Reseña y crítica de ‘Promenade blue’, quinto álbum de Nick Waterhouse.
…reivindicándose ante el mundo con su cóctel habitual de jazz, blues y rhythm&blues, pero de manera más desinhibida, con unas fabulosas melodías de aromas vintage donde el desperdicio brilla por su ausencia y con unos arreglos de ensueño bajo la batuta de Paul Butler…
Antes de analizar y examinar minuciosamente «Promenade blue« voy a comenzar siendo bastante claro y directo: me parece el mejor disco que ha grabado Nick Waterhouse hasta la fecha, incluido su segundo «Holly», que era el que más alto tenía en mi particular altar personal. Y no porque los restantes carecieran de calidad —cosa que iban sobrados—, sino porque en esta ocasión posee una conceptualidad y homogeneidad mayor, tanto a nivel compositivo como de producción, sin contrastes de algún tema que destaque desmesuradamente respecto al resto.
Quizás la clave del angelino en este quinto trabajo discográfico haya sido rebuscar en sus orígenes de nacimiento, como en la mordaz «B.Santa Ana, 1986«, reivindicándose ante el mundo con su cóctel habitual de jazz, blues y rhythm&blues, pero de manera más desinhibida, con unas fabulosas melodías de aromas vintage donde el desperdicio brilla por su ausencia y con unos arreglos de ensueño bajo la batuta de Paul Butler, colaborador con ilustres como Michael Kiwanuka o Devendra Banhart.
El álbum se inicia saliendo a caminar con «Place names« y sus sensaciones sixties a lo Phil Spector, aprendiendo a dejar pasar las cosas y a no llorar en los días fríos, en la canción que además sirvió de primer adelanto promocional a principios del año en curso. Francamente difícil, por no decir imposible, no caer prendado por ella, siempre y cuando se posea un mínimo de buen gusto musical.
A través de la emocional y apasionada «Very blue« —segundo single con videoclip incluido—, algunos comenzamos a imaginar el sentido de lo que se avecinaba, con esa exquisita aproximación al doo-wop o a los Everly Brothers, atrapando el recuerdo de aquella sonrisa y sirviendo su favorito color azul como punto de partida de episodios existenciales que le marcaron, tanto de amores fugaces como de más duraderos, con un pasaje instrumental «Proméne blue« muy jazzístico, para ambientar más allá del ecuador y, capítulo tras capítulo, llegar al colofón final de «To tell«.
Esos romances asoman entre ondas de un cabello castaño y las exquisitas fluctuaciones de jazz y blues, como en «The spanish look«. Más rythmandbluseras, entre la seducción y la magia con «Silver bracelet«, o imaginándola desnuda o con su vestido verde en la celestial «Vincentine».
Entre la melancolía, el dolor, el anhelo y el deseo de volver a encontrarla, discurren «Fugitive lover» o «Minor time«. Y así, con la elegancia del pasado y presente de «Medicine« y de todas las mencionadas melodías resulta más fácil conservar el recuerdo de aquellas tonalidades azules que todavía permanecen grabadas a fuego lento en algún rinconcillo de la memoria.
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