…para los que estén exentos o despojados de suspicacias y recelos tienen diez luminosos y verdaderos motivos para disfrutarlo….
Mucho ha llovido desde 1996 aunque no lo suficiente, sobre todo en determinadas zonas más áridas. Es posible que algún que otro lector o lectora del presente se acuerde del impacto que justo hace 20 años supuso un temazo como “Popular”, de esas canciones que desde el primer instante sabías que iban a calar, de las que contenían todas las papeletas para ser aclamadas por una mayoría y de las que se intuía que muy probablemente envejecerían bien.
Y es que si hay algo que siempre ha caracterizado a Nada Surf y de lo que pocos grupos musicales se pueden jactar es de tener la llave maestra para cosechar estupendos hits (y no me refiero al típico exitazo de temporada que pinchan en la radio hasta la saciedad). Otros ejemplos que podrían citarse de ello son “The way you wear your head“, “Hi-speed soul“, «Inside of love», «Always love», «See these bones», «Whose authority»,… Ahora bien, a nivel de álbumes es otra cosa. Siempre he pensado que los neoyorkinos han pecado de bastante irregularidad, motivo por el que quizás he constatado injustas animadversiones en forma de ácidos comentarios («es una banda para gafapastas, para pijos, para nenas monas con minifalda,…») y que, a través de los tiempos, se topaban con las más curiosas defensas a ultranza (desde un amigo hard-rockero que los considera “una de las pocas interesantes bandas de pop-rock” a otro íntimo que los tiene en un altar “por ser junto a los Pixies de lo poquito que merece la pena después del post-punk”). Opiniones tan extremas respecto a Nada Surf siempre me han sorprendido, partidarios y detractores, fervor o desprecio, quizás es que los polos opuestos se atraen aunque yo me decanto más por ni tanto ni tan calvo, como diría el refranero español.
El caso es que dos décadas después del «Popular» continúan vivos, ahora como cuarteto (Matthew Caws, Ira Elliot, Doug Gillard y Daniel Lorca), con un nuevo disco de estudio donde nuevamente no han conseguido redondear una obra maestra aunque no es menos cierto que esta vez se han acercado bastante a los dos álbumes que, a mi gusto y juicio, diferenciaría de su discografía: indudablemente el “Let go” del 2002 y el magnífico pero menos conocido “Lucky” del 2008.
Pero es que el resto del disco es un surtido de gemas que recorren las mayores de sus virtudes e influencias. El pop elegante y apasionado en «Believe you’re mine«, «Friend hospital«, «Rushing» o «Victorys yours«, la intensidad melódica de «New bird» o «You know who you are«, las típicas perlas adictivas marca de la casa como “Out of the dark” o «Gold sounds« y los arrebatos en plan Teenage Fanclub y Big Star de “Animal”.
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