Screamin Cheetah Wheelies

Conciertos

Los Wheelies cumplieron sobradamente ante una parroquia sedienta del mejor Southern Rock.

Hacía tiempo que un concierto no despertaba la expectación que desde hace semanas venía evidenciándose con respecto a la cita del sábado pasado en la Sala BBK de la Gran Vía bilbaína con el retorno a los escenarios de los míticos Screamin’ Cheetah Wheelies.

Las entradas se vendieron en cuestión de horas y el llenazo era total, la ilusión se mascaba y el resultado no dejó a nadie insatisfecho a tenor de los rostros que lucían los asistentes, que abandonaban la sala con sonrisas de complacencia.

No debería extrañar este estado de ansiedad habida cuenta de que la banda de Nashville vuelve tras diecinueve años de silencio y lo hace con el line up original formado por Mike Farris (guitarra, voz), Rick White (guitarra), Bob Watkins (guitarra), Steve Burgess (bajo) y Terry Thomas (batería).

Screamin Cheetah Wheelies en Bilbao
Screamin Cheetah Wheelies en Bilbao

Los años transcurridos desde la ruptura del grupo en 2005 no han hecho sino convertir sus discos largos de estudio en piezas legendarias e imprescindibles del rock sureño americano, por ello había muchas ganas de escuchar esos temas en vivo, pues el único precedente de la banda de Farris actuando en España databa del año 2004 en el Azkena Rock Festival.

Una vez en el escenario la banda demostró el por qué del prestigio acumulado durante las últimas dos décadas. Screamin’ Cheetah Wheelies reproducen como pocos la auténtica esencia del rock sureño, en su propuesta se incorporan acentos pantanosos más propios de Nueva Orleans que de Tennessee y sensaciones souleras que empastan a la perfección con la privilegiada voz de Farris: poderosa, extrema, hermosa, decomunal.

A diferencia de otras formaciones, los Wheelies marcan su territorio en base a un sonido que no insiste en acentos rock stonianos ni en clichés blueseros o de aroma fronterizo. Mike Farris además de mantener su instrumento vocal en perfecto estado es un frontman vigoroso y enérgico que conecta con el público de manera instantánea. Las dos guitarras llenan de sonidos de gloria el auditorio, con solos impagables a cargo de un magnífico Rick White y la base rítmica se muestra inapelable y contundente.

A todo lo dicho hay que añadir un impoluto setlist que hace hincapié en las joyas atesoradas en los tres álbumes clásicos del grupo, a saber: de «Screamin’ Cheetah wheelies» (1993) escuchamos (tirando de memoria) «Shakin’ the Blues», «Leave your Pride», «Sister Mercy» o «Ride the Tide»; de «Magnolia (1996) «I Dreamed», «Good time», «Messenger’s Lament», «Gypsy Lullaby», «Magnolia» o «Hello from Venus» con la que se despidieron; en cuanto a «Big Wheel» (1998) sonaron «Boogie King», «More than I can take» o «One bid drop of water», seguramente la memoria me esconde algún que otro tema.

Resumiendo, un concierto para el recuerdo en el que la parroquia se entregó a la ceremonia del rock del sur, empapándose de esa mezcla mágica de nostalgia y fe en la música del diablo, el grupo no defraudó a casi nadie, ofreciendo una velada llena de acentos sureños, rock de reflejos dorados y canciones pletóricas y enraizadas, lo dicho: una gran noche de rock and roll.

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