The Jesus and Mary Chain publicaban tal día como hoy hace catro décadas su mítico debut.
puso una tenue luz sobre aspectos mucho más sórdidos y atribulados de los habitualmente tratados en este género…
Tal día como hoy, pero cuarenta años atrás, se publicaba el primer disco de la formación británica The Jesus and Mary Chain: El famoso «Psychocandy».
Los que ya tenemos una edad, recordamos el impacto que causó este álbum y lo novedoso y transgresor que a todos nos pareció. Hoy voy a recordarlo en el Exile desde la perspectiva de lo que su escucha en este 2025 me produce, y también sobre la reflexión a la que me invita sobre algunos aspectos a propósito del ejercicio de escuchar discos en los tiempos modernos, y la verdad es que creo que algo estamos haciendo mal desde hace mucho tiempo.
O eso, o definitivamente los discos que actualmente se publican no dan la talla y es muy difícil que sorprendan a nadie. Que aparezcan discos que realmente te conviertan en esclavo de su contenido o que sientas que estás descubriendo algo que sabes que dentro de diez o quince o veinte años va a seguir acompañándote, parece poco menos que una utopía en este farragoso nuevo milenio.
No sé cuánto tiempo hace que no me engancho a un disco como «Psychocandy», un álbum en el que cada rincón parece albergar una lámpara que se enciende de repente, desvelando bajo su haz de luz un paisaje inédito y en continua expansión, algo que vive y respira ante tus ojos (o mejor dicho oídos) y que se enreda a tí para ir moldeando, de forma conjunta, algo embrionario que sientes como se está convirtiendo en una experiencia viva, magnética y dulcemente extravagante.
El caso es que la irrupción de The Jesus and Mary Chain en 1985 con este caótico y anárquico conjunto de canciones, retorció el pop tal y como estaba concebido y puso una tenue luz sobre aspectos mucho más sórdidos y atribulados de los habitualmente tratados en este género, dando a entender que había alguna vuelta de tuerca más que dar al pop británico.

Y es que tan siquiera por una vez, no aparecía una banda británica que fijaba sus influencias en el Olimpo y ponía el tiro de cámara apuntando al pop sixty de Beatles o en menor medida de Kinks, Who u otra de aquellas bandas ya embadurnadas de gloria en aquellos mediados ochenta.
Los hermanos Reid aceptaban el hechizo de sus ancestros musicales, pero dejaban paso a otras influencias como el punk de The Stooges o The Damned; el rock Lo-Fi de la Velvet Underground o el entorno oscuro y en penumbra de Joy Division o Bauhaus.
Amontonaron estas influencias y trozos de imaginación retro y construyeron una pira de flamígeras imágenes noise, rellenando el festín sonoro con distorsiones, feedbacks y levantaron un muro de sonido de envolvente y febril expresividad.
Lo tenue, lo borroso, lo desenfocado gana la partida a las idílicas guitarras y los coloridos acentos de la psicodelia sesentera para restregar su lisergia por los rincones más underground y depravados del subconsciente.
El resultado final nos lleva a un disco que te eleva y te deja caer; que mezcla aspectos primitivos de la personalidad propia del rock con vanguardistas soflamas que refulgen a medio gas; himnos con vocación de eternidad con quejidos rugosos y cortantes, casi antipáticos; reflejos de una juventud quejumbrosa con detalles que evocan a una verista y desengañada madurez.
Como detalle a destacar, la presencia de Bobby Gillespie a la batería, que abandonó esa especie de barco fantasma tras la tempestad que supuso «Psychocandy» para embarcar en Primal Scream. Los Reid no volvieron a construir nada tan absorbente y transgresor; aunque firmaron todavía unos cuantos (muy) buenos discos tras éste. Pero sea como fuere, dejaron para la posteridad uno de esos documentos que apenas han encontrado material análogo en los últimos lustros.
Grandes discos hay y habrá, pero hace años que no escucho nada como «Psychocandy» (y algún otro totem más), pero en cualquier caso, desde hace tiempo que escucho demasiados discos que – aunque muy buenos en su naturaleza intrínseca – no me asaltan, ni desarbolan los pilares básicos sobre los que se sustenta mi estabilidad emocional en cuanto al melómano, a veces un tanto acomodado, en que me he convertido, por eso este será siempre uno de mis los discos básicos de mi ser como musiquero.
- The Jesus and Mary Chain – Psychocandy (1985) – 40 años de transgresión - 18 de noviembre de 2025
- Montana Stomp – The horse and the hill (2025) - 17 de noviembre de 2025
- Supersuckers – Liquor, women, drugs & killing (2025) - 14 de noviembre de 2025