Críticas Discos

En casi todos los pueblos de Euskadi hay un bar que se llama Guria o por lo menos lo había, ahora igual hay una panadería Bertiz en su lugar.
Un rincón donde encontrarnos con aquellos que nos importan y compartir con ellos esos ratos únicos, los que merecen la pena de verdad.
Una terapia necesaria para bajarnos del tren infernal de este mundo que se va al carajo, pisando, aunque sea a ratos, suelo firme donde te sientas en casa enchufado a una cerveza y a una mejor conversación.
No podía haber utilizado el bardo oñatiarra un símil más bonito para titular y así enjaretar una colección de canciones tan luminosas, grabadas en el lejano Nueva York con su grupo de músicos-amigos de allí que tan bien le conocen, aprecian y admiran pero que suenan a una jukebox de nuestro Guria Ostatuan-Bar Guria .
Con la batería de Astral Weeks en el estudio-ojo al mítico dato- y con Kenny Wollesen a las baquetas para mimar la reliquia, con la premisa de que suene el contrabajo sin parar para darle paisaje, profundidad y ecos de la sierra del Aizkorri, con la aportación extra de un músico mugalari de la tierra, Arkaitz Miner (mandolina y violín con aires de Arrantzale´s Blues), con el piano y hammond B3 de Jamie Saft y las guitarras de Tony Scherr y sobre todo, sin hacer mucho ruido pero con ofreciendo muchas nueces, Ruper ha compuesto una hermosura de discurso emocional tan relevante y redondo como su Haizea Garizumakoa (Elkar , 2009)

Letras excelentes, poéticas pero nada crípticas, buscando la verdad en el ser querido y espacios para las preguntas comunes.

Con esa perspectiva de que «la vida es un ancho río pero que por suerte tiene un puente» que todos decidimos cruzar, comienza Ireki Atea, abriendo puertas, en ese estilo tan Joni Mitchell época Hejira que tanto marcó al bueno de Ruper desde su debut en 1980. En otras palabras, trazar los mapas del corazón dentro de las coordenadas de los acordes abiertos, con un espíritu que ahora, en la más rabiosa actualidad, uno sólo lo ve en talentos nuevos como Ryley Walker. Ir un poco en contra de las prisas y bucear en el espíritu jazz del folk de guitarra de palo con un mensaje personal que deja huella en aquellos que demuestran empatía y dedicación por algo tan delicado y precioso.

Kontserba Fabrikaren Aurrean es la segunda, donde recupera un poema de Sarri y uno no puede evitar ante su extrema belleza y temática recordar a Mike Scott y sus Waterboys: «Es mejor así, pensar que si nos hubiéramos casado, no hubiésemos sido felices, que la criatura que nunca tendremos, se hubiese parecido a un nadador triste, eso me dijo delante de la fábrica de conservas mientras pisabamos cabezas de pescado»
Al fin y al cabo Bermeo y Galway beben por los mismos vientos, ambos son puertos donde se marchan amores en barcos bajo el cielo gris y las laderas verdes.
Y ese es el tono de estos medios tiempos en sus requiebros con esa forma de cantar en el idioma de los vascos, lengua que tiene la fama de dura en fonética pero que salida de la boca de nuestro Richard Thompson se convierte en la rima más suave y acariciante, en ese lenguaje propio que todo artista grandioso crea para ayudar a expresar sus blues.
Atzo, Gaur Edo Bihar (Ayer , Hoy o Mañana) o cuando nos asedian los problemas y se hacen trizas los sueños y el tiempo se mezcla. Junto a Ron Sexsmith, ambos, se han hecho los magos de las emociones de la common people, de cada uno de nosotros. Gold in Them Hills, que dice el canadiense, hay oro en las cuestas, en los problemas, tenemos que verlo y no quejarnos tanto. Maravilloso contrabajo.
Con el single Hamar Negu y lo que Ruper llama meterse en el berenjenal de las cuerdas al estilo Motown, ha compuesto un sentido homenaje al country soul de Dan Penn, uno puede cantar por encima I´m Your Puppet y es que el guipuzcoano tiene soul. Una golosina estos Diez Inviernos, vagando para encontrar a esa persona que quieres pero que no sabes cómo te hubiera resultado si al final nos dice adiós. Temática clásica ala Blood On The Tracks pero con un sonido New Morning, disco que me consta Ruper adora- recuerdo como me cantó en la calle un día parte del Locust Day, a pesar de su crónica timidez, bueno mejor llamarla discreción.
La joya del disco es una reflexión desde el punto de vista de una patera que viene y va jugándose el destino de aquellos a los que transporta en ese Mare Nostrum, el sufrimiento de toda esa pobre gente con zapatillas de deporte falsas que es transportada hasta un incierto destino: «deja que esta gente llegue por lo menos Mare Nostrum»
En cada tercer verso emite un gemido liberador lleno de dolor donde uno ve claramente a sus dos maestros mezclados: Mikel Laboa y Bob Dylan.

La segunda parte del disco discurre por caminos ya trazados en discos anteriores destacando la guitarra preciosa con efecto steel de Mirariaren Zain donde bien se puede decir que es nuestro Kurt Wagner (The Lambchop boss) antes de darle al vocoder, luego tenemos el riff circular y más animado de Aingeru Guardakoa (genial para el directo)- se nota que Steve Gunn le ha gustado mucho-y es que Ruper es un grandísimo guitarrista acústico, grandísimo.

Retornando a sonoridades de su segundo álbum, su obra maestra Ni Ez Naiz Noruegako Errege (1982), 50%/50% tierra-raíz y rock and roll, con un piano y un violín escalofriantes, tenemos la soberbia adaptación en canción de los versos del poeta beat californiano Gary Snyder, Munduko Ostatuetan, que fluye como arroyo del centro de nuestro pequeño valle para rendir tributo a las tabernas desparramadas por el Mundo donde se bebe para olvidar el dolor del trabajo.

Continúa este paseo placentero de disco como suave viento del norte con Ezetz Esatea y la cuestión de lo difícil que es decir no, todo a ritmo de gentil folk.
Versos  como «Qué difícil es decir que no, que difícil es no aceptar la mano después de recibir el regalo» Un mini tratado sobre los lazos y tentaciones que atan a la fama, el dinero y la adulación que a uno le trae a la cabeza el Fruit Tree de Nick Cave.

Y para acabar dos perlas inmensas: una muy himno Ahots Urrunak, vibrante y que crece con las escuchas, de esas canciones para tirar hacia adelante, un clásico instantáneo ( una versión más sutil de su Zaindu Maite Duzun Hori) y la sobrecogedora-me hace llorar en cada escucha- Zatoz o ese recuerdo procesado de un hermano querido que muere injustamente sin decir adiós pero te encuentras con un paquete con la colección de Dylan para ti . Un milagro con pinceladas del Oh Mercy, en concreto de Shooting Star pero no por semejanza en notas sino por coincidencia en su pura emoción. Hay que escucharle decir Ama, anaia, arreba (mama hermano, hermana) y esas gotas de rocío de piano y que no se te humedezcan los ojos.

Y con el verso: «Ven a casa, te estamos esperando, los que creíamos que entendíamos la vida, ven tengo algo que decirte, si, seguro que vendrás por el puente» acaba la velada en este cálido bar Guria porque Ruper es nuestro y no concebimos la existencia sin su hermoso discurso. Él tiene tanto talento…tantísimo. Él ya estaba antes que Bill Callahan pillara una guitarra.
En fin, que no va a aparecer en listas, ni falta que le hace, pero Guria Ostatuan es el disco más emocionante de este 2016, tanto como el de Nick Cave o el de Cohen, os lo prometo.

* Ruper tiene la costumbre en todos sus discos de incluir las traducciones de las letras en castellano y francés, así que compradlo y disfrutadlo, leyendo todo el mensaje indisoluble a la magia de su música. Está en Spoty si quieren ustedes catarlo.

Ruper Ordorika – Guria Ostatuan (2016)

IREKI ATEA / KONTSERBA FABRIKAREN AURREAN
ATZO, GAUR EDO BIHAR  / HAMAR NEGU
MARE NOSTRUM  / MIRARIAREN ZAIN
AINGERU GUARDAKOA  /
MUNDUKO OSTATUETAN
EZETZ ESATEA / AHOTS URRUNAK / ZATOZ


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