Reseña y crítica de ‘Havasu’, álbum publicado en el 2022 por Pedro The Lion.
…gracias a las cuidadosas composiciones, tan reconstituyentes y casi medicinales, recuerda bastante en algunos momentos a la gran banda escocesa The Blue Nile, e incluso si nos ponemos a escarbar podríamos hallar conexiones con la parte más íntima de Mark Hollis en su inmortal obra maestra «Spirit of Eden» con Talk Talk…
Nos sorprendió con inesperado trabajo discográfico Pedro The Lion, el proyecto musical de David Bazan, de esos que se han de escuchar repetidamente, no solamente para captar la gran calidad que destila, sino también para observar la gran cantidad de matices, ángulos y rincones que posee, en esta ocasión también sobre otra de la ciudades donde vivió en el pasado.
Desde Seattle ha parido un álbum honesto, puro y sincero, de lo mejorcito que he escuchado de esta añada, y el que supone una más que digna sucesión —para mí incluso lo supera— al magnífico «Phoenix» (2019), donde Bazan recuperaba este alias, paralizado quince años, en lo que parece ser que completará una planificada trilogía.
Atrás quedaron ciertas inclinaciones experimentales. Ahora su guitarra Les Paul suena a leña que arde en la chimenea, entre líneas de bajo evocadoras y una percusión perfectamente adecuada por Sean T.Lane a la intensidad de los sentimientos que transmite toda esta obra.
A través de sus melodías hemos podido saber que contaba con 12 años cuando se mudó de la localidad de Arizona, protagonista en el anterior álbum, a Lake Havasu City, un lugar con interés turístico por las cataratas del Gran Cañón del Colorado. Así se presenta en «Don’t wanna move», una apertura que es, en realidad, la mirada desde el asiento trasero a sus padres, a una tormenta por la ventana de un niño tímido y algo inseguro, entre rezos, lloros, enojos y dolor.
En «Too much» saca a relucir el temor del primer día en la escuela, los sonrojos de alguien que está fuera de lugar. A nivel musical posee cierta sofisticación que lo aproximaría al modernismo vanguardista del art-rock. Pero una de las claras piezas claves, sobre todo a partir de su in crescendo, es «First drum set», la historia de los primeros contactos con instrumentos musicales, del paso de clarinete a la batería, donde se aproxima en la mencionada recta final a la fabulosa «Yellow bike» de su anterior trabajo.
Como favorita destacaría «Teenage Sequencer», con ese inolvidable beso en el gimnasio de la escuela que supuso la entrada en la adolescencia. De «Own Valentine» podríamos decir que es una languida canción que a buen seguro sería bendecida por Paul Buchanan si llegara a sus oídos. De hecho, y gracias a las cuidadosas composiciones, tan reconstituyentes y casi medicinales, recuerda bastante en algunos momentos a la gran banda escocesa The Blue Nile, e incluso si nos ponemos a escarbar podríamos hallar conexiones con la parte más íntima de Mark Hollis en su inmortal obra maestra «Spirit of Eden» con Talk Talk.
En «Making the most of it» prosigue la exploración de la adolescencia, mencionando en un verso parte de la letra de «Almost there», el temazo incluido en «Whole», el Ep de debut en 1997. Con «Old Wisdom» parece expulsar ciertos demonios y creencias que le marcaron.
Este admirable ejercicio de conexión con el pasado, de remover sentimientos de la infancia y de mirada hacia el futuro, podría ser considerado lineal o empalogoso para ciertas personas por tener algo de minimalismo. Por contra, para un servidor es precisamente esa su mayor virtud, puesto que consigue dotar a toda la obra de un caracter homogéneo y conceptual. Y es que dicen que para hallar el equilibrio hay que explorar y examinar el espíritu de la infancia, recuperando pasajes ocultos, ese sería el milagro de introspección que posee «Havasu», se dice pronto.
Por supuesto no nos olvidamos que nos queda la hipnótica «Stranger» sobre la condena de la soledad y las virtudes de sufrir en silencio, la más profunda e intimista «Good feeling» sobre más recuerdos de la adolescencia, y el mejor colofón «Lost myself», una especie de resumen de perdida en atardeceres de Havasu, donde se enamoró entre accidentes geográficos formados por ríos, los llamados cañones. Sí, es muy posible que hayan más movimientos del pasado en el futuro, quizás el siguiente paso sea en la californiana Santa Cruz.
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No puedo estar me acuerdo con todo lo que dices, mi querido Juanjo. No es casual esa conexión de la que hablas con Mark Hollis o The Blue Nile. Como ellos, la música de Pedro the Lion es para soñar sin paracaídas, para evitar rozaduras en el corazón nada mejor que temas como ese «Stranger» que te queda el alma congelada. Soberbia critica. A seguir Juanjo. Abrazos!!!
Gracias, Carlos. El disco de Pedro The Lion está claramente entre mis dos favoritos del año por ahora. Un abrazo.