
Crónica del concierto de Nap Eyes en la Sala Loco Club de València durante la velada del 1 de junio de 2025.
… un concierto tan refinado como modesto, para minorías selectas, y donde la sombra de Lou Reed estuvo latente en toda su extensión, sobre todo por las similitudes en el registro vocal de Nigel Chapman, aunque esa especie de jangle lo-fi que les caracteriza nos aproximó por momentos a Mazzy Star, Pavement, Luna, Peter Perrett, Dan Bejar o, incluso, a los Feelies o a los Dream Syndicate…
Cada vez me gustan más los conciertos dominicales y esta ocasión no era moco de ningún pavo. Tal y como en su momento anunciamos aquí en el Exile, nos visitaban vía Tranquilo Música por primera vez los canadienses Nap Eyes, una banda de la que llevo escribiendo y recomendando desde su segundo disco de 2016 y a la que, en fechas inmediatamente precedentes al concierto del Loco Club, aconsejé encarecidamente a ciertos íntimos con escasa respuesta exitosa, todo sea dicho.
La cuestión es que algo más de medio centenar de privilegiados se congregó en el mencionado templo valenciano y, a pesar de cierta incómoda avería física del que suscribe, pude gozar de un concierto tan refinado como modesto, para minorías selectas, y donde la sombra de Lou Reed estuvo latente en toda su extensión, sobre todo por las similitudes en el registro vocal de Nigel Chapman, aunque esa especie de jangle lo-fi que les caracteriza nos aproximó por momentos a Mazzy Star, Pavement, Luna, Peter Perrett, Dan Bejar o, incluso, a los Feelies y a los Dream Syndicate.


La excusa de la gira era la presentación de su más reciente álbum “The Neon Gate”, un disco con el que año pasado no comulgué tanto como con anteriores publicaciones discográficas, pero que en directo me permitió valorar mejor dos exquisiteces místicas y loureedianas como “Passgeway” o la balada “Demons”, adaptación de un poema del escritor ruso Alexander Pushkin.
También sonaron “Dark Mystery Enigma Bird” y «I See Phantoms of Hatred and of the Heart’s Fullness and of the Coming Emptiness», en esta última utilizando la lírica del poeta y dramaturgo irlandés William Butler Yeats.

Pero si algo disfrutó un servidor fue en el recorrido de las publicaciones realizadas en un pasado no muy lejano en el tiempo. Del debut, tanto la misteriosa “Dark Creedence” como la intensa “No Fear of Hellfire” fueron las que más nos transportaron hacia la vertiente más alternativa del Paisley Underground y, muy especialmente, de Steve Wynn.

De mis discos favoritos, los de 2016 y 2018, desfilaron la extraordinariamente astronómica “Stargazer” y mis favoritísimas “I’m Bad” y “Every Time the Feeling”. A ellas se sumó la grata sorpresa de “Even Tough I Can’ Read Your Mind”, una gozada su contenida psicodelia velvética.
Pues eso, a buen seguro que el tito Lou estará bendiciendo a estos todavía jóvenes desde el espacio cósmico. Por parte de los que asistimos y todavía andamos por estos lares terrestres, recordaremos el evento como una oportunidad única, exclusiva, para paladares distinguidos.
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