Talking Heads celebran el 40º aniversario de Stop Making Sense, descomunal concierto de una banda irrepetible.
He tenido la oportunidad de volver a ver en cine un artefacto histórico de una de las últimas grandes bandas de la historia moderna. Se celebran los 40 años del concierto grabado por el cineasta Jonathan Demme, quién todavía no había demostrado su valía en el séptimo arte pues eso llegaría años después con «Algo Salvaje», «El silencio de los corderos», «Filadelfia»…. Embrujado por la genialidad de Byrne, aceptó grabar los conciertos ideados para la gira de «Speaking in Tongues» el quinto disco de la banda de la Gran Manzana.
David Byrne es genio y figura. Un artista total. Hiperactivo, creativo, ecléctico. Un genio de culo inquieto que triunfó en la época post-punk (fueron teloneros y amigos de Ramones) y etiquetados en aquella «New Wave» a la que también englobaron a Costello, Blondie, Police… aunque ellos llevarán en su ADN más de Television o Ramones. Talking Heads era/son inclasificables.
Sin duda estamos ante una de las últimas grandes bandas en calidad e influencia. Nada ni nadie suena como sonaban, y nadie tiene una evolución tan descomunal como David Byrne. De «77» y «More songs..» , pasando por «Little Creatures» (su primer disco «comercial») para llegar al «etnicismo» y emprender carrera en solitarito donde al principio predominaron los ritmos latinos como en «Rei Momo» para ir evolucionando sin cesar y entregar siempre trabajos inquietos y excitantes aunque nunca al nivel de la banda madre.
En 1983, cuando se grabó el concierto, Talking Heads eran pura efervescencia creatividad, y puede que ese fuese el punto de inflexión de la propia banda pues sus trabajos posteriores comienzan a ser más «fáciles», si es que esta banda alguna vez dejó de ser exigente, pero sí con «Little Creatures», «True Stories» y «Naked» sonaron más en FM, vendieron más, y finalmente eso y la cabeza pensante de Byrne acabó con ellos. Antes, nos dejaron este documento visual descomunal, una perfomance ideada por Byrne (quién nunca defrauda en sus conciertos) de las que dejan huella.
Un escenario vacío al que le vemos las entrañas. Vemos las zapatillas blancas de Byrne que se acerca al escenario con un radiocasete de la época. Guitarra en mano se marca en solitario un «Psyco Killer» que pone los pelos de punta. Locura absoluta. A partir de este momento todo el set se irá montando canción a canción, poco a poco irán apareciendo los miembros del grupo, primero Tina en la descomunal «Heaven», luego Chris Franz con su polo de golfista y el ex-modern lover Jerry Harrison se añaden para completar la formación original.
En este concierto, Talking Heads, mutan en superbanda. A la formación original se les une el teclista Bernie Worrell (cofundador de P-Funk), las vocalistas Lynn Mabry (también de P-Funk) y Ednah Holt, el guitarrista Alex Weir y el percusionista Steve Escamas. Energía descomunal que nos llevará al akelarre, al frenesí, al delirio absoluto gracias a la atmósfera que consiguen crear, a la puesta en escena y por supuesto gracias a las canciones, gigantescas, pues sin ellas no hay nada.
«Burning down the house», «Life during wartime», «This must be the place», «Once in a lifetime» son puro fuego, ejemplo de lo que son los Talking Heads. El memorable «Big Suit» en «Girlfriend is Better» es ya un icono de la cultura moderna, y su versión del «Take me to the river» de Al Green debería ser patrimonio de la humanidad haciéndonos llegar al clímax, al multi-orgasmo, al éxtasis total.
«Stop Making Sense» es obra maestra, ejemplo de arte y modernidad, de creatividad e interpretación. Es, tal vez, el mejor documental musical de la historia que debería verse al menos una vez en la vida.
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