Nicholas Edward Cave, la verdadera última gran estrella del rock. Leyenda viva. Artista completo y polifacético. Elegante y misterioso. Escritor, autor de bandas sonoras y grandes discos ya sea en solitario, con sus innumerables colaboraciones, con The Birthday Party, Grinderman o sobretodo con The Bad Seeds. El australiano Nick Cave tiene un pasado turbulento y duro, una juventud difícil con la muerte de su padre y su pronta adicción a la heroina, viviendo por todo el mundo desde su Warracknabeal natal pasando por Londres, luego Alemania Federal, Sao Paolo… Y por supuesto innumerables affaires amorosos que van de PJ Harvey a Kylie Minogue… Ya digo, la vida de Cave es todo un espectáculo y sobretodo su obra es de las que no se pueden obviar.
Sin miedo a equivocarme creo que estamos ante uno de los artistas más longevos en activo que no ha bajado ni un ápice su nivel de calidad, incluso me atrevería a decir que lo ha subido sin pestañear. Tal vez, y más o menos de la misma edad, similar calidad (salvando obviamente los estilos musicales) y una cantidad de discos que suelen ser sobresalientes sólo se me ocurren dos nombres muy a tener en cuenta, y no son otros que los de Elvis Costello y Paul Weller. Todos ellos han creado obras maestras desde finales de los setenta, todos han tocado con éxito diversos estilos musicales, se han acompañado de varias formaciones para ello y siguen sorprendiéndonos para bien, entregando esta última década auténticas obras maestras, nunca dejándonos indiferentes, siempre provocando algo en nosotros. De estos tres pájaros Nick Cave es el que se ha movido más por lo que todos pensamos que es el rock, Weller en cambio es el modfather y aunque últimamente le ha dado por una vena experimental y algo krautrocktika siempre será el modfather, aquel que ama el soul por encima de todas las cosas, y finalmente, el god-glasses no necesita quién diga nada de él, es él, el otro Elvis, Costello, que igual te hace una ranchera que te canta a ritmo de hip-hop sin dejar de sorprender, genio absoluto. Pero si hablamos de rock, de figura esencial, entonces tenemos que arrodillarnos ante Cave.
Obras maestras tiene unas cuantas, más de media docena y eso siendo duros a la hora de puntuar sus discos porque si se decide ser algo benevolente le pueden salir a uno la docena entera de joyas siderales. Mis discos favoritos y por orden cronológico son… bueno, creo que acabaría antes diciendo aquellos que no me gustaron o que creo no estaban al nivel pero me cuesta encontrarlos y creo que son más por un problema mío que por la calidad del trabajo. Eso sí el poker que va del 92 al 97 y que está formado por «Henry’s Dream» (92), «Let Love In» (94), «Murder Ballads» (96) y «The Boatman’s Call» (97) son imprescindibles. Absolutamente geniales. Deberían ser de obligada escucha en las escuelas y por supuesto aplicar un castigo a todos aquellos que no se los sepan de principio a fin. Luego después de esas cuatro joyas tengo dos preferidos más o menos actuales (ya del nuevo milenio) que completan la que en mi opinión es su media docena de trabajos insaltables. Hablo de «Dig, Lazarus, Dig» del 2008 y el disco que nos ocupa, la joya de la corona, el mágico doble álbum del 2004 «Abbatoir Blues/The Lyre of Orpheus».
El decimotercer disco de Nick Cave con las Malas Semillas es curiosamente un álbum doble, cosa que no abunda en su discografía y ahora que pienso no sé si fue el primero en ser doble. Grabado en los estudios Ferber de París bajo la tutela del productor Nick Launay quién ya había trabajado con ellos en «Nocturama». Presenta 17 canciones divididas en dos discos, dos discos totalmente diferentes, pero complementarios, dos maneras de entender la música, dos caras de Cave. Por un lado tenemos los nueve temas de «Abbatoir blues» que se mueven por la agresividad, el rocanrol y las guitarras punzantes adornadas para la ocasión con un gran coro gospel, y por otro lado encontramos la dulzura, serenidad y belleza plasmadas en los ocho temas de «The Lyre of Orpheus». El grupo es el mismo en ambos discos con la excepción del batería, este hecho parece según los grandes críticos y expertos musicales ser la respuesta a este cambio en ambos discos. Mi opinión? pues que no le demos tanta importancia al batería, que la tiene no hay duda, son dos formas de tocar diferentes, pero no la causa de que los discos sean diferentes, eso se lo debemos a la mente de Cave, y para realizar ambos decide contar con dos baterías diferentes, ni más ni menos, con Jim Sclavunos (de The Cramps) para «Abbatoir blues» y con Thomas Wydler para «The lyre of Orpheus». No hay que buscarle tres pies al gato. Son baterías diferentes, suenan diferentes, aportan cosas diferentes a las canciones. Las que las canciones requieren, las que el jefe Cave necesita. El resto de las malas semillas, una vez dejó la banda Blixa Bargeld, se queda en Mick Harvey, James Johnston y Warren Ellis que aporta nuevas sonoridades a la formación, pues a su mítico violín añade flauta, mandolina y bouzouki, que no es otra cosa que una especie de mandolina con forma de pera típico de Grecia y Turquía, eso sí, suena diferente, asombrosamente genial. Dicho esto debería dejar de enrollarme e hincarle el diente al asunto, no sin antes remarcar que la edición del disco es preciosa, una de las mejores portadas que uno recuerda. Elegante, sencilla y bella. Y ahora? estáis preparados para amar?
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Genial, Niko, uno de los discos más soberbios de los últimos años. Muy de acuerdo con tu valoración de Cave, simplemente añadir a los discos que citas el escalofriante "Tender Prey".
Un abrazo.
Tengo que volver a dar un repaso a Cave, me he acercado a él en algunas ocasiones y hasta ahora agua, no me engancha, me gusta pero me deja indiferente, lo olvido rápido.
Probaré con este que ya he escuchado antes aunque no recuerdo demasiado.
Un abrazo.
Al fin llegó un disco del Nicolás Cueva al Exilio ! Y además éste que és… Bueno con incidir en que puede que sea mi predilecto suyo en última instancia, habida cuenta el monstruo, pues ya pa qué más… Y, ojo, que aunque puede que a alguien resulte exagerado (no tiene quizá la cohesión de otros highballs suyos por lo lógico del planteamiento de base) yo lo entenderé siempre como un acto de putoamismo total. Otra cosa es nuestro eterno debate (lo de aupar a Weller al nivel costellero o de éste yo no lo veo nada, pero nada, claro), pero eso hoy no toca habida cuenta del fistro de posteo que te has marcado y firmo gustoso la tregua. Bravo.
Auténtica maravilla, con Boatman también es mi favorito del bardo aussie. You tell it so well! Voy a sacarlo ya mismo de la balda.
Disco de esos a los que recurro con bastante frecuencia, imprescindible en este siglo. Cave es un grande. Nos quedaremos sin aire el día que nos deje….