Si hay un solo juglar en este Mundo se llama Bob Dylan y si hay un disco juglaresco del juglar del rocanrol ese se llama Love & Theft. La arruga bella de Bob comenzó en sus dos acústicos de los noventa de covers de folk y blues, ambos esenciales para entender como, desde entonces, decide subirse a lo más alto de la montaña para desde allí, soltarnos su sermón al resto de mortales. Adquiere la plena libertad de contarnos lo que le da la gana, cosa que viene haciendo desde tiempo inmemorial, pero ahora incluso se permite plagiar a poetas japoneses o a girar sin parar desde Laguna Seca a Cartagena como una peonza enloquecida que no sabe lo que es calzarse unas zapatillas de casa.
Sin embargo, éste es su disco juglaresco o el más parecido a ese otro más gitano llamado Desire: Amor y Robo tuvo la suerte/desgracia de salir a la venta el 11 de septiembre de 2001, a sad and lonesome day, cómo lo recuerdo, sin desprecintar, viendo en casa boquiabierto la televisión. Quizás fue algo necesario, bíblico o sobrenatural ya que ese era el estado de las cosas y él, adelantado siempre a los acontecimientos, compuso la banda sonora de todo aquel desastre y todo lo que vino como consecuencia hasta hoy. Visualmente, escuchar Tweedle Dee con las imágenes de las Torres de Manhattan cayéndose es mejor que leer cualquier enciclopedia o ver el mejor de los documentales de la trama.
Lo primero que llama la atención de Love & Theft es lo variado que resulta en estilos y palos: del blues al gospel rural, del mambo a la old time music, también lo bien tocado que está todo, lo bien grabado y sobre todo, esa mascarada o interpretación sublime del bardo con el poco registro vocal que le van dejando los años pero con ese enorme derroche de talento.
Muchos de sus quintos del rock cantan mejor o igual ahora que cuando estaban lozanos pero ya les gustaría a todos tener la expresión que tiene él. Dylan envejece y así se mantiene joven porque se mueve, otros se trasplantan pelo o tienen cuerpos de gimnasio pero no dan con la mezcla justa para editar música decente y canciones eternas para los oídos del siglo XXI. Envejecer bien es un placer para el que ejerce de voyeur, para el que le toca pasarlo, es una putada.
Observar los pasos del Dylan post-sesenta años es, el mayor de los placeres, un placer sereno pero de gusto aguardentoso. A veces, pienso que no se va a morir nunca y cuando siento la posibilidad es como dibujar un vacío indescriptible. Por eso al padre hay que verle siempre que se acerque por aquí, se debe ser agradecido y además, pensar que allá por otoño otra canción se sumara a Not Dark Yet, Floater, Mississippi o Cross the Green Mountain o Forgetful Heart, algo inconcebible para un brujo especializado en leer la bola de cristal del rock en 1966.
Es así, hay que reconocerlo, hemos tenido la suerte, los que hemos apostado por su visión y arte desde chavales y ahora es como para chulearlo, el padre nos vive; disfrutemos de él hasta cantando villancicos a lo rana Kermi. Nos ha devuelto lo invertido con creces, nos ha salido a perra gorda la compra de su catálogo, el valor de sus entradas, la pasión derrochada en fiestas conmemorativas, el habernos educarnos. Todo eso no tiene precio.
Y Love & Theft es el discurso del sabio, del buen abuelo, con sus batallitas, sus manías y sus frases hechas, repitiendo historias de la mili con un deje del que tiene en sus ojos los rayos X para desnudar al ser humano, no hay más que ver la portada, mensajero de lo que cambian las cosas, de lo que trae el nuevo día y la vieja noche. Se trata, según su evangelio, de no hacer daño y poco ruido tratando de de ser algo libres en este imperio burlesco que es nuestra civilización y que así te salpique lo menos posible la mierda en la que está basado. Dylan ya disfruta del caos, lo acepta desde los veinte años y hace polkas de nuestras miserias y las suyas propias y tiene esa voz perfecta para hacerlas veraces.
Love & Theft contiene unos blues que asustarían al mismísimo Muddy Waters por lo buenos que son y constituyen su columna vertebral: Lonesome Day Blues, Honest With Me y Cry A While es Chess puro, blues pesado y correoso de Chicago era Hard Again del santo del blues eléctrico pero, en todos ellos, escupe verdad. Los patrones y las medidas del blues son los que son pero no por ello dejan de sentarle estupendamente sus medidas. He sido capaz de bajar al infierno por ti y ahora me dejas tirado, he estado con un tal Goldsmith, un hijoputa con pintas por ti y me lo agradeces con una simple sonrisa, anda sufre como una perra ahora que es tu turno…Ilustrativa esa frase soberbia que dice «Moriré antes de volverme senil», quiero ver como muerdes el polvo chica, te toca sufrir, soy viejo pero no tonto.Sigue siendo el genio de la balanza del toma y daca del amor, el mejor en cantar a la ingratitud con una dulzura que se hace cruel.You got a lotta nerve…
Los tres bluses ortodoxos están perfectamente intercalados entre el resto de propuestas. La que le empata es la de la old time music con otras tres: tres obras de orfebre en las que le acusaron de copycatear el estilo de Leon Redbone, cierto, pero que son un soplo de frescura a pesar de sus guiños a tiempos inmemoriales, a tonadas de cuando él no estaba ni siquiera concebido por Abe y Betty.
Bye & Bye es ese tema de salón o de pista de patinaje sobre hielo que si pasas la barrera de su sonido Milikito, observas que esto ya le gustaba hacer en Autorretrato o New Morning: la canción americana de toda la vida. Pero aprovechándose de su dulzura va lanzando, como si no quiere la cosa, frases puñales para camisetas o conferencias: We´ll the future for me is already a thing of the past. Glorioso pensamiento. Lonnie Johnson es su Bon Iver y lo seguirá siendo.
Otro detalle de Love & Theft es su naturalidad: los 5 minutos memorables de Floater es lo más cercano que ha llegado a estar de su ídolo Charles Aznavour: tú te plantas sin prejuicios, escuchas , disfrutas del timing de su voz en movimiento con partes irrepetibles: cómo dice a summer breeze is blooooowinnng y lo rima con stupid, marca la diferencia con cualquiera que pretende llegarle a los philis de sus camperas.
Todo está engrasado y rapea, joder que si rapea: qué bonito es escucharle decir repetidamente Romeo y Juliet en esa estrofa en el que la métrica es prodigiosa y no entiendes como pueden entrar tantas palabras en una sola nota. Duck Trupper (Cazador de Patos), lo convierte en un nombre de banda cool y suena a nobleza en ese acento tan sonoro que tiene el chico del país del norte, suda música. Po´ Boy es la más abuelo de todas, abuelo de Heidi se entiende, abueeelitoo, es esa conexión familiar hacia él que hace que le sientas como de la familia y apuesto, lo ha dicho Jakob, que el ejerce con sus nietos como el de los dibujos animados que marcaron nuestra infancia y el que lloremos por nada.
Todavía capaz de enamorarse : all i know is that I´m thrilled by your kiss I don´t know any more than this.
Trata de recitar con inglés macarrónico su letra completa y te suena a gloria pura, esto es Shakespeare, Nobel ya.
Othello told Desdemona, “I’m cold, cover me with a blanket
By the way, what happened to that poison wine?”
She says, “I gave it to you, you drank it”
Poor boy, layin’ ’em straight—pickin’ up the cherries fallin’ off the plate.
La interpretación es sublime y se nota que en esto son pocos los capaces de transmitir semejante grandeza, las preciosas guitarras acústicas trazan guirnaldas y estamos en una cafetería viendo el Tajo desde lo alto de la Alfama, esa visión, ya que Nueva Orleans sólo la puedo imaginar, es como mínimo lo necesario para dotar de sentido a la belleza infinita de Po´Boy, burlesca como pocas, compasiva también. Luego el resto van por palos y a su bola y en todos saca la matricula de honor: si siempre quiso emular a Big Joe Turner ( al que cita en otra) y firmar un Shake Rattle & Roll, tenemos el fundamento del rock and roll en Summer Days, clásico y a ritmo de tiro…si tenemos que resumir el Sur y su desdicha ala Blind Willie McTell, se saca de la chistera un High Water pre-Katrina apalachiano, demostrando que ya puede estar incluido él mismo en la Harry Smith Anthology, clásico imponente….con el agua que la sientes en corrientes anegándolo todo a golpe de banjo. Que quiere recuperar esos mambos dislocados de bufones y personajes de tres al cuarto a la Basement Tapes, esos malandros, truhanes, bribones de lujo, toma Tweedle Dee, todo se va desmoronando, no existe moral, solo comportamiento y sálvese quien pueda al trote o al galope, a una velocidad descomunal. Esa forma que tiene de describir en sonido y en voz la avaricia del Mundo que se va al garete, todo un maestro. Que nos quiere recordar que él fue Wilco antes que Wilco pues remata con Sugar Baby, de tono lisérgico, perfecta para quedarse en trance, es el Dylan de siempre cuando quiere, es siempre cambiante, siempre.
Pero Love & Theft tiene su Lucha de Gigantes y esa es Mississipi, una de las mejores de toda su carrera. Es la canción de palo dylaniano, esto se lo inventó él. Aparte de tener una construcción admirable, un ritmo trepidante como si fuera el sonido del ejercito de Napoleón entrando por los Pirineos, está la letra , claro, con Dylan siempre está la letra. Es tan INMENSA que la dejamos para capítulo aparte.
Conclusión: Love & Theft es extraordinario, poderoso, diferente y menos sombrío que Time Out Of Mind y un precedente de Modern Times con el que hace muy buena pareja.
Insisto, los mundos en cada disco de este hombre son tan poco comparables, se respira tanto el momento en cada uno que elegir entre ellos es de cobardes, de inmutables y demuestra una absurda negación de la evidencia de que el transcurso del tiempo es implacable. Tweedle Dee & Tweedle Dum bien que lo sabían «confiando su destino a las manos de Dios»
*Este texto se publico en rockandrodri land pero se trae al Exile para celebrar el 77 cumpleaños del minesotarra. Y mira, ya tiene el Nobel, jejeje.