The Chameleons sorprendieron gratamente en su paso por Bilbao.
Burgess estuvo entregado, con garra, seductor y teatral, como marcan los cánones de una banda como Chameleons
Buen poder de convocatoria demostró tener la banda de Manchester The Chameleons a tenor del buen ambiente que los veteranos del rockerío bilbaíno propiciaron este domingo en el Kafe Antzokia durante su actuación.
La memoria no traicionó a los muchos que peregrinamos hasta la sala de San Vicente atraídos por la nostalgia y por el amor a una banda y un disco, «Strange times», que en los mediados ochenta se nos incrustó en el corazón y el cerebro de manera irreversible.
Aunque lo cierto es que de la formación ochentera solo pudimos ver ayer a su comandante, Mark Burgess.
Un servidor tenía dudas, lo confieso, sobre el rendimiento que pudieran dar los dos guitarristas que actualmente acompañan a Burgess y que han de otorgar con sus instrumentos el soporte sonoro que los Chameleons precisan para hacer justicia a su grandioso «Strange times». No en vano la sonoridad y atmósfera necesaria e identificativa del sonido de la banda está en gran parte supeditado a la dualidad de las dos guitarras; pues bien, es justo y necesario decir que Chris Oliver y Neil Dwerryhouse cumplieron con absoluta competencia su cometido, firmando una actuación brillante y vibrante y consiguiendo crear en el directo el ambiente característico del grupo.
El otro aspecto que me preocupaba era el referente al estado vocal de Mark Burgess, su magnífica voz y su personal fraseo es imprescindible para el buen discurrir de sus canciones, pero los años suelen hacer mella en el estado vocal de muchos; pues bien, no es el caso, Mark estuvo perfecto de voz, tanto en lo referente al color como a proyección, los años no parecen haber pasado por su voz, y lo celebramos y disfrutamos de lo lindo.
Pero además Burgess estuvo entregado, con garra, seductor y teatral, como marcan los cánones de una banda como Chameleons. Por todo ello, debo decir que el domingo presenciamos un magnífico bolo, en el que disfrutamos como enanos, y esto se notaba en el respetable, que según iban avanzando temas iba encendiéndose en paralelo a la banda.
Sonó «Strange times», del tirón y en el mismo orden que en el disco, con el añadido de la soberbia versión del «Tomorrow never knows» beatlemano. Aunque si me tuviese que quedar con algún momento creo que «Soul in insolation», con un enorme trabajo vocal, «Time/The end of time» y «Seriocity» fueron los que más disfruté.
Mark bajaba las escaleras del escenario y daba apretones de manos al público, se mostró cercano y simpático y acometió los bises con una vibrante «Monkeyland» extraída de su primer catálogo, el también sublime «Script of the bridge» a la que siguió «Second skin» del mismo disco y que fue coreada por el público.
Llegados a este punto, Mark promete un tema más, y tras preguntar por el grupo de Manchester favorito del público (yo contesté por lo bajinis The Smiths) nos despidió con una rotunda y aplastante cover de «Falling in love» de Buzzcocks, con lo que la vuelta al mundo real (lloviendo en la calle) fue de lo más feliz y eufórico.
Mucho más que satisfecho con el concierto, «Strange times» es uno de mis discos favoritos de los ochenta y ayer lo escuché como yo quería, como yo soñaba y esperaba, por todo ello fue una gran noche de rock and roll.
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