John Cale - Paris 1919

Discos Especiales

Medio siglo de canciones inmortales con John Cale y «Paris 1919».

una novela de viajes apasionante, refinada, rica en matices y donde la voz de Cale tiene unos colores románticos y una sonoridad impresionante pese a su rudeza

Nos van cayendo años y en las efemérides de los discos míticos nos damos cuenta del camino recorrido con ellos: ya no somos aquellos chavales que fuimos ¿o si?

Servidor era un jovenzuelo cuando cayó entre sus manos este disco que tanto, tantísimo me enseñó y me sigue enseñando. Lo compré en mi periodo de los discos blanco-roto, plagados de tonos musicales sepia, a la cabeza me viene el Lost Generation de Elliott Murphy, primo-hermano en ética y estética.

Una década, la «veinteañera», de continuo descubrimiento y educación en las tiendas de discos, de amor por la Geografía y la Historía, de las pocas asignaturas que veía útiles y que se me daban bien junto al necesario Inglés para sumergirme en el misterio de las letras que encerraban todos estos tesoros.

La cuestión es que entonces uno no sabía quién era Lowell George ( líder de los americanos Little Feat, ahora favoritos) pero curiosamente su aportación musical me sonaba europea; el totum revolutum de esta catedral del galés underground, su tercer trabajo con su firma propia, es como caminar por paisajes europeos sea por la campiña inglesa, los chateaux franceses o la montaña mallorquina. Incluso en el estudio consiguieron que quedara en el master el sonido de los rayos de sol, y desde luego ese sol es meridional.

Siempre he considerado «Paris 1919» una novela de viajes apasionante, refinada, rica en matices y donde la voz de Cale tiene unos colores románticos y una sonoridad impresionante pese a su rudeza. Por ejemplo, en esa piedra preciosa que todos queremos llamada Andalucía, está uno de mis I love you favoritos de la historia del rock. Como si fuera un Brian Wilson con gafas de profesor de literatura inmediatamente piensas en una declaración de amor en una playa de Huelva.

John Cale
John Cale

Realmente, el hasta entonces músico loco del avant-garde, compone un exquisito disco barroco y orquestado sin perder sus aires rock y generando junto a músicos norteamericanos ( parte de Little Feat, parte de los Crusaders y la orquesta sinfónica de UCLA) el disco más europeo que te puedas echar a la cara grabado en L.A. Una especie de milagro, de cuento versallesco, de fábula inteligente disfrazada de ingenua.

Nos encontramos con un artista más cercano a Kevin Ayers (el glorioso «Bananamour» también cumple en nada los 50 ) que a su hermano velvetiano Lou Reed. Margaret del rubio de Kent bien podría estar en «Paris 1919» o «Half Past France» en uno de la época dorada del vecino de Deià. Ahora que lo pienso Kevin en esta época era muy velvetiano en canciones; es decir, tanto de Lou como del John refinado.

El productor Chris Thomas también es digno de mención en este aniversario porque realizó un trabajo de orfebrería y optimización de todos los recursos humanos implicados. Paris 1919 es una obra de arte digna de colgar en el mejor museo imaginario de los discos cuadro.

Las nueve piezas de esta joya, hoy cincuentona, se suceden con un lujo humilde pero descarado. Y podrían haber sido 10 si el bueno de John se hubiera currado unos arreglos de cuerda bonitos para el outtake dylaniano «Burned Out Affair», una preciosidad que solo aparece en la esencial reedición de Rhino en cd de 2006.

El viaje por estas canciones eternas y siempre sugerentes lo haces a ser posible en el Orient Express, bien trajeado y con servicio de té completo con scones y nata agria, mirando por la ventana y empapándote de paisaje e Historía. Pasas por la Atlántida, por Andalucía, por la Grande France, por las colinas de Gales donde nació el artista y aunque las letras sean un tanto crípticas intuyes que todo va sobre la preciosa decadencia de una Europa que no puede dejar de ser hermosa pese a sus continuas guerras tras paces con tratados.

Y lo percibes en el solo de órgano de «Child´s Christmas In Wales» y en el bajo juguetón y elocuente de Wilton Felder, que a pesar de ser un músico de funk toca como Paul McCartney. Y qué decir de los dos pájaros de Little Feat, Lowell lo llena todo de estrellas con sus guitarras y steels y Richie Hayward a los tambores rezuma clasicismo y servicio a la canción.

Incluso escuchas glam-rock en «Macbeth» o calypso beatleliano en «Graham Green» para después entrar en palacio con Paris 1919, clásico entre clásicos del rock que nunca veras en listas.

Y aunque todo parece alejado de los tiempos de la Velvet, hay un poso que percibes en irresistibles bellezas como «Half Past France» o «Hanky Panky Nohow» o la favorita personal que da el cierre y me hace llorar, «Antarctica Stars Here», una talking-song in crescendo emocionante, susurrante que da paso al silencioso final que te pone en el modo añoranza por volver a realizar el viaje.

Somos ya mayores si, pero cuando escuchamos Paris 1919 del gran John Cale nos quitamos años de encima, flotamos en agua salina y hacemos pie en un fango de emociones legendarias: desde saber perfectamente en qué tienda compraste el disco a recordarte buscando en el Atlas (entonces no había ni google ni vuelos low cost) donde estaban todas las estaciones del recorrido.

Por muchos años querido y eterno Paris 1919.

You’re a ghost, la la la la la la la la la
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