
Crónica del concierto de Acid Mothers Temple en 16 Toneladas de València durante el 26 de abril de 2025.
… realmente resulta muy complejo describir lo de los nipones, digamos que algo tan tremendo, tan intenso, tan deslumbrante, tan lisérgico, con ese cóctel de krautrock, rock psicodélico y free-jazz, es inigualable…
Más o menos dos años y medio después, volvían los reyes de la psicodelia experimental japonesa Acid Mothers Temple al 16 Toneladas, y solamente ellos podían estar a la altura de un concierto que sigue siendo mi number one de los numerosos que he asistido en el templo rocanrolero de la capital del Túria. De hecho, se lo recomendé a todo potencial bicho viviente que se cruzó en mi camino en los días anteriores al magno evento y creo que, los pocos que me hicieron caso, me lo agradecerán durante bastante tiempo.
Vayamos al grano. Realmente resulta muy complejo describir lo de los nipones, digamos que algo tan tremendo, tan intenso, tan deslumbrante, tan lisérgico, con ese cóctel de krautrock, rock psicodélico y free-jazz, es inigualable. Se les vio motivados, como es costumbre, si acaso un pelín más para dejar el pabellón bien alto por ser la gira de su 30 aniversario, alcanzando un nivel de decibelios ciclópeo, equiparable solamente a bandas de black death metal.

Durante este viaje de alucinaciones musicales nos pudieron venir a la cabeza referencias dispares, desde Jimi Hendrix a Frank Zappa, pasando por Can, Neu, Kig Crimson, Sun Ra Arkestra…, pero al final este huracán de efectos psicotrópicos es extraordinariamente personal, partiendo del contraste y la conjunción astral de los dos miembros fundadores de la banda como son la bestia bárbara del guitarrista y líder Kawabata Makoto y el carismático y siempre impasible Hiroshi Higashi con su sintetizador y sus efectos electrónicos.

A ambos se sumaron Jyonson Tsu en la voz, guitarra o con ese curioso instrumento en forma de pera, similar a la mandolina, que es el buzuki, el más descomunal, salvaje e impactante baterista que un servidor ha visto en su vida, Nani Satoshima, y el más recientemente incorporado bajista Julian Omeyer.

Antes de toda su concentración brumosa de distorsión, improvisación, efectos y retroalimentación acústica sorprendieron con una espectacular adaptación de la twinpeakiana “Sycamore Trees” de Jimmy Scott. A partir de ahí todo se hizo denso y abrumador, con piezas como “Dark Star Blues” con mayor protagonismo del citado Jyonson Tsu, o “Santa María”.

Pero sin duda los momentos claves fueron la adaptación del muy extenso y perturbador tema de rock progresivo y psicodélico “Flying Teapot” de Gong, el “Interstellar Overdrive” de Pink Floyd y los inevitables habituales en su repertorio “Sparkling Pink Lady Lemonade” y “Cometary Orbital Drive”, que hipnotizaron y elevaron varios centímetros del suelo a la privilegiada y absorta asistencia.
Si no me fallan las cuentas, fueron siete canciones, para qué más. Los caretos de la peña al finalizar explicaban un poco lo que había sucedido en el templo. Sigo opinando que todos los seres humanos deberían ver, al menos una vez en la vida, a los Acid Mothers Temple. Apoteósicos. Deseando ya que vuelvan pronto.
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