Indudablemente es una de las más gratas sorpresas musicales nacionales de esta añada. Los Eternos, la banda gallega de Cedeira, han vuelto 9 años después de «Back on the road» con un disco exquisitamente producido por Hendrik Röver.
Como hijos del viento y del mar, como hermanos de la soledad, tocando cielo sin saber volar llegó el duelo con la «Tempestad«, toda una declaración de intenciones, sirviendo de anticipo para el álbum que nos ocupa.
Y llegado el día se inicia con esos ojos negros que robaron el valor y que fueron una perdición. Tras las «10 balas« se desarrolla un trabajo sumamente fresco, diáfano y de esencia country, pero con la valentía de realizar las letras en castellano y, para colmo, con una lírica brillantemente elaborada.
Riffs, melodías más o menos reconocibles, todo recuerda a alguien. Quizás por eso, al utilizar la lengua de Miguel de Unamuno, acaba siendo más cautivador y contagioso, como en ese precipicio de los «Siete días» donde no hay vuelta atrás, o como en ese brindis en los bares por nuestra «Revolución« donde los coros irradian luminosidad.
Más. «Neil Young y yo« dice mucho de lo que quieren transmitir Los Eternos, por ejemplo una devoción por el sonido americano del más grande. Más prueba de ello es un tema que evoca a los Crazy Horse como «Licencia para vivir« o la maravillosa adaptación del «Four strong winds«, más popular en boca del maestro canadiense que la original de Ian & Sylvia, y aka dando título al disco como «Vientos solitarios«.
No nos olvidamos que en el ecuador está «Savalas«, un tema instrumental de claro sabor western, y dos emotivas canciones de amor como «Adiós mi corazón« y «Déjame entrar« que completan un trabajo entrañable, de esos que mola mucho tararear sus canciones cuando te acompañan surcando kilómetros en la carretera.
Pues entraremos a este disco, no tenía conocimiento de los precedentes. Voy retrasadisimo este año…
Abrazos.