Discos Críticas

Reseña y  crítica sobre The Minus 5 y el álbum ‘Oar On, Penelope!.

… con un espíritu juvenil que ya les gustaría a muchos mozalbetes, combinando elementos del garage, del glam, del power pop y de una peculiar sensación de transitar por el carril alternativo de bandas americanas de college rock, de country alternativo o de Paisley Underground…

Ojo, mucho ojo, y por supuesto mucho oído, se debería prestar al nuevo artefacto sonoro del egregio Scott McCaughey al frente de un proyecto como The Minus 5 que comenzó de manera casera y alternativa a los Young Fresh Fellows y del que pocos hubieran apostado que, treinta años después, se mantuviese tan firme y con tanto nivel.

Digo también lo del nivel porque, además de que a mi gusto y criterio mejora el resultado del homenaje a Neil Young «Calling Cortez» de 2023 y del anterior “Stroke Manor” de 2019, nadie diría que el prolífico McCaughey sufrió un derrame cerebral en 2017. Eso sí, estar escoltado por Linda Pitmon (Baseball Project, Filthy Friends) a la batería, Kurt Bloch (The Fastbacks) a la guitarra, Debbi Peterson (The Bangles) a las voces y Peter Buck (R.E.M.) al bajo, es una garantía y algo de lo que no todos pueden presumir.

minus 5

El caso es que el primer adelanto nos encendió las alarmas a los suficientes; “Words & Birds” es un crepuscular himno que deslumbra por sus conexiones al Petty noventero y al powerpop australiano de los Hoodoo Gurus. Digamos que es una de esas canciones que poseen euforia, ganas de vivir o, simplemente, de sobrevivir. Además, en uno de sus versos pende ese sugerente “Oh, oar on Penelope!” que da título al álbum y que es un curioso guiño al personaje universal de la esposa del héroe griego Odiseo, la que encarna fidelidad en la espera del regreso de la guerra de Troya, dentro de la mítica obra de Homero.

Después no pudimos evitar una sonrisa de complicidad con la segunda avanzadilla “Blown In My Bag”, al estar acompañada de un surrealista, caótico y divertido vídeo con cameos de heróes coetáneos del rock independiente americano, como Alejandro Escovedo, John Wesley Harding, Chuck Prophet, Steve Wynn…

Ya para rematar las mejores expectativas, nos atizó la tercera “Let The Rope Hold, Cassie Lee”, un combinado de psicodelia, garaje punk y beat muy Fleshtones, con ciertas dosis de humor en las alusiones a la famosa campeona australiana de lucha libre y que según Scott quería crear su «Little Black Egg«, la canción de la banda garagera americana de los sesenta The Nightcrawlers. A tener en cuenta que en estos dos anticipos ha participado como invitado en las voces Patterson Hood, de los Drive-By Truckers.

Con la publicación del álbum, llama poderosamente la atención desde las primeras audiciones el equilibrio de sus doce piezas y, sobre todo, que el desperdicio brilla por su ausencia. Cual si fuera un desfase de ritual festivo y religioso, en “Death The Bludgeoner” vuelven a aparecer menciones a la mitología griega al compás de un ritmo trepidante que podría evocar al clásico punk-rock de Detroit. Entre guitarras vibrantes y coros apasionados ahí está un tema muy Replacements para librarnos de odios enfermizos, como es “I Don’t Want to Hate Anything”.

Pero si hay una rodaja de garage potente que me atrapa ese es el demoledor, onírico y lleno de tecnicolor “The Garden Of Arden», ubicada antes de llegar al ecuador del disco con la liberadora “Last Hotel” que, por los cuatro costados, se nota que es marca de la casa del insigne McCaughey, del mismo modo que en «Bisor Queen» se percibe que Scott es muy fan de Neil Young, preferiblemente en la vertiente etérea del maestro canadiense.

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A tener en cuenta que se suceden las protagonistas femeninas, más allá de la chica de la portada. Por ejemplo, cuando pisa algo el acelerador en esa intensa y adictiva melodía dedicada a la chica estrella que es “Falling Like Jets”. Para creer en el rock and roll, con su punto de glam, la alegre y pegadiza “Burgundy Suit”. Y en la recta final la parcela más cósmica y lisérgica con “Sharktoogth” y un ideal cierre del dulce futuro donde no seremos liberados con “We Shall Not Be Released”.

Y así, casi sin darnos cuenta, el disco ha transcurrido como una exhalación, con un espíritu juvenil que ya les gustaría a muchos mozalbetes, combinando elementos del garage, del glam, del power pop y de una peculiar sensación de transitar por el carril alternativo de bandas americanas de college rock, de country alternativo o de Paisley Underground. Puede sonar exagerado, pero me parece un disco a la altura de su homónimo de 2006 o del “Dungeon Golds” de 2015 que siguen siendo mis favoritos de este ilustre héroe del mejor rock independiente americano.


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