Neil Young - On The Beach

Especiales Críticas Discos

En el Exile celebramos el medio siglo de vida de «On The Beach» de Neil Young.

Un disparatado caos que no obstante crea un entorno en el que cada pieza convive ajena al resto, pero donde aflora una cierta armonía general …

Este mes de julio cumple medio siglo de vida el quinto disco de estudio (sexto contando el directo «Times Fade Away») del músico canadiense Neil Young titulado «On The Beach».

Grabado después de «Tonight’s the Night» aunque finalmente publicado antes que este, ambos discos comparten esa opresiva sensación de desesperanza y agonía existencial por la que atravesaba el autor de «Ragged Glory» en aquella época. Si bien en este «On The Beach» el pesar se intuye menos oscuro y plúmbeo.

Lo primero que siempre me ha llamado la atención de «On The Beach» es su portada, inquietante y dotada de un blando sentimiento de soledad y silencio. 

En ella vemos una playa solitaria que más parece un desierto que el paradisíaco entorno vacacional preferido del ser humano. El estancamiento del tiempo se siente como algo sólido y la sensación de espera de que algo va a ocurrir o bien ya ha ocurrido, y que solo queda esperar el desenlace fatal, filtra por sus colores y figuras un incómodo latigazo de desasosiego.

Neil Young
Neil Young

Vemos a Neil Young al fondo del plano, junto a una hamaca vacía, descalzo, con sus zapatos sobre la arena. Observa el mar ataviado con ropa de sport, dando la espalda a un escenario donde impone su ley un caos inexplicable y aflictivo.

La parte trasera de un Cadillac sobresale de la arena, quedando el resto del vehículo enterrado en la misma en lo que parece ser una colisión más propia de un misil que de un coche. Por otro lado, una sombrilla abierta cubre una mesa y dos sillas de playa que parecen haber sido repentinamente abandonadas por sus ocupantes, presumiblemente huyendo del impacto del meteorito/Cadillac.

Una percha colgada de las varillas de la sombrilla, un periódico bajo la mesa y un mar pétreo que no parece estar vivo, otorgan al instante una sensación de estática agonía, a pesar de la claridad y ‘limpieza’ del decorado expuesto.

Un disparatado caos que no obstante crea un entorno en el que cada pieza convive ajena al resto, pero donde aflora una cierta armonía general que transmite una turbadora sensación de pesadumbre.

El disco y sus ocho canciones reflejan unas sensaciones similares a las que se reciben de la contemplación de la portada. Un caos en el que cada canción parece pertenecer a un momento diferente, y que debería estar separado del resto de instantes del álbum, pero que conviviendo todos juntos, su evidente incongruencia se rompe en una extraña suerte de simetría.

Los músicos empleados por Young también inciden en esa divagación, participando en las grabaciones miembros del line up de «Harvest» como Ben Keith o Tim Drummond, con dos Crazy Horses como Ralph Molina y Billy Talbott más las aportaciones parciales de miembros de The Band como Levon Helm (batería) y Rick Danko (bajo) o de CSN como David Crosby (guitarra) y Graham Nash, quien toca el Wurlitzer de la estupenda «On The Beach».

El single «Walk On» y su efectiva melodía característica de Young junto a sus guitarras oxidadas, convive sin romper el alambre del funambulista por el que se deslizan los ocho cortes del disco, con una balada de cuerdas country como «See The Sky About To Rain» o con el nihilismo de la destartalada «Revolution Blues» que mira al Bob Dylan de la época.

Igualmente, los sonidos western de «For the Turnstiles» se acoplan a la vena blues de la magnífica «Vampire Blues», a la corrosiva agonía de «On The Beach», a la afligida acústica Lo-Fi de «Motion Pictures (For Carrie)» o a la grandiosidad genial de los más de ocho minutos de «Ambulance Blues», fusionándose como piezas sueltas y dispersas de varios rompecabezas diferentes, que conforman uno que incomprensiblemente dibuja un equilibrado paisaje.

Cincuenta años de un disco que desde la decadencia crea algo bello a pesar del dolor; terso a pesar de la aspereza de las substancias que rondaban por el estudio; idílico a pesar de los malos augurios y la caída a los infiernos. Celebramos el medio siglo de un disco de esos en los que – como ocurre en su portada – el paso del tiempo no parece influir.


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