The Hanging Stars vuelven con serenos tonos dorados en su quinto álbum.
«On a Golden Shore» deslumbra gracias a sonidos, melodías, armonías, atmósferas y efluvios casi temporales que evocan a Nashville, a Memphis, a San Francisco o a Mescalito.
Si bien es cierto que en los últimos años he experimentado un cierto desapego con respecto a los sonidos más cálidos y tornasolados, para fijar mis intereses en la esencia orgánica y seminal de mis instintos, como pueden ser los sonidos de pegada rock, blues o garagera, no puedo ignorar que la realidad es que este año – que apenas encuentro motivos de solaz disfrute en lo que la actualidad musical ofrece – he ido revisitando viejos parajes estilísticos para recuperar lugares y sensaciones que creía olvidadas con el fin de zanjar viejas y fútiles rencillas.
Este periplo por el pasado y por mi memoria, me ha llevado – inesperadamente, lo confieso – a la refulgente y vespertina orilla musical que – incluso desde la fotografía de la portada – nos sugiere «On a Golden Shore», el último álbum de The Hanging Stars, la formación londinense capitaneada por el cantante, guitarrista y compositor Richard Olson, cuya presentación en sociedad se hizo efectiva durante el ocaso del último invierno.
Con el fondo de cámara filtrando la luz que despiden fantasmales luminarias del pasado como Gram Parsons, The Byrds, Gene Clark o los más recientes The Jayhawks, «On a Golden Shore» deslumbra gracias a sonidos, melodías, armonías, atmósferas y efluvios cuasi temporales que evocan a Nashville, a Memphis, a San Francisco o a Mescalito.
Como un espejo que refleja mimosas armonías vocales y steels guitars de viejo cuño, así como secuencias y estribillos que no niegan su vocación y promueven una calma y quietud musical que nos conduce a un estado de relajo y reflexión, de armonía y absorción; la superficie brillante y soleada donde flotan todas y cada una de las canciones de «On a Golden Shore» se deslizan sin poses altaneras ni pretensiones vanas sobre el cauce calmo y entregado de un río que busca la hospitalidad muda y expansiva del mar.
El álbum, que hace meses fue presentado por medio del tema de cobrizo tono titulado «Happiness is a Bird», contiene otros dorados y bucólicos méritos, como la copla de esencia costa oeste «Let Me Dream of You» o el precioso medio tiempo de cósmica carencia pop-folk «Sweet Light», que ya adelantamos en su día en el Exile.
Los encendidos tonos rojizos que dispara el sol que vigila la plenitud y parsimonia del paisaje de la portada de «On a Golden Shore» son el mejor reclamo musical para un verano que discurre con la resignación sencilla y reservada de quien es consciente de lo acotado del tiempo y de la importancia que tiene cada segundo, estas canciones también parecen tener esa percepción, disfrutarlas y mecerse en sus aguas puede ser un motivo de disfrute más allá de las habituales algaradas y de las soflamas infladas y vanidosas tan en boga.
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