…inspirado en la serena contemplación de aspectos relacionados con el rápido transcurso existencial…
La llegada de un nuevo trabajo discográfico de The Grandmaster es siempre un gran acontecimiento para “los suficientes”, esos firmes e incesantes seguidores de José Ignacio Lapidoque con el transcurso de los años se han incrementado exponencialmente y que, lógicamente, aumentarán todavía más en el futuro cuando muchos descubran el fabuloso legado que atesora desde los tiempos de 091 hasta nuestros días. El hecho de su nuevo disco, en mi caso particular, afecta incluso a la coyuntura familiar con extensas y entretenidas charlas paterno-filiales sobre las canciones favoritas.
Transcurridos un tiempo prudencial desde la publicación oficial en el pasado 20 de octubre de “El alma dormida” me han llamado la atención algunas opiniones discordantes de colegas musicólogos y melómanos en mi entorno más cercano, desde que estaba bien pero había decepcionado hasta que era una auténtica obra maestra. En mi gusto y opinión ni tanto ni tan calvo. Ahora bien, si me tengo que posicionar lo haré más cerca de tanto que de calvo.
Vamos con el fondo de su suculento contenido. Teniendo en cuenta esa necesidad casi apremiante de nuevas canciones de Lapido tras las «Formas de matar el tiempo« y más recientemente tras la exitosa “Maniobra de resurrección” de los Cero es evidente que se dispararon las expectativas cuando a principios del mes de septiembre comenzó a sonar como single promocional previo “¡Cuidado!”, un tema de adicción inmediata que se postula como uno de los grandes himnos de su vasto repertorio, donde canta al desencanto y donde algunos detalles irían al pelazo de la actualidad social hasta el punto incluso de poderse interpretar o relacionar con los riesgos de los nacionalismos exacerbados o de la manipulación de los medios. En otro tema también de plena vigencia actual como es “La versión oficial”, hurga en la dificultad de discernir la mentira de la verdad, acaso con la libertad de pensamiento en el ojo del huracán por el incesante ruido en
las redes sociales o en la política.
Ya metidos en plena harina del disco habría que destacar necesariamente el título, muy adecuado ya que buena parte de este trabajo está inspirado en la serena contemplación de aspectos relacionados con el rápido transcurso existencial, con unas “Coplas a la muerte de su padre”, la elegía de Jorge Manrique en el S.XV, como fuente de estímulo o impulso creativo en las composiciones del granadino tras el fallecimiento de su madre. Es por ese motivo por el que considero un tema como “Lo que llega y se nos va” como la clave, la gran cantinela del álbum por profundidad, por actitud, por lírica, por… Digamos que “el tiempo, lo soñado y lo real se desvanecerán sin dejar huella” pero también que mientras haya vida terrenal nos acompañará a algunos esta inmensa canción hasta el último suspiro.
Antes de ahondar más en el resto sí que creo que este disco, quizás más que otros de Lapido, tiene que dejarse reposar. Que descanse y volver, una segunda y una tercera vez o las que hagan falta, en mi caso incluso aislándome de otras músicas, para ir descubriendo esos rincones y ángulos que se abren con cada sucesiva audición.
Llegado el momento de esa “revelación” resulta claro otra vez más (y van…) que cuando The Grandmaster se sube a su púlpito cala más que la mayoría de disertadores, predicadores o charlatanes con los que nos podamos topar. Y por supuesto ni comparación con la gran mayoría de músicos que componen en alguno de nuestros idiomas habituales. Es a partir del mencionado instante revelador cuando se transforman los versos y, por ejemplo, adquiere todo su esplendor a modo de testamento ese “las espinas son para el que cuida el rosal, todos los pétalos rojos se los quedará el viento”, o muchísimo más cuando el iluminado clama su “luchad por la libertad ahora que estáis a tiempo” en “Como si fuera verdad”.
Por supuesto no podía faltar en un disco de Lapido su vertiente más sentimental, la que explora los rincones del corazón, como en «Enésimo dolor de muelas« o, sobre todo, en un “Mañana quién sabe” que es pura marca de la casa, “música celestial” para solitarios y olvidados, una digna heredera del fabuloso “carrusel abandonado”. Apostaría porque algunas sensaciones que inspiraron aquel maravilloso y poco reconocido álbum del 2002 vuelven a estar muy presentes, como por ejemplo entre los laberintos, atajos y desiertos de “Nuestro trabajo”. Incluso también en ese temporal cruce de caminos se podría englobar “No hay prisa por llegar”, un tema que suena muy americano y que a mi gusto peca de un estribillo excesivamente repetitivo pero que seguramente en boca de otro artista con menos caché y menos repertorio obtendría mayor reconocimiento.
Precisamente ese aspecto, digamos más comercial, también se podría aplicar a “Dinosaurios” aunque en este caso, más allá de la simple apariencia inicial, me parece una copla sumamente inteligente entre sensacionales figuras retóricas con dioses antiguos o con detalles antropológicos y paleontológicos para, metafóricamente, exhibir admiración por el cine de ciencia ficción, el beat y la cultura mod de los años sesenta. Podría decir que cada vez que la escucho visualizo esculturales cuerpos como el de Raquel Welch en “Un millón de años antes de Cristo” o incluso el de Charlton Heston en «El planeta de los simios».
En la recta final no están nada mal esas «Estrellas del purgatorio« cual si un puñado de dudas trascendentales y metafísicas se estuviesen debatiendo en una taberna. Ahora bien, entre retales de tiempo, ilusiones malogradas y fragmentos de esplendor, brilla excepcionalmente como colofón la «Escalera de incendios«.
Sí, vale, difícilmente Lapido podrá volver a alcanzar el nivel de extraordinarias obras maestras como “Cartografía” o “En otro tiempo, otro lugar”, pero un notable de The Grandmaster es superior al 98’5% de todas las publicaciones nacionales que coincidan en una misma añada mientras que el 1’5% restante podríamos dejarlo para el debate y así justificar el típico dicho de para gustos colores. Por ello y por mucho más es motivo de satisfacción que podamos disfrutar de su calidad musical, esa que deja huella y que nos permite meditar con frecuencia gracias a unos versos tan contemplativos como existenciales, tan mundanos como eternos.
José Ignacio Lapido – El alma dormida (2017)
1 .¡Cuidado! / 2. Como Si Fuera Verdad / 3. La Versión Oficial / 4. Mañana Quien Sabe / 5. Nuestro Trabajo / 6. No Hay Prisa Por Llegar / 7. Dinosaurios / 8. Lo Que Llega Y Se Nos Va / 9. Estrellas Del Purgatorio / 10. Enésimo Dolor De Muelas / 11 Escalera De Incendios