Discos Críticas

Reseña y crítica sobre Guadalupe Plata y su álbum ‘La Ruina’.

… también se retuercen en los pantanos más oscuros del Mississippi, abriendo la paleta del blues sin excesos, digamos que lo suficiente para no salirse de sus códigos, de su imaginario, de su diablo como distintivo, y haciéndolo esta vez en formato dúo…

Cierto es que Guadalupe Plata está en un peldaño superior a la mayoría de bandas del estado español, detalle que corroboran y reafirman con cada disco de estudio y, en mayor medida, con sus intensos conciertos en directo. Pero no menos cierto es que se mueven en círculos del underground, sin traspasar la línea que lleva a la comercialidad más casposa y cansina, motivo por el que, aunque llenen salas de medio aforo, siguen siendo pasto para minorías selectas.

Por otra parte, es muy lógico que sea uno de los grupos españoles de culto con más arraigo y mayor número de fieles, puesto que a lo largo de sus doce años de trayectoria han sabido explotar ese universo blusero tan particular y primitivo como arriesgado y renovador que les caracteriza, el que sin artificios y con los dos primeros acordes que suenen, enseguida sabemos que son de los jienenses de Úbeda.

guadalupe plata la ruina

Este séptimo disco que, como es norma de casi obligado cumplimiento, repite con el sello Everlasting Records, lleva por título “La ruina”, o al menos eso se desprende del texto que aparece en el centro de la portada. Además, si leemos el reverso está relacionado con un juego de dados donde la desesperación y la mala suerte son los factores más determinantes.

Como es de saludable costumbre, en este trabajo también se retuercen en los pantanos más oscuros del Mississippi, abriendo la paleta del blues sin excesos, digamos que lo suficiente para no salirse de sus códigos, de su imaginario, de su diablo como distintivo, y haciéndolo esta vez en formato dúo, entre Pedro De Dios y Carlos Jimena, que todo se lo guisan y todo se lo comen.

Por supuesto, entre las adaptaciones llama poderosamente la atención su reinterpretación de La cigüeña, todo un clásico del folclore castellano, perteneciente al injustamente ninguneado por la historia Agapito Marazuela. Al terreno guadalupeño son llevadas también con mucha originalidad el zapateado instrumental “Pisotón en la colina”, que reivindica al bluesman Robert Belfour, la vuelta de tuerca del “No Place To Go (You Gonna Wreck My Life)» de Howlin’ Wolf como “No hay donde ir”, o el clásico peruano El Cóndor pasa, que para muchos fue descubierto por la lectura de Simon & Garfunkel.

El resto tiene sus puntos tétricos y polvorientos. “Al infierno que vayas” es claramente marca de la casa, igual que “Maleficio”,  “Ruina» o “Y.N.T.M.A”, iniciales de “Ya no tengo mi ataud”. Quedan el instrumental “Calima”, ideal para el inicio con ese saxofón acompañante y cierta onda oriental. En mi tumba es contagiosa y el colofón “Stabat Master” tiene connotaciones dolorosas, fúnebres y litúrgicas.  Ahora bien, si tuviera que elegir una me quedo con “Tía Tragantina”, dedicada a una bella princesa mora de Cazorla que, a buen seguro, habría encantado a Lux Interior y Poison Ivy de los fabulosos The Cramps.

Aunque siguen (seguimos) en el cruce de caminos, con esta «ruina» creo que mejoran las últimas entregas, incluido el acompañamiento en el anterior disco de Mike Edison, y vuelven a aproximarse a la cima, donde considero que todavía se halla el álbum guadalupero de 2015.


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