
Lee Rocker trae este disco debajo del brazo tras un viaje por el país en plena pandemia.
…están sus influencias inevitables y también una suerte de regocijo ilusionante que emana del espíritu intrínseco del álbum…
Los catastrofistas vienen pronosticando la debacle y muerte del rock and roll desde hace décadas. Lo cierto es que no termina de llegar ese apocalipsis, o al menos no en los términos cuasi bíblicos que algunos anuncian desde la publicación de «Desire» (más o menos).
Es posible que la música del diablo resista gracias a algunos factores a considerar, aunque entiendo que se resumen en que la turbina sigue generando rock and roll a golpe de ilusión y cabezonería, y también a la estoica actitud de un nutrido grupo de vejestorios supervivientes que la hacen girar.
Entre esos vejetes, además de los muchos que seguimos adheridos a las sensaciones primitivas del rock, están por supuesto algunos músicos que no se bajan de ese tren que parece conducir a Estación Olvido, y vuelven sobre sí mismos con bendita (o maldita) insistencia.

Entre estos últimos está el bajista vertical, cantante y compositor Lee Rocker. Esta tercera parte de los míticos Stray Cats empieza el 2021 calentando el ambiente y facturando un disco irresistible. Vuelve trece años después de su anterior aventura en solitario, aunque el tiempo no parece afectar a su dinamismo y autenticidad rockabilly, ni tampoco a su visión vintage y nostálgica (que no triste) del rock.
Un viaje durante 2020 en caravana, más de 6000 millas rodando junto a su esposa, que les llevó de California a New York ida y vuelta, ha sido el detonador para que estas canciones fuesen germinadas y alumbradas en lo que a tenor de lo escuchado en «Gather Round», título del álbum, fueron unos felices días para ambos, aunque también supusieron unas millas de reflexión y observación sobre la realidad del momento: pandemia, elecciones en USA… qué les voy a contar.
Un trabajo que recoge la realidad musical de Lee Rocker, en el que están sus influencias inevitables y también una suerte de regocijo ilusionante que emana del espíritu intrínseco del álbum, pues se trata de un ramillete de canciones optimistas, vitalistas y llenas de luz.
Rockabilly aliñado con pequeñas medidas de blues, jazz o swing, atmosfera libertaria y desenfadada, propia de los viajes por carretera, sin compromiso con el calendario ni con otras ataduras aún peores, oficio y un vigor que nace de la ilusión y probablemente, la alegría.
Y canciones claro, cómo no. Tal vez aquí no hallemos sorpresas, ni falta que hace, lo que esperan escuchar en un disco de un tipo como este es lo que van a encontrar, pero les advierto, van a ser canciones muy molonas, producidas por el propio Lee Rocker, con un trío instrumental a la altura: Buzz Campbell (guitarra), Larry Mitchell (batería) y Matt Jordan (teclas) que se las pasarán tronando, acariciando y sobrevolando durante algo más de media hora que pasa como un suspiro.
El adelanto aparecido en otoño, «Pickin’ and grinnin'» ya hacía presagiar buenas sensaciones, y éstas se ven corroboradas con la llegada del lote completo, que incluye joyas como las inquietas «Gather round» y «Graceland auction»; el instrumental «A dirty Martini» o la bonita «The last offline lovers» entre otras muchas.
También recupera un tema introducido en el último disco de Stray Cats y compuesto por él: «When nothing’s going right». Además de un pelotazo inapelable para mi como «Dog house shuffle» o una estupenda versión del «Ophelia» de The Band muy bien llevada al terreno que Lee Rock domina y que cierra de manera brillante el elepé.
Una auténtica delicia de disco, molón, redentor y vigoroso, optimista y disfrutable como pocos, regenerador de sensaciones y que sin duda retrasará los pronósticos de los agoreros que llevan demasiado tiempo anunciando el fin del rock and roll, un fin que ni llega, ni llegará.
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