Críticas Discos

Y al final se me ha llevado el gato por aguas el tal Rey Creosota en lo que a discos 2014 refiere. Que de alguna manera lo venía venir, si. El alter del cantautor escocés Kenny Anderson es como ese libro que te prestan y, aunque sabiendo a pies juntillas que lo disfrutarás la de «diosescristo»,  vas aparcando ya que, cachís, requiere un mayor trabajo de inmersión/empape previo. Amén de una predisposición determinada, dígase todo.  Esto es: vas tirando de cosas más, póngamos, frugales e inmediatas (y también necesarias en lo suyo, ojo no ninguneemos) mientras te limitas a echarle un vistazo a la remanguillé al otro de vez en cuando… Y es que, además, siempre que me había acercado (en los últimos años y ni que fuera de rasquis) a la obra de nuestro prota de hoy me había atacado esa sensación tan agradable y conocida (y cada vez más cicatera en cadencias) de: «caray, esto bueno… bueno de cojones». Pero me faltaba, of couse, «el gancho». El disco que me atrapara de primeras y ya no me soltara. Y más allá de la simpatía subconsciente por el nombre artístico empleado (desconozco si aposta pero la semejanza con el pythoniano Sr. Creosota ahí está -y yo soy más enfermo que mero fan del famoso grupo cómico,como hasta los gatos saben-), King Creosote me ha acabado derrotando del todo con este «From Scotland with love» al que, orgulloso, aupo a la postre hasta el primer lugar de mis referencias predilectas del año a nivel de elepés.
Para los amantes de las puñetitas biográficas varias vaya el que este hombre pertenece ya de base a un seno familiar con cierta tradición en el mundillo (uno de sus brothers es miembro de la Beta Band sin ir más lejos) y que en las escocias, de hecho, lo venden como lo más grande desde Donovan a la hora de fundir folk con música popular… Que no es para menos o, en el «peor» de los casos, sorprende cero. Por si fuera poco el tío es por un lado otro abonado al «niño-prodigismo» galopante (ya con productora propia en los mid 90’s y veintitantos) y por otro, y cual Robert Pollard pero en lo suyo, poseedor de una fuente creativa casi esquizoide que logra que Ryan Adams parezca los Pistols en lo que a productividad pertoca… Lo que, eso sí, dificulta lo suyo perseguir la «discografía estándar» del pájaro al estar su obra tan entremezclada con sus choporrocientos proyectos paralelos (que en verdad tiene proyectos paralelos hasta firmando como él mismo… de locos, ciertamente).
Yendo ya a por el contenido del disco que toca, comentar de entrada que este «From Scotland…» forma en verdad parte de un proyecto más global al servir de soporte sonoro al documental del mismo nombre estrenado el verano pasado. Documento que, por cierto y lo visto, es un puro y duro desfilar de imágenes variopintas de aquellas tierras y que se sirve del trabajo de Creosote como única y exclusiva muleta audible… Y es por ello, lógico, que el sentimiento desborda este elepé de rabo a cabo y al revés. Trabajo de recuerdos familiares, de historias e historietas recuperadas, de dires y diretes, de alpargata y chimenea. Muy honestamente sentido y sin ambages todo, en resumen. A sumar que, cómo no, es este un álbum que a pesar de sus orquestraciones y lindezas de acabado a tutiplén, flirtea con descaro con una acusticidad casi de manual… Se enchufan instrumentos, sí, pero nadie se engañe… Acordeones, mandolinas, banjos, órganos y unos dos mil violines es lo que más brilla y debe brillar aquí. Amén de la propia y dulzona voz (y registro) de Anderson, perses. ¿Canciones?. Como las quieran y requieran, oigan. Y a cual más bonita, ya puestos.
El precioso lamento inicial «Something To Believe In» (qué voz, el cabrón hace gargaras con grageas de mimosín de a fijo) con su acordeón y demás marca tono… Y como te subas al tobogán, está claro, ya quedas infectado y estás jodido. Que no se te va a dejar ir ni en guasas, ténganlo bien presente. Por la misma senda del wonderfulismo extremo, recogiendo y subiendo la apuesta en verdad, que anda «Cargill» (esas cuerdas funambulistas de quita y pon, ese subir en cierto momento, la celestial segunda voz femenina…) y su romance de pescadores. Y ya solo con ese par el considerar una alternativa entre mis discos favoritos de la añada se me antoja de un puro/puto ordinario que mejor ni intentarlo… Aunque, anda mire ud, es ahora (para la tercera) donde al tipo le da por irse a la tómbola sin previo aviso y, con un par, nos endilga una polka de manual en esta «Largs«… Y ni qué decir que, tras el cachondeíto inicial, surge ese poso (que nunca pose, aquí)  nostálgico que (me) hace tan especial este disco. Y atención a ese bridge jazzístico, así sin avisar tampoco, que es puro Rey Lui y te deja de aboniatada pasta. Volvemos a orillas (mucho) más reposadas con «Miserable Strangers«… El disco enamora de inicio el puñetero, después desconcierta a lo burro y te mete en una peli de Kusturica en pleno correcalles gipsy… y entonces (y qué poco llevamos para tantas cosas) «Miserable Strangers». Brutal. Macca con faldones, la inolvidable y eterna «she’s a jar» de Tweedy empatada… y esa reentré del final con los coros. Que no esté en ninguna lista (estoy por quitarlo de la mia, por si acaso), que no lo escuche nadie. Que no quiero ver ningún disco de este año ni remotamente cerca en las tiendas de este. Y, en cualquier caso, más cajas de música en una «Leaf Piece» que se retuerce en formas similares a la anterior y encuentra meta en unos arreglos de cuerdas finales de puro adagio karajaniense.
«For One Night Only«, a su vez, es seguramente uno de los enganches más claros del disco (a pesar, o precisamente, por ese inicio que tanto parece se lo piense antes de arrancar). De lo más parecido a una pop-song de manual que encontraremos aquí y, de nuevo, que bien canta el Creosote este de las narices, sí… Y esto que no afloja. Que tampoco lo hará en realidad, ya les adelanto. Porque qué se le puede reprochar a las infantiles voces/coros de «Bluebell, Cockleshell, 123«… Puentazo hasta el porche del pequeño/enorme Simon con palmas de saleroso acompañamiento (lástima solo el que sea tan corta la muy reputa). La sigue este paso doble de la pradera (de nuevo con segundas voces en XX mode que son el puñetero cielo) de «One Floor Down«… y más violines retuerce entrañas para la cole, que no falten («chinpón» final, included). Ya arribando a puerto «Crystal 8s» ejerce de primera instrumental del lote… aunque más que canción sea una especie de intermezzo a base de violín reverberante y tentetieso… Y aunque, por lógica, sea lo menos memorable del disco (por mucha belleza medie y tal)  no es sino un ponernos en solfa para lo que quiera quien toque que siga… «Esto va a ser muy gordo si hasta le ha hecho una intro y todo»… Y lo és. Coño, si lo és. «Pauper’s Dough» no se toca ni canta… Se derrite sin más. Empieza desde lo mínimo para ir creciendo a estratos, a arrangements puros, para terminar en los tan comanditeros cantos gregorianos del final. Mucha enormidad, casi tanto como el cariño que se nota (y preocupa una hez que lo haga desde su facturación, está cristalino) se ha puesto.  Sea como fuere, el escaso minuto y medio de «A Prairie Tale» cierra telones con el tono de lamento que abrió el viaje. Y aunque se eche tanto a faltar la voz de Kenny insertada entre violines cuesta imaginar un broche mejor (no lo pienso indagar ahora pero apostaría a que si no es el final del documental, directamente, el momento que se le otorga en el mismo es de gallina de piel -que decía aquél- absoluto). Para terminar con el texto, eso sí, solo queda confesar que no tengo ni reputísima idea de como puntuar esto… Estoy/estamos tan acostumbrados a escuchar pop-rock con guiños folkies que, mediante esta bonitez tan despampanante (y con polka embutida, a qué más), no sé si es lícito liarse en puntuaciones en algo que es justo lo contrario (puro folk con algún contado guiño a «lo popular»). Muy «de género», en definitiva, estas postales escocesas, sí. Ahora bien, por aquel proceso «randynewmaniano» (aquel por el que nunca sé si contar al músico en cuestión como otro «artista pop-rock» al uso o no -aunque al final por lógica no quede sino hacerlo-), si considero y ni que sea de taaan lejos este trabajo de hoy como algo avezado al «pop-rock», y dentro del año todavía en curso, no queda sino ponerle una corona bien gorda pues, no cabe duda a mi entender, este «From Scotland with love» de King Creosote debe (en efecto) reinar. Y con cierta sobradez, añadiría.
 
King Creosote – «From Scotland with love» (2014) : 9’2/10
01. «Something To Believe In»/ 02. «Cargill»/ 03. «Largs»/ 04. «Miserable Strangers»/ 05. «Leaf Piece»/ 06. «For One Night Only»/ 07. «Bluebell, Cockleshell, 123″/ 08. «One Floor Down»/ 09. «Crystal 8s»/ 10. «Pauper’s Dough»/ 11. «A Prairie Tale».

Por Guzz

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5 comentarios

  1. El post es un postazo. Lo que acabo de escuchar buscando por la web es fabuloso, lo que realmente tiene güebs es que no me hayas comentado nada de este disco, que te lo tuvieses tan calladito, tan escondidito, y que ni me lo has comentado ni me lo has pasado ni nada. Ahora entenderá la gente porque somos archienemigos… serás cabronazo!!!! ya me busco la vida para hacerme con el disco, no te preocupes, que por lo escuchado a modo rápido podría estar en mi top perfectamente. Repito, eres un mamonazo.

    1. Y además con doble de indignación por tu parte al ser tocayo, jaja… Ya sabes que me cuesta mucho recomendar novedades (hay casos como el de Curtis que son evidentes y vas a tiro hecho, pero no es habitual). Es por aquello del tiempo que es el mejor juez y tal… algo, un mínimo de perspectiva me parece imperante, que gente con un "golpe de suerte" -y de la que hoy no se acuerda ni su madre- los hay a cascoporro… En el caso de Creosote, al que medio sigo desde hace un lustro aprox., no solo se recomienda este disco, aunque fuera lo que me faltaba para ya tirarme de cabeza, sino al ínclito artista así en general… Es muy bueno. El Tweedy de las highlands, pero eso sí, insisto: este tio hace folk con concesiones pop, no al revés. Que vos lo disfrute.

  2. Es usted un "topami" y al mismo tiempo m'has matao bacalao, este disco es chalsiano hasta decir basta, usted pone este post hace un mes y hoy es mi number one de seguro, lástima que si no lo mete nadie más se quede rezagado a dios sabe que posición. Muy grande este escocés, y yo que creía cuando hablabas de highlands que te ibas por los cerros de twilight sad!!!! Postarro del compón, y pese a todo, gracias por descubrirme este discazo y artista!. Saludos chalsianos

    1. Es que de hecho es aún más chalsiano de lo que parece… Da muchísimo juego a la hora de aunar obra y contexto social/histórico (por no hablar de la motivación personal/familiar del músico, tan evidente) y no puedo evitar pensar en esas entradas de la Route tan bien hilvanadas en ciernes (las entradas más largas, las que más abarcan y, con permiso, me molan -como las de aquellos primeros pasos bosseros, para entendernos-). Esto és, mucho más que un lote de canciones bonitas lo que aquí tenemos (hay un sentir e intención paralelos y- mayores- en todo momento)… Sí, lo del "topami" está más que bien, pero puedo aceptar perfectamente lo del "cabronazo" del Archienemy sin problemas, está claro. Abrazo guzzero !

    2. Si yo sé que me aguatáis en el Exile por la inercia de aquellos posts catárticos, tienes toda la razón, pero mira, hace unas semanas hablando con mi padre (Bruce) le recriminaba lo mismo, "que mira que no hacer un nebraska o un darkness… " y tal y tal, y el tio me contesta que no sea capullo con lo mal que lo pasó en la épcoa de Nebraska, estaba echo una braga por dentro. Pues bueno, que ahora tengo mis Ronnie Lane y mis Kinks y me desfogo en modo "alegre", pero claro, en modo "alegre" las cosas parece que calan menos, mira, erstoy escuchando este disco y me cango en to', me encanta, a ver si me arrastra pa' fuera alguna longaniza de texto. Saludos Don Guzz, siempre un placer

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