Revuelta Elemental. 15 años. Especial sobre Doctor Divago.
…tres lustros de una obra maldita, infravalorada, repleta de un asombroso equilibrio, que es considerada para una minoría selecta como la gran masterpiece del personal universo e inconfundible estilo de los valencianos, así como una auténtica referencia musical en la lengua de Unamuno, Gómez de la Serna o Valle-Inclán…
Si tuviera que escoger los mejores discos españoles de la década 00, aquella con la que se estrenó el S.XXI, a buen seguro que nombraría «De un lugar perdido» de Antonio Vega, «Cartografía» de Lapido… y la «Revuelta elemental« del Doctor Divago.
Desde hoy, 10 de enero de 2021, casi sin darnos cuenta por lo rápido que pasa el tiempo y por la injusta e insuficiente repercusión obtenida, se cumplen tres lustros de una obra maldita, infravalorada, repleta de un asombroso equilibrio, que es considerada para una minoría selecta como la gran masterpiece del personal universo e inconfundible estilo de los valencianos, así como una auténtica referencia musical en la lengua de Unamuno, Gómez de la Serna o Valle-Inclán.
Hablamos del séptimo álbum que publicaban, el que fue producido en el Estudio 54 de Dani Cardona, donde las composiciones del vocalista y guitarra Manolo Bertrán estuvieron escoltadas por Asensio ‘Wally’ Ros a la batería, Edu Cerdá al bajo y coros, David Vie a la guitarra y Antonio Chumillas a la armónica, formación que desde entonces se asentó hasta el día de hoy. Además contó con la colaboración de Paco Tamarit (Flauters, Serpentina…) en los teclados.
Precisamente Chumi también fue el diseñador tanto de la portada como de las diversas ilustraciones del interior, inspiradas en carteles republicanos de la Guerra Civil y, muy especialmente, en el destacado vanguardista pintor, muralista, fotomontador y militante comunista valenciano Josep Renau Berenguer. A la postre estos dibujos se han convertido en objeto de admiración y culto al dotar de cierta armonía y espíritu batallador a todo el disco.
En cuanto al contenido de este trabajo discográfico llama la atención todo, empezando por un título que posee cierto halo conceptual y que, en realidad, era un extracto de un verso de “El manual de la equivocación”, el megatemazo que se postulaba como una especie de autorreflexivo blues atípico y primitivo para fugarse, para esfumarse, para escapar, para demostrarse a sí mismo que el buey solo bien se lame y que, en cierto modo también, podía interpretarse como una fórmula, como un refugio, como una válvula de escape, como un método de respuesta para eludir las críticas a los fallos, errores…
Al hilo del anterior párrafo digamos que “Revuelta” podría evocar tanto a rebelión a la hora de actuar como a cierta actitud inconformista, así como a esos ángulos, esas esquinas, esos recodos camuflados que siempre van apareciendo en sucesivas audiciones del cancionero del Doctor que mejor sabe divagar y desviarse del asunto principal que está tratando. Si a ello le sumamos “elemental” tiene cierta lógica pensar en una búsqueda de lo sustancial, de lo más básico y de lo olvidado.
Entrando de lleno en la magna obra que nos ocupa nos encontramos con el inicio de “Los tontos buenos tiempos” que, poco antes, en diciembre del 2005, formó parte del recopilatorio “Incrustados en el escaparate” de Malatesta Records junto a referentes valencianos como Cisco Fran, Pau Alabajos, Emma Get Wild…, todo ello antes de convertirse en un obligatorio de los conciertos en directo del quinteto, así como en un auténtico himno atemporal para acabar con cualquier atisbo de resentimiento sobre ese catálogo de amigos que, a lo largo del recorrido existencial, decepcionaron, se marcharon o, por motivos variopintos, dejaron de ser tales.
En esa línea de la amistad en el trayecto del tiempo, en la frontera entre la juventud y un supuesto estado de madurez, entre vapores de alcohol, entre la búsqueda de amor, de anhelos, de ilusiones… deambula posteriormente un excitante temazo eléctrico como es “Tengo amigos”.
Otra parcela que se manifestó aquí y en el resto de su discografía es el aspecto onírico, a caballo entre la realidad y el soñar despierto. Ejemplo de ello sería la extraordinaria “Insomnio”, un guiño a la mítica película en blanco y negro de “Más dura será la caída”, interpretada por Humphrey Bogart y dirigida por Mark Robson, donde de paso aparece otro aspecto frecuente en el cosmos del Doctor, como es el mundo del boxeo, en este caso tratando la corrupción en ese deporte, con el púgil argentino Toro Moreno como principal protagonista.
La sensación de que Doctor Divago recoge la rica tradición del pop hispano sixtie y la hace más culta e intelectual es otra de sus saludables y perseverantes costumbres. Ello se percibió más que nunca en “La mala herencia”, donde contaron en la voz principal con un invitado honorífico como el gran Víctor Ortiz de Los Huracanes, la legendaria banda valenciana de los sesenta en una composición confeccionada a su medida que recuperaba el espíritu de nombres como Lone Star, Los Brincos o los mencionados Huracanes.
Esa admiración por el pop nacional sixtie y por las películas clásicas de los dos anteriores párrafos se vislumbra también en una joya de millones de quilates como es “Camino de regreso”, aquel que volvía a la escuela, al primer momento, al “érase una vez”, con menciones a “El increíble hombre menguante” de Jack Arnold o al temazo “Créeme” que en 1968 publicaron Los Ángeles, la legendaria banda granadina que acabó sus días por un fatídico accidente de tráfico.
Y otro film clásico sirve de inspiración al también frecuente apartado “místico” del Doctor, aquí con la canción “Dios en el lóbulo parietal”. En este caso la fuente que ilumina es una especie de comedia de serie B como “El diablo y yo” (1946), de Archie Mayo. Inolvidable verso final el de “buscan a Dios con un detector de Dios, buscan a Dios y sólo encuentran confusión”.
La euforia se desata en “Tres billones de latidos”, el tema más vibrante, rabioso, afilado y guitarrero del álbum. Ideal su ubicación antes de galopar con mi favoritísima de la vida: “El vagabundo de las azoteas” sigue (y seguirá siendo por los siglos de los siglos) una canción estratosférica, implacable, ingeniosa, imaginativa, para eternos adolescentes, tan única, exclusiva y representativa que solamente podía proceder del enorme talento compositor de Manolo Bertrán.
Más material. En la “Revuelta elemental” no hubieron singles promocionales pero sí un videoclip dirigido por el Dr. Mongole. Me refiero a la cósmica balada “Con tanto amor” que se convirtió desde ese mismo instante en la referencia más popular del disco. En esa onda densa de pop psicodélico sobrevuelan también tres imperecederas maravillas melódicas como “Todas las lágrimas”, “Un ángel volando bajo” y el espectacular colofón “Exceso de compatibilidad”, un ameno análisis astrológico de las relaciones de pareja.
Para aquellos neófitos en las divagaciones del Doctor es fácil que si persisten en esta “Revuelta” acabe generando adicción y variando sucesivamente las canciones favoritas hasta convertirse en lo que es hoy, un impepinable clásico español para minorías selectas.
Por todo ello y por mucho más, un servidor vacía hoy su copa y la vuelve a llenar, invitando a las estrellas para brindar todas las rondas que hagan falta por los tontos buenos tiempos, por el regreso al primer momento cuando todo era tan incierto, por el vagabundo de las azoteas, por el exceso de compatibilidad y por tantísimas horas en esta vida con esta eterna revuelta. Trago tras trago, hasta acabar con los recuerdos más dolorosos. Ah, y también brindo porque todavía quede mucha vida al Doctor.
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