Conciertos

Crónica del concierto de Herbie Hancock en Symphony Center de Chicago el 26 de octubre de 2025.

… las manos de Herbie Hancock al piano y teclados – ya con sus 85 años cumplidos – daban más la sensación de dirigir una orquesta. Entraban y salían del tema interpretado como antenas voladoras, nunca perdiendo de vista la sintonía con la banda, acrecentando el tempo o limitándose a puntear sutilmente la melodía mientras, al mismo tiempo, sus movimientos marcaban el ritmo y daban luz y camino a las emociones que cada pieza pudiera suscitar en el oyente…

La visita de unos días antes al muy recomendable Willie Dixon’s Blues Heaven Foundation (antigua sede del mítico sello Chess Records) en el 2120 S Michigan Av de Chicago sirvió de preámbulo para una semana que culminaba con el concierto de Herbie Hancock. Terminada la visita, mientras me recreaba ante lo visto y la envergadura del próximo evento, comencé a tararear el tema homónimo de los Rolling Stones. Herbie Hancock, uno de los panistas más importantes del jazz contemporáneo, oriundo de Chicago, tocaba en casa, en la sede del Symphony Center.

El edificio del Symphony Center, un elegante bloque georgiano construido por Daniel Burnham a finales del siglo XIX, se encuentra en el 220 de la misma S Míchigan Av, una extensísima arteria urbana que une los extremos sur y norte de la ciudad de Chicago. Allí, en el escenario principal conocido como el Orchestra Hall, tienen lugar los conciertos oficiales de la Chicago Symphony Orchestra, una de las «Big Five» americanas.

En su interior llama la atención la estructura del vestíbulo principal, un perfecto modelo de anfiteatro clásico cuya decoración, amalgama de estilo beaux-art y elementos ornamentales más modernos, se visibiliza ante un espectador acomodado entre asientos tapizados en un rojo burgundy y paredes pintadas de beige crema. Las lámparas central y periféricas, a medio tono durante el transcurso del concierto, ayudan a crear una bella atmósfera de elegante crepúsculo.

El sonido que parte del escenario, permítanme que continúe con el preámbulo, es pleno, contundente y brillante. Nunca antes, debo reconocer, había tenido la oportunidad de asistir a ningún otro concierto con esa sensación de apogeo, de cenit, de totalidad.

Este hecho debió de ser considerado oportunamente por parte de Hancock porque el sonido de los metales, en un gran escenario como este de Chicago, se transforma en clamoroso, también el de los instrumentos de cuerda, cuya claridad y frescura les asemeja al de una orquesta de cámara. La batería amparaba, sin ninguna merma posible, todo el significado que podamos dar al concepto de percusión, una avalancha de ritmo y melodía – la mayoría de las veces- , en otros momentos – cuando el desarrollo del tema lo requeria – un simple eco a la espera inquietante de la siguiente onda.

Y, mientras todo esto ocurría, las manos de Herbie Hancock al piano y teclados – ya con sus 85 años cumplidos – daban más la sensación de dirigir una orquesta. Entraban y salían del tema interpretado como antenas voladoras, nunca perdiendo de vista la sintonía con la banda, acrecentando el tempo o limitándose a puntear sutilmente la melodía mientras, al mismo tiempo, sus movimientos marcaban el ritmo y daban luz y camino a las emociones que cada pieza pudiera suscitar en el oyente.

Cartel del evento ante la prohibición de sacar fotos y grabar durante el concierto de Herbie Hancock.

El tracklist, desarrollado en menos de hora y media, se compuso de un «Overture» inicial, compendio de varias oberturas pertenecientes a distintos trabajos del pianista americano. Le siguió «Footprints», un clásico standard compuesto por Wayne Shorter y que, gracias a la contundencia de la interpretación del trompetista titular, acrecentó su sonido ante un hipotético saxo tenor a cargo de un también supuesto Shorter. En «Actual Proof» y «Butterfly» (este último perteneciente a su álbum «Thrust»), se produjeron los primeros y brillantes solos instrumentales. 

Inició la segunda parte del concierto un «Vocoder Improv», segmento que sirvió para dar a conocer las habilidades del pianista con ese instrumento. «Secret Sauce» (correspondiente a su «Dis Is Da Drum») abrió la puerta a la parte más introspectiva del evento, en tanto que los dos últimos temas, «Hang Up Your Hang Ups / «Rockit» / «Spider» y «Chamaleon» – éste último interpretado por Hancock con el keytar colgado de sus hombros – festejaron a la audiencia con un medley de prodigiosas melodías funk y electrónicas.

Mención a una banda acompañante de grandísimo nivel. Terence Blanchard, trompeta, James Genus, bajo, Lionel Loueke, guitarra y Jaylen Petinaud a la batería. Sus currículos muestran una muy amplia gama de influencias y colaboraciones, desde el propio Hancock hasta Chick Corea, Wayne Shorter, Branford y Winston Marsalis, Ravi Coltrane, Dianne Reeves, Alicia Keys, E-Collective y la Turtle Island Quartet. Abundan también los Grammy Awards en sus diferentes trayectorias.

Un Herbie Hancock en «plenitud» de facultades físicas (se marcó unos bailecitos al final de la actuación) y contrastada sensibilidad social, varias de las disertaciones que incluyó en su set ahondaron en la idea de recuperar el ya menoscabado concepto de «familia universal» como eje del comportamiento humano, actual y futuro. Todo un alegato que la audiencia corroboró con entusiastas aplausos.

Después del concierto, ya de nuevo en la calle, el típico viento fresco de Chicago despertó nuestro sueño. En una esquina, a apenas 50 metros coincidiendo con el siguiente paso de peatones, una pareja de músicos ambulantes interpretaba un tema desconocido. Apoyada sobre una improvisada banqueta un recipiente blanco hacía las veces de monedero. Observé instintivamente su fondo y apenas aparecían unos pocos billetes arrugados.


Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Artículos que te pueden interesar