganda habida), hasta incómodo para aquellos poco dados a las guitarrazas desbocadas -sí- pero que, sin duda, se alza hasta lo memorable y con apisonadora facilidad. Y más allá de lo tocante a aquello meramente abocado a «lo generacional».
Lagartija Nick – Su (1995) : 8’7/10
01. Estratosfera / 02. Mi chófer psicodélico / 03. El próximo lunes / 04. Visiones de Cody / 05. Úsame / 06. El amor es la víctima / 07. La curva de las cosas / 08. Conmigo crece el caos / 09. Se mueve demasiado para mi / 10. Su / 11. Doble imagen.
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A mí lo generacional me la trae al pairo, como imaginarás, pero hablas de un disco que está unido radicalmente a mi vida personal y sentimental, cuando era veinteañero y compartía piso. Coincido en tu valoración de “Su”, además vi a Lagartija dos veces en el 95 presentando el disco, grandes conciertos, en especial el primero en la madrileña sala Revolver. (Y en el 97 vi al grupo con Morente en Estella en la gira de "Omega", uno de los directos de mi vida.) Off The record, Guzz: lo de Oasis y U2, buf (o puf, que es más correcto), directamente a la basura.
Un abrazo.
Buenos recuerdos te trae esto, por lo menos en su mayoría deduzco, Gonzalo y me alegro. Particularmente el disco siempre me parecerá una de esas injusticias flagrantes en cuanto acepciones… Como cuando una banda, mayormente por lo que uno conoce un algo, escandinava o australiana se folla a todo lo que hay alrededor en un momento dado y parece que solo le importe a los cuatro "colgados" de turno… Pasa que lo de "Su" (me) sucedió en casa el vecino y "el plus de jodienda" pues como, sin poderse evitar, escuece un algo más si cabe. Bueno, nada empaña su grandeza en cualquier caso para los que comulgamos y que es lo que importa en definitiva.
Y reciba "su" abrazo Gonzalo.
Queme a Lagartija en los noventa y después cuando entro el blues en mi vida me fui olvidando, curiosamene con los discos de 091 no me paso lo mismo, bueno es igual, este es un disco de esos que tienen relación direcrta con mi vida, con mis recuerdos, un disco cojonudo…eran los noventa.
Gran y documentada entrada sobre unos años inolvidables.
Salud.
Pues sí. Enemigos y 091 son nuestras mejores bandas de esos últimos ochenta, primeros noventa (con las matizaciones oportunas, claro), muy claramente para mí y visto hoy en justa perspectiva. Sin embargo, como defensor a ultranza de "los terceros en discordia" de la historia siempre consideraré en alto grado a los primeros Lagartija… Y coñe, que esto fue un sopapo del copón. Que uno ya estaba algo aburrido, por aquellos días, de escuchar émulos a mansalva de Nirvana o Lemonheads con tanto rollo del indie autóctono… Se necesitaba algo así, mucho y se sigue agradeciendo aún hoy. Abrazo guzzero, Addison.
Discarro, el primero que oí de los granadinos y mis recuerdos son fastuosos. Su psicodelia bien entendida es para mi fundamental. Hablamos de una de las mejores bandas de nuestro país, y pieza básica de los 90.
Me conduces mal… me conduces mal…
Abrazos truferos.
Y lo bien producido que está Savoy. Suena oscuro pero limpio y potente a la vez. Se entiende que Antonio Arias tuviera que dejar la banda madre, a pesar de su grandeza, si llevaba todo eso dentro (y que cristalizó del todo con este disco). Además, que esto me he enterado al preparar el texto, en este disco co-escribió los temas con uno de los dos guitarristas y se nota, se nota media docena de huevos (el trato guitarril en este disco es bombástico aquí y en Marte).
Abrazo Mr. Truffle.
Si Don Guzz, la producción casi abruma. Suene de vicio este disco. Y claro, Antonio Arias tenía en la cabeza mucha psicodelia, y es evidente que en 091, un grupo de corte de más rock clásico ese estilo no tenía mucha cabida, y se montó Lagartija Nick, bendito grupo.
Y por cierto, como bien dice Gonzalo, lo que hicieron con Morente en Omega fue Cum laude.
Más abrazos truferos.
Hay veces que me siento el más grande de los ignorantes habiendome perdido este grupo y este disco (a excepción de Omega) excelente reivindicación, que por supuesto buscaré en el formato rey para hueco en vitrina, todo lo contado me entusiasma. Saludos Don Guzz
Tampoco es que me considere un experto en la banda del ex-091 (más allá de lo explicado de los tres primeros discos) pero, de verdad, con este disco se pasaron… Te deja exhausto el puñetero y, primordial, es de esas cosas que no caducan ni a tiros… Sí, creo que yo también lo buscaré con su traje de domingos, Chals… Y abrazo guzzero !