The Royal Beggars - Falling to new heights

Críticas Discos

The Royal Beggars ejemplifican el rock and roll sin experimentos ni presunción.

El rock se despereza en la voz incisiva y plena de David Roobert y las guitarras de rizado y afilado decir de Jonas Heimdahl…

Algunos – tal vez demasiado básicos para pedirnos más – solemos sucumbir de manera total, incluso firmando rendiciones sin ningún tipo de requisito o contrapartida, ante ciertos sonidos, actitudes, poses o estilos musicales. Y lo hacemos con gusto, por mucho que estos parezcan manidos, repetidos hasta el aburrimiento o manoseados, muchas veces sin el más mínimo decoro.

Algunos – un servidor sin ir más lejos – no nos resistimos, porque no queremos, aunque seguramente tampoco podamos, ante unas guitarras que rasgan musculadas y orgullosas de su glorioso rugido. Tampoco plantamos batalla ante melodías que portan historias de canallas vencidos por el recurrente recuerdo de la antigua novia del instituto, de vigorosos relatos de noches sin fin, de carreteras que bordean el averno, de huidas hacia adelante con la derrota como único equipaje, de aventuras de farra y desconsuelo, en definitiva: de rock and roll…

Con estos elementos construye la banda sueca The Royal Beggars su música, sus canciones: con riffs fibrosos y perennes, con estribillos de gloria y decadencia, con baladas de fracasos y quebrantos, con estribillos heroicos y hieráticos, con ínfulas de cuero y metal, con el viejo, típico, clásico y querido rock and roll.

Sus antecedentes inspiracionales son tan evidentes que la relación de los mismos se torna una obviedad que estalla a la primera detonación eléctrica de cualquiera de sus temas, apunten a viejos conocidos como Georgia Satellites, Dog’s Damour, Jacobites, Quireboys, The Diamond Dogs, Johnny Thunders y por supuesto The Rolling Stones. ¿Cómo no vamos a sucumbir sin remisión ni negociados?.

The Royal Beggars
The Royal Beggars

Tras algunos EPs que admito que me habían pasado desapercibidos, llega un disco largo titulado «Falling to new heights» en el que concentran todos los elementos apuntados haciendo con ellos un elaborado y muy orgánico caldo espeso ante el que, como decía más arriba, es imposible no claudicar.

El rock se despereza en la voz incisiva y plena de David Roobert y las guitarras de rizado y afilado decir de Jonas Heimdahl, quienes sin crear algo de la nada certifican la inmortalidad de lo que ya hace décadas se postuló como eterno y que no cesa de dejar adeptos prestos a glorificarlo sin necesidad de reinventarlo. Con esta vocación nace, se estremece y nos hace gozar esta banda de Gothenburg que responden como The Royal Beggars.

Hechas las presentaciones oficiales, hablemos un poco de música. Aunque tras lo dicho no parece demasiado necesario diseccionar las canciones que nutren de proteínas a este trabajo. Si bien puedo garantizar que en todo el metraje del álbum no hay rincón oscuro, tenue o mediocre (es posible que sea necesario pertenecer a la secta para confirmar este extremo), dejaremos impronta de su energía y sensibilidad con el tema que oficia de single de presentación titulado «Fallin’ from Grace».

Aunque por ofrecer un crisol más amplio citaremos el tema con essencia country «Ain’t that pretty», la pura e inequívocamente stoniana «Unholy Roller», la épica «Villains N’ Thieves» o la bucólica y crepuscular balada «Wasted my time away». Pero por lo que más quieran, no se pierdan pelotazos como «Blood and Whiskey» o la irresistible «Why don’t you want me too».

No esperen novedades, experimentos o sorpresas, para eso ya está Radiohead, lo que aquí se sirve ya lo han escuchado antes y muchas veces, tantas que parece que ya no es importante. Pero déjense de monsergas, porque les gusta (mucho) y ustedes lo saben.

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