…a nadie debería extrañarle que por esta banda haya pasión y devoción…
Dicen las escrituras del Nuevo Testamento que al tercer día de ser crucificado y sepultado Jesucristo se produjo su Resurrección. Con los 091 ha tenido que transcurrir algo más de tiempo, concretamente 20 años. Los granadinos no fueron crucificados ni enterrados aunque sí que fueron infravalorados y ninguneados a nivel de popularidad por los medios durante sus trece años de existencia entre 1983 y 1996, motivo por el que, entre otros tal vez, dieron por concluido su enorme legado convirtiéndose en la banda de culto española más venerada por una legión de seguidores que insólitamente ha crecido con el transcurso de los años de forma uniformemente acelerada.
En todo este tiempo, desde el 96 al 2016, merece la pena preguntarse los motivos de ese incremento de admiradores. Creo que la respuesta es clara y sencilla: por sus canciones. 091 es una de las bandas españolas que posee, si no la que más, la herencia de cantinelas que mejor envejece, la que más da pie a toparse con nuevos descubridores o exploradores musicales, tanto de nuevas generaciones como de precedentes que por motivos dispares nunca llegaron a enchufarse realmente con ellos. Otra cosa que también parece clara es que el día en que se produce esa especie de conexión y sintonía cósmica por parte del oyente de turno ya nunca abandona el encandilamiento y la fascinación por los Cero.
Lo que se vio en la capital aragonesa pasará difícilmente al olvido por parte de los asistentes que llenaron el recinto y dudo en equivocarme si afirmo que la práctica totalidad salió de allí con un alto grado de satisfacción. Rock de esencia, personal e intransferible, una cuidadosa y detallista preparación en ensayos por parte de Jose Ignacio Lapido, José Antonio García, Tacho González, Victor Lapido y Jacinto Ríos, y, lo más importante, un espectacular ritual de intensa y emotiva interconexión con los concurrentes. Pocas veces el que suscribe ha visto en ese sentido algo similar y que ello sucediera con una banda española es motivo de orgullo. Bueno, siempre podrán llegar los típicos aguafiestas que dirán que los Cero han vuelto por el dinero (no creo que sea el único que haya oído algo similar) pero a los que allí estuvimos nunca podrán quitarnos lo bailao y lo disfrutao. Y que se lleven la pasta, coño, que se la merecen más que muchos bodrios que han hecho caja por muchos menos méritos. Le pese al que le pese será el tiempo quien continúe poniendo las cosas en su sitio, en este caso haciendo justicia y rubricando con su retorno provisional una de las páginas más deslumbrantes de las sagradas escrituras rocanroleras españolas. Tiempo al tiempo.
Segundo repóquer. Un paso adelante y dos hacia atrás, seguimos andando pero sin avanzar (“Nada es real”), lo terrenal y lo sagrado (“En el laberinto”), demos a los cuerdos de sus propia medicina, una parte de locura y tres de confusión (“Huellas”), una música delicadamente escrita con sombras y olvido (“Nubes con forma de pistola”), e historias de amor y de odio, de androides y de soledades (“Para impresionarte”).
* Texto: Johnny JJ. Crónica para el EXILE SH MAGAZINE y para el ESPACIO WOODY/JAGGER.
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