Crónica del concierto que ofreció Graveyard en Sala Changó durante la velada del 25 de abril de 2025.
… al ecuador del concierto Graveyard sonaba a un “Led Zeppelin III” ácido, restallaban con la voluntad de convencer a sus espectadores de su propuesta inigualable. En no pocos temas se extendieron en jams que les asemejaban a unos Grateful Dead en perfecta forma psicodélica…
Confieso que me costó entrar en el concierto. Yo venía de una comilona de antiguos amigos compañeros de mil batallas automovilísticas, celebrábamos un homenaje a la mítica marca Pegaso y, como guinda del pastel, a los postres nos invitaron a una nave industrial en la que se amontonaban (en perfecto orden y estado) además de la marca española, un buen puñado de Ferraris, Rolls Royces, Jaguars, Porsches, Hispano Suizas, MGs, Triumphs, Aston Martins, Alfa Romeos, Delahayes, BMWs, Maseratis… Ya me contarán, después de tal despliegue, en apenas media horita, plantarme en la Sala Changó de Madrid para asistir al último concierto del corto tour nacional de la banda sueca Graveyard.
Con la primera cerveza me enfrenté a la banda barcelonesa The Mothercrow, una formación liderada por una formidable Karen Asensio, auténtica fiera del escenario. Su rock es macizo y contundente, descendiente del mejor heavy clásico de Black Sabbath, Led Zeppelin, también de esa corriente hard-rock (quasi-stoner) que limita igualmente con un acid-psych de moda en muchas bandas del entorno europeo (Blues Pills, Kadavar, Stoned Jesus…). Si Karen se mueve como un reptil acorralado, destaca además su guitarra solista, Max Eriksson, gran parte de los riffs de su Flying V sirvieron para caldear un ambiente en el que presentaron gran parte del material de sus dos únicas grabaciones, “Magara” (2019) y “Foráneo” (2024).
La segunda birra ya me encontró en la platea superior de la Sala Changó, apoyado en una barandilla lateral y con una visión relativamente buena. Su ingesta aguantó la hora y veinte minutos en los que los suecos Graveyard presentaron ante su público una parte seleccionada de su mejor discografía. Un total de 15 temas (incluyendo 3 bises) que fueron de menos a más.
Por orden cronológico, cinco piezas de su “Hisingen Blues” (2011). La misma canción homónima, “Uncomfortably Numb”, “Buying Truth”, “The Siren” y “Ain´t Fit”. Tres del “Lights Out” (2012), “Hard Times”, “Slowmotion Countdown” y “Goliat”. Otros cinco del “Peace” (2018), “Cold Love”, “Bird Of Paradise”, “Please Don´t”, “It Ain´t Over” y “Walk On” y otro par de temas, “Randy” y “Halet” de los que no pude localizar su procedencia.
Hablaba antes de la secuencia de menos a más en la que se desarrolló el concierto. Empezaron fríos, algo ausentes, me veía como testigo de una grabación de youtube en vez de presenciar un concierto en directo. Graveyard fueron posteriormente abrigando su sonido con una capa de medio-tiempos con fuerte base hard-rock y melodías de hondo sentimiento blues.
Al ecuador del concierto Graveyard sonaba a un “Led Zeppelin III” ácido, restallaban con la voluntad de convencer a sus espectadores de su propuesta inigualable. En no pocos temas se extendieron en jams que les asemejaban a unos Grateful Dead en perfecta forma psicodélica. Los bises, yo todavía apuraba el último chupito de la segunda cerveza, convencieron a una audiencia todavía ansiosa, ya completamente entregada a la representación de la banda.
Llegué pronto a casa con la sensación de una jornada perfectamente aprovechada. Tanto que, ya alejado de la tiranía del control de alcoholemia, me serví la tercera, saqué de la balda su “Innocence & Decadence” del 2015, favorito personal Lp de Graveyard del que no hubo oportunidad de escuchar ninguna de sus canciones, y así, entre sorbo y sorbo, entró un nuevo día en su dichosa madrugada.
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