
Reseña y crítica sobre Car Seat Headrest y el álbum ‘The Scholars‘.
… un salto de gigante con esta especie de ópera rock atípica, ambiciosa, arriesgada, filosófica y existencialista, cuyos personajes son estudiantes universitarios, acaso con The Who o Bowie como inspiración indirecta, y donde más que nunca está latente la colaboración y participación de los otros miembros de la banda…
De alguien como Will Toledo, al que se le podría catalogar como un joven geniecillo y una especie de héroe de la música independiente y alternativa de calidad en esa compleja renovación generacional que en el S.XXI sufre el rock y sus correspondientes subgéneros, siempre se espera algo interesante, máxime después de dos gloriosas obras con Car Seat Headrest como me siguen pareciendo “Teens of Denial” de 2016 o aquel maravilloso lavado de cara que en 2018 realizó de sus primeras canciones bajo el título de “Twin Fantasy”.
Sin contar el directo «Faces From The Masquerade» de 2022, cierto es que su anterior álbum de estudio “Making a Door Less Open” (2020) resultó un trabajo fallido, al menos para un sector crítico y para cierta legión de fans, quizás por ser un extraño experimento más cercano al art-rock y a la new wave, aunque a un servidor no le pareció ni mucho menos un mal disco.

Un lustro después CSH han vuelto con “The Scholars” y, aunque mantienen elementos característicos de indie-rock, lo-fi, rock alternativo y unas letras con cierto halo de melancolía, creo que han dado un salto de gigante con esta especie de ópera rock atípica, ambiciosa, arriesgada, filosófica y existencialista, cuyos personajes son estudiantes universitarios, acaso con The Who o Bowie como inspiración indirecta, y donde más que nunca está latente la colaboración y participación de los otros miembros de la banda, como son Andrew Katz a la batería, Ethan Ives a la guitarra, y Seth Dalby al bajo, sintetizador y efectos programados.
En esta obra, que tan adecuado veo ese término por la idea conceptual, habría que tener en cuenta ciertos aspectos de carácter contemplativos y místicos que lo estimularon, derivados de los problemas de salud que arrastró Toledo con el Covid-19 y sus posteriores dificultades inmunitarias, del sistema digestivo y nervioso por intolerancia a la histamina.

Ya con los tres adelantos se pudo fantasear sobre lo que se avecinaba. Primero fue “Gethsemane”, un tema de profundidades sísmicas que circula de la calma a la tormenta, del dolor ajeno que se impregna en uno mismo a las escenas de traumas infantiles y al propósito de volver a amar nuevamente. Es una pieza de más de diez minutos de esas que me gusta decir que hay que oir y escuchar para captar muchos ángulos ocultos y que, en algunos momentos nos puede evocar legendarias óperas rock como “Tommy” o “Quadrophenia”.
En una línea similar por la dilatada extensión discurre la apasionada y muy cósmica “Reality”, donde aparece el simbolismo de los recuerdos que se degradan en el tiempo y donde se percibe la antes mencionada mayor implicación de los otros miembros de la banda en los coros y duetos vocales, algo que todavía se intensifica mucho más en “Planet Desperation”, cuya duración sobrepasa los diecinueve minutos y en la que se distinguen algunos vínculos con el “Ziggy Stardust” de Bowie.
De todo el catálogo, seguramente mi preferida sea el que fue segundo adelanto “CCF (I’m Gonna Stay With You)”, una peculiar exquisitez sonora que ahora sirve de pistoletazo de salida del álbum y que cabalga entre el onirismo, la fuerza, la épica y el deseo de estar siempre juntos.
La tercera avanzadilla fue “The Catastrophe (Good Luck With That, Man)”, con enorme sintonía de todos los instrumentos, visibilizándose especial protagonismo del bajo y creando una curiosa armonía disonante que le va al pelazo de una letra sobre señales que apuntan a todas las direcciones y donde retumba al unísono eso de que “deberíamos formar una banda para perder todo el contacto con el mundo”.
Nos quedan cortes menos extensos y que engrandecen todo el disco, algunos pegadizos y con cierto gancho pop como “Devereaux”, canción para volver a enamorarse y que apunta a convertirse en clásico de este combo. Por otra parte, “Lady Gay Approximately” exhibe una cara más acústica, más folk, más introspectiva, me parece una auténtica genialidad. Asimismo también hay ecos espirituales y místicos al compás del ritmo marcial de “Equals” antes de su heroico crescendo. Y como colofón la fenomenal “True/False Lover” que podría representar la superación.
Queda claro que en “The Scholars” prevalece el concepto de la totalidad a la individualidad de cada canción, con todo el mérito que eso conlleva unido a la dificultad de que seguidores o potenciales oyentes no le sepan dar el valor que merece. Para el que suscribe, un álbum de este calibre del de Virginia (actualmente con 32 años) y sus acólitos, significa el paso de la juventud a la precoz madurez y, de manera general, que el rock sigue vivo y que va a ser muy difícil que otro disco le despoje de mi number one esta añada.
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