Yo La Tengo lanzan su espectacular decimotercer disco de estudio
«Fade». Vaya disco. Que a estas alturas, tocando ya las tres décadas de vida de Yo La Tengo, un pedazo de formación como es este trio de Hoboken se descuelgue con algo que bien pudiera pasar sin demasiados problemas como el mejor trabajo de su singladura es algo que, aún atendiendo al altísimo nivel que nutre toda su tan recomendable carrera hasta fecha presente, sorprende. Y bastante, y para bien. Muy para bien.
Hasta, atención, me empieza a recortar puntos a mi idolatrado «Painful» de hace veinte años (para mí uno de los mejores discos de su década y mi predilecto de la banda). Y es que los que conozcan y aprecien la obra previa de Yo La Tengo pueden (o no) convenir fácilmente, y aún conservando tras «Fade» algún otro elepé del combo como «el-suyo-más-mejor-forever» en sus preferencias, que todo lo antes parido parece desembarcar al fin en este disco. La puesta de largo total de su propuesta que más y mejor les define.
Y puede que, por qué no, alguien eche en falta la «sugarcube» de turno o alguna tempestad eléctrica de mayor voltaje distorsionado (que Ira es un guitarrista del caerse uno de culo, quieras que no), pero siempre he pensado que es en esos pasajes melódico-eléctricos tan pausados como hermosos donde los Yo La Tengo encuentran el camino que más y mejor les desmarca del resto.
Para la bronca ya tenemos todos nuestras neuras pero esas particulares caricias sónicas (y muchas veces eléctricas también al fin, no se obvie) les son propias por derecho propio (y aunque cabe señalar, efectiviuonder, la sombra de La banana warholliana es muuuy alargada damas y caballeros).
Yendo ya al material en si, a los diez temas que integra «Fade», es de recibo prevenir por enésima ocasión al incauto que nunca fueron Yo La Tengo un grupo de «primeras escuchas»… Te acabarán venciendo, no se dude, pero siempre exigen un algo (no mucho quizá, pero si «un algo») al hablar en clave de álbumes (hace falta escucharlos -muy de cerca- un tiempo para echar unos pasos atrás y verlo después como un todo en perspectiva para sintetizar lo magníficos -enormes- músicos que son esta gente).
A partir de ahí, se antoja meramente coyuntural que tu favorita pase por la emblemática e inicial «Ohm» (con esa guitarraza hacia el final tras los uh-uuh que bien logran, ni que sea esporádicamente, que me coma eso de «disco mayormente reposado» que antes venía significando), los violines de la siguiente «Is that enough» (que Kaplan es un apasionado de Reed no sería la novedad del año precisamente -aunque esta es incluso más «rollo Cale» si me apuran-), o la amabilidad de la para mi más que adictiva «Well you better«…
Pero todo coyuntural, insisto, porque iremos cambiando las querencias (o su órden, mejor) por supuesto. Tras ese tripleta inicial llega la más movidita «Paddle forward» (lo más parecido a «sugarcube» que hallaremos aquí) que será el tocarse para los fans de los Flaming Lips, la solemnidad de «Stupid things» con ese inquietante bajo (a lo Joy Division) acompañando la preciosa canción de cuna que resulta, y pocas canciones definen tan bien eso de las «caricias sónicas» que me saqué antes de la manga de gratis como «I’ll be around» (toda una sacrosanta porción de paz en estos tiempos mierderos que nos vienen tocando ya no tan «últimamente»).
Capítulo aparte para una Georgia Hubley que se pone los zapatos de Nico para esa absoluta preciosidad que és «Cornelia and Jane» que es como para escucharse hasta el desmayo. La traca final llega con «Two trains» que continua las melosas formas y maneras de la anterior (si alguien espera llegados a este punto algún tipo de aceleración le digo que mejor se vaya buscando otro disco, sea de Yo La Tengo o no) pero ahora con Ira al frente y cierto posillo de folk psicodélico.
Lo que te deja el estado de ánimo adecuado para enfrentarte a «The point of it» que es incluso más bonita que la anterior la cabrona (seguramente la más «bonita» de las tratadas por Mr. Kaplan como voceras principal para mí… hoy… en este rato) y la postrera «Before we run» atacada de nuevo por Georgia (y coros ocasionales de su señor marido) que con sus vientos y cuerdas aquí a recuperar nos llevan de la mano al final del paseo.
Paseo más que recomendable, sobretodo si se le da el tiempo que merece, aunque por supuesto (me repito) sus partes, una vez te empiezas a hacer con él, pueden hacer que se pase por alto de primeras y segundas lo enorme que resulta el todo. Precioso y muy necesario disco cuya aparición además, y por aquello «del espíritu de los tiempos» que tocan, se asemeja al tópicazo de la flor que nace en un mar de gris cemento. Y lo que me alegra que sea de los Yo La Tengo, coñe… Disco guzzero del todavía muy reciente año al que pertenece en verdad, por cierto y ya al fin.
Por Guzz
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Aij querido… qué buena reseña y qué discón…. disco de esos que particularmente me cuesta apreciar hasta pasado tiempo… de esos que se cuecen a fuego lento… pero qué disco…..
Pienso que con este fueron a por todas a nivel compositivo y, a pesar de la portada de anuncio de seguros de vida, el cabrón será de esos que no dejará de crecer por tiempo se le eche encima. Insisto mi disco del 2013 y de los más claramente toperos en lo que de milenio va en la humilde opinión guzzera.
Pasa el tiempo y ése pone a las cosas en su lugar, esta joya es impresionante amigo Guzz, impresionante.Y el última tema con esos violines a lo Khasmir me pone a cien. Yo la Tengo is no ordinary word! Lo demás, martingalas.
Coincidir más no es posible. Vamos para dos años y lo sigo escuchando con una continuidad que me extraña hasta a mi con lo poco dado que soy a aparcar mi búsqueda o reboce de lo pretérito en demérito de "lo último"… Pero, claro, son los YLT y, con las contadas excepciones de rigor en activo, "lo demás, martingalas", sí señor. Abrazo Master Joserra.