Días más tarde de aquel iniciático descubrimiento que me mostró mi querido amigo Paco, rescataba 12 Songs de una gaveta de serie media de cierto lugar que no quiero recordar, entonces no conocía la carrera de este hombre para acertar en la compra, pero no pude resistirme al encanto de la portada en blanco y negro, también el 1970 en la contraportada me llamó la atención, bien pensado aquel fue un año difícil para un cantautor de sus características, no cuadraba con la época, tiempo para la psicodelia, principio del country-rock y en definitiva con la contracultura convertida en signo de identidad de los jóvenes del momento, el de Los Angles estaba fuera de onda. Por las buenas recomendaciones ahora ya sé que Sail Away y Good Old Boys pueden considerarse sus cimas artísticas, o al menos eso leo siempre, pero este es mi disco favorito de Randy Newman junto con los que siguieron después de manera casual, Little Criminals y Trouble In Paradise.
Artista de artistas que han triunfado a costa de sus canciones, a Harry Nilsson pongo por testigo y por supuesto al gran éxito que obtuvo con el rock’n’roll Mama Told Me Not to Come en voces ajenas (Three Dog Night) canción perteneciente a este disco, aunque siempre pensé que fue casi una elección, y digo casi porque ¿a quien no le gusta que le reconozcan su trabajo? pero Newman no está hecho de la misma pasta que las rock-stars al uso, fíjense en la contraportada de 12-Songs donde se retrata saliendo del supermercado con la bolsa de la compra en compañía de su mujer y su hija, no hay nada menos atractivo en un artista que un acto tan cotidiano!. Me encanta!. Él es de los nuestros. Y es que Randy es muy sutil, él se declara normal como actitud transgresora en contraposición con la típica pose bohemia de bandas, cantautores y divos diversos, o tal vez con un acto simbólico quiere que nos imaginemos a nuestros dioses del rock haciendo esas otras cosas con tan poco glamour. Bien pensado en estos años de hiperconectividad y de máscaras tan sofisticadas como falsas, puede que este enfoque de hace más de 4 décadas adquiera ahora un revivido significado.
… no hay nada menos atractivo en un artista que un acto tan cotidiano!. Me encanta!. Él es de los nuestros. Y es que Randy es muy sutil, él se declara normal como actitud transgresora en contraposición con la típica pose bohemia de bandas, cantautores y divos diversos […] Bien pensado en estos años de hiperconectividad y de máscaras tan sofisticadas como falsas, puede que este enfoque de hace más de 4 décadas adquiera ahora un revivido significado.
Por el piano de Randy Newman fluye todo tipo de estilos, jazz, blues, country, rock and roll, soul, todo vale, parece un cancionero para equiparar con los grandes autores americanos, como si fuera la cara B de un Cole Porter moderno, o las maquetas y demos de un Gershwin mordaz, como una evolución refinada y sin tapujos del sonido de New Orleans. El otro ingrediente principal es su lírica que casi desde el principio le hizo ganarse la antipatía de gran parte de las audiencias americanas que no aguantaron su sentido del humor crítico, o que tal vez no le entendieron, pués es un maestro utilizando la sátira y la ironía, como por ejemplo para crear una protesta en contra del racismo en Yellow Man, en este disco también empieza a explorar su relación como hombre con las mujeres, pero lo hace con situaciones a veces extremas como con Suzzane, mal entendido (tenemos campañas de corrección para elegir) puede dar una mala impresión, aunque lo que se trata es de poner en duda los tópicos de la canción de temática amorosa y los estereotipos más trillados sobre las relaciones hombre/mujer, otro ejemplo es If You Need Oil donde un verso final da el sentido al total. Genial la inicial Have You Seen My Baby?, bien mirado este rock’n’roll también conecta musicalmente con el glam-rock de la época, sólo musicalmente porque por lo demás está a años luz. Let’s Burn Down The Cornfield es una delicatessen sonora por el contrabajo y Ry Cooder imprimiendo el carácter con su estilo slide, grandíoso y caústico. Asimismo, Old Kentuchy Home ridiculiza la clase media blanca americana transformando la canción popular de Stephen Foster en una crítica mordaz al sistema. Once canciones de su propia pluma más la versión de Underneath the Harlem Moon que apuntala su visión. Un auténtico bocazas con clase y con sentido del humor, gigante.
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