Seguro de que algún día le pasará lo que a los tres diamantes de Nick Drake.
Su tiempo les dejó pasar, no les entendió ni quiso detenerse en su camuflada belleza infinita. Obras de arte atemporales, suspendidas ante el propio encantamiento de sus creadores, condenadas al cajón de los hilos y ay bienaventurado aquel que no haga limpieza y las conserve de por vida porque será inmensamente afortunado el que reciba tan inmenso legado.
Me he venido a Portugal, como casi siempre, a curar del mal de los nervios, como le llamaba mi abuela, ahora ansiedad, con ganas de remover mobiliario, cambiar de colores mis paredes y verlo todo desde una calma necesaria que solo me la da el clima y el ritmo de vida lusitano.
Reposando en la tranquila playa del Lago de Melides, con un cuaderno negro, solo ante el océano en esa extensa franja de arena que va desde Sines a Troia, un rato apartado del resto, a solas, en lucha por arrinconar fantasmas recurrentes, pensamientos inútiles en bucle, sensaciones de derrotas en batallas en las que ni siquera ha sido uno soldado, cuando el rumor de las olas es medicina y canción.
Pero en shuffle del viejo ipod blanco aparece Ray y su segundo disco y se complementa el insuperable sonido ambiental., fundiéndose con el propio ruido personal.
Es ese mismo álbum que estrenó su hondura un poco más abajo del litoral, hace ocho años, en el atardecer vicentino de su cabo mítico, en el justo momento en que el cielo se torna color berenjena y el viento azota un completo día playero regulando temperaturas interiores y exteriores y poniéndo a cada cual en su sitio.
Till The Sun Turns Black, estoy seguro, que nació de un viaje al interior de su propio compositor como el que ahora me planteo y puedo darle la ISO de sus plenos efectos curativos, los mismos que en el otoño produce el Common One del cowboy de Belfast.
Un sonido muy profundo deja transparentarse unos rasgueos casi fadistas, cuerdas de nylon y las notas de un piano con eco te dicen que estás aquí en el presente y no en el pasado, Be Here Now y tampoco en un futuro incierto que ahoga. Este es mi lugar y aquí hay la suficiente luz para enfocar y hacer balance de tus pérdidas y ganancias anuales.
Espacios atlánticos, necesarios para redimensionar dramas, vida y miedos. Así se desarrolla la primera canción del bardo de apellido francés y , de esa manera , te pone en total situación.
No estamos ante una colección de canciones sueltas como en su anterior Trouble sino ante un estado de ánimo, el estado de la costa del Parque Natural de la Costa Vicentina y el Sudoeste Alentejano, donde se pone el sol y todo se torna al negro de manera lógica y natural.
Una maravilla , un regalo del cielo es la segunda, Empty: su trote, su tono sensual, su recitado inmenso te abraza. Well I will always feel this way…suena como esas caricias del Blonde On Blonde, incluso con rimas prestadas de él y unos arreglos de cuerda que producen sintomas de congoja emocional grave.
Mirando como los demonios se van quemando en la hoguera, como entender de una vez por todas que su misión es terminar contigo y debes acabar con ellos. El vaciado, empty.
Barfly con su bajo ala Sweet Jane y sus guitarras cristalinas encierra una interpretación sexy como pocas. En ese sentido Ray Lamontagne emparenta con Marvin Gaye más que con cualquier otro cantante extraordinario , como es él. Ray es sexual, explícito, suena a arrumaco, al placer previo a la explosión.
Y es entonces cuando unas notas de Stratocaster caracolean y hacen a los tambores disfrutar. Menuda preciosidad.
Venerando el Muscle Shoals Sound tenemos Three More Days, ese perfecto single de tiempos pretéritos, lleno de bravado, pianos Spooner y lineas de la Stax. Clarence Carter estaría bien orgulloso de haberla cantado. La voz es sobrenatural en este southern soul de songbook y academia.
You Can´t Bring Me Flowers es intriga hecha canción, en una onda muy blues como los Them o los Doors. Una flauta remata su toque moonshine whiskey on the rocks, muy Blue Note, groovy y cool.Tersión.
Cambio de tercio con Gone Away From Me que parece del primer disco de Leonard Cohen, una melodía ancestral sobre la que poder cantar. Una guitarra pequeña o ukelele salpica toda su gracia mientras una sección de viento del Ejercito de Salvación le da un poso marinero, marcial, de sol poniente.
Enrroquemonos en el amor verdadero, tratemos de que no se escape recuperándolo cada minuto, en cada gesto y cada pensamiento,porque life is long y yesterday´s gone.
Sopla viento ligero, de poniente, no hay nadie en trescientos metros a la redonda y llega un intrumental como los del Pink Moon que introduce Lesson Learned, una confesión en toda regla que sumada a lo que precede ya le da a todo el tesoro su tono reflexivo, acústico, delicado, místico, único.
En Truly, Madly, Deeply se queda sin palabras, como si fuera un interludio a un fado menor dejando a tus pensamientos llenar los espacios con una sucesión de acordes vitales.Sol, horizonte y luz.
Pero el momennto cumbre del disco es, sin lugar a dudas, la canción que lo titula: Till The Sun Turns Black donde en este sagrado oeste continental suena a himno porque el astro rey se pone frente a tus narices, sereno, ordenado, profundo, colocando las sombras en su lugar y diciéndolas que mañana volverá a rescatarlas.Los estremecedores arreglos de cuerda van y vienen como las fuertes espumarolas de las olas, blancas y brillantes.
La condición de cantante puro Casanova se hace perla en la balada isabelina y barroca Can I Stay, una suerte de mezcla de Lady Jane y Just Like a Woman. Su interpretación produce desmayos unisex y se siente en la piel y en la nuca, como ese soplido del ser amado, su poder de seducción es descomunal. Oirle cantar es oirle suplicar y quererle como pasa con Otis.
Within You cierra el viaje como si fuera un Hey Jude espontáneo, un mantra con el que completar este ejercicio de respiración sonoro, de vaciado de depósito de aguas residuales y llenado del fresco manantial.
Seguro que algun día, a este Till The Sun Turns Black se le considerará como lo que es, una absoluta obra maestra, otra relativa al inarticulado discurso del corazón y como es el proceso que llevan las cosas, con su principio y su final, como los días en Melides. Esta proeza generosa nos viene a contar , otra vez pero a su manera, que la respuesta ante tantas preguntas la tienes dentro de tí, dentro de tu propio escenario, simplemente mirando como se pone el sol, aquí y ahora.
Esta entrada se ha publicado en rockandrodri land.
Ray Lamontagne – «Till the sun turns black» (2006) 9’3/10
01. Be Here Now/02.- Empty/03.- Barfly/04.- Three More Days/05.- Can I Stay/06.- You Can Bring Me Flowers/07.- Gone Away From Me/08.- Lesson Learned/09.- Truly, Madly, Deeply/10.- Till The Sun Turns Black/11.- Within You
Eran otros tiempos para Ray Joserra, el último disco me ha dejado un sabor de boca tan malo que le voy a dejar en barbecho anteriores trabajos y este sin duda es el mejor junto a Trouble, pero es cierto este disco es magnífico.
Un abrazo.
Eran otros tiempos para Ray Joserra, el último disco me ha dejado un sabor de boca tan malo que le voy a dejar en barbecho anteriores trabajos y este sin duda es el mejor junto a Trouble, pero es cierto este disco es magnífico.
Un abrazo.